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HONOR EN LA MUERTE Y EN EL ARTEel carácter del sujeto porque varía el tono previo contrito, a otro enérgico ya veces altanero. En ocasiones el testamento esboza sus deseos pero deja ladecisión última a los albaceas o familiares, lo que sugiere que existían normaso códigos establecidos que determinaban el desarrollo del ritual de acuerdoa la condición del individuo. No se siguió este procedimiento cuando setrató de la formalización física del sepulcro. En este caso se prefirió dejarclaramente señaladas pautas de construcción y adorno.7. PRETENSIONES PERMANENTESEn el Perú se encuentra referencias a locaciones funerarias solicitadas porlos primeros españoles o sus herederos directos. En otro lugar he tratado(Barriga 1993); (Barriga1997) la significación que el sepulcro particulartuvo como medio de respaldo social y lo significativo que fue para identificarla individualidad de los promotores, ansiosos por acceder al reconocimientode honor y poder. Las referencias son poco abundantes pero significativas,además de variadas. En ellas se advierte el carácter y consciencia de sí del,o los, solicitantes tanto como las modalidades por las que la Iglesia indujosus decisiones, las apoyó o restringió, brindó soluciones o, simplemente,las capitalizó porque no es este un asunto en una sola dirección, sino quela responsabilidad de los resultados competen al solicitante y al dador, enconcordancia respecto al marco contextual en el que actúan (las órdenesreligiosas y el clero, los vínculos sociales, la zona geográfica, el marco políticoeconómico). La permanencia de la costumbre la ejemplifica don Nicolásde Ribera el viejo, primer alcalde metropolitano, que fue sepultado en lacripta de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de los dominicos desdedonde, considerando su rango, fue trasladado en 1935 a una de las capillaslaterales de la catedral de Lima (Velarde 1962: 220-228). Puede advertirseRevista STUDIUM VERITATIS, Año 11, N. <strong>17</strong>, 2013 (pp.287-323)— 307 —

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