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HONOR EN LA MUERTE Y EN EL ARTEperuleros tanto como de sus entronques familiares orientados a preservarlo que lograron cautelar del empréstito forzoso. No era secreto que «Juande Orellana Pizarro —regidor de Jauja— o Hernando Pizarro volvieron dela epopeya americana con grandes fortunas» (Sanz 2002: 2). Pero aunquemuchos construyeron capillas, dotaron templos, encargaron obras de arte einstituyeron capellanías, fue insuficiente (ver Lámina 1).Un hecho ineludible, que no reconoce ni respeta jerarquías,fue la solución a las aspiraciones de grandeza. La muerte, que equiparainconsultamente los estados y situaciones, permitió al hombre en Américaacceder a una forma próxima e inmediata de reconocimiento que enEuropa estaba reservada para aquellos que pertenecían a la nobleza. En lanueva tierra esta posibilidad estuvo aparejada a la necesidad de acercarsea los modos y costumbres a los que aspiró cuando fue señor, tanto comoa lograr que su memoria se perpetuara. La nueva clase social formada porlos nobles caballeros de la conquista, cuyo origen escasamente hijodalgorequirió consolidarse en autoridad y aristocracia, formó cofradías que lodistinguieron de otros con menos fortuna en la campaña. Junto a ellose convirtió en necesidad asentar su nueva posición de manera pública.Antonio de la Calancha, ponderando la calidad de sus habitantes, observóen los primeros años del siglo xvii que, entre otras ventajas:hasta los indios, negros y personas viles gastan seda y visten rajas…el oficial mecánico parece en día de fiesta regidor o mayorazgo,los mas es capa negra y terciopelo; el que fue gañan en Españacobra humos de noble y el pechero estudia el parecer hidalgo;el que en su linaje no juntara cien pesos, los gasta en el Perú enun banquete, y el que tiene solos diez pesos, los desperdicia endar una merienda, y si esto es desacuerdo en gobierno político,Revista STUDIUM VERITATIS, Año 11, N. <strong>17</strong>, 2013 (pp.287-323)— 291 —

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