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sofiaineslagos
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04.07.2015 Views

Imhotep, ministro-arquitecto del rey Djoser que concibió la tumba de éste como una escalera monumental hacia el cielo construida totalmente en piedra y que debía durar eternamente. Pensador y moralista, redactó también Imhotep la primera antología de textos sapienciales, iniciando uno de los géneros más ricos de la literatura egipcia. Divinizado unos dos mil años más tarde, fue honrado en la época tardía del Egipto faraónico (71 3-332 a.C) como una deidad protectora, en particular de los escribas. Los griegos lo identificaban con Asclepio a causa de sus habilidades médicas. punto de mira en el extremo superior. En un arco de círculo se señala la posición de la salida y la puesta de una estrella del norte. Para determinar el "verdadero norte" los egipcios dividían en dos el ángulo formado por la posición de una estrella al salir, la del observador y la de la misma estrella al poner¬ se. Una vez determinado este norte, con un cordel que unía distintos puntos fijos en la dirección norte-sur se obtenía uno de los lados de la pirámide. Por medio de reglas se establecía la longitud adecuada. El ángulo derecho se precisaba merced a una serie de arcos de círculo. Aunque aun no se había formulado el teorema de Pitágoras sobre la relación entre los lados de un triángulo, de¬ bía de aplicarse de todos modos en la práctica. Todavía hoy suscita admiración la preci¬ sión de los ángulos rectos en la pirámide de Keops, que presentan una desviación media de 2 minutos 48 segundos; y lo mismo puede decirse de la nivelación de las cuatro esqui¬ nas, que presentan una desviación mínima de 2,1 cm. La nivelación sólo podía obtener¬ se mediante un nivel en forma de gran escua¬ dra de madera provista de una plomada y formada por secciones iguales que se corta¬ ban en ángulo recto; entre ambas hay una varilla transversal colocada horizontalmente y provista de un punto de mira mediano por el que pasa el hilo del peso cuando el plano en que descansa éste es perfectamente horizon¬ tal. Hay que descartar en cambio cualquier otro procedimiento, como el que consiste en llenar de agua un estanque o lago artificial creado en torno a la pirámide. Pero sobre el método de construcción propiamente dicho no poseemos ninguna descripción de origen antiguo. Lo que Herodoto escribe al respecto se basa en informaciones obtenidas entre sus contem¬ poráneos; ahora bien, quienes vivían 2.000 años después de la construcción de las pirámides no sabían de ellas más que noso¬ tros mismos. Cerca de las pirámides de Meidum y Dashur se observan todavía los Un escriba y sus ayudantes miden un campo de trigo para cobrar el impuesto. Tumba de Menna, funcionario del catastro durante el Imperio Nuevo (Dinastía XVIII). restos de rampas que sirvieron para trans¬ portar el material de piedra. Hoy se ha aban¬ donado la hipótesis de que para el transporte y la colocación de los bloques en lo alto de la pirámide se utilizaba una sola rampa perpen¬ dicular a una de las caras de ésta. En lo que atañe a la pirámide de Keops, tal rampa habría tenido que medir 3,3 km, represen¬ tando un volumen 3,5 veces superior al del monumento mismo. Tampoco cabe imagi¬ nar desde el punto de vista técnico una rampa envolvente ya que habría ocultado al mismo tiempo las cuatro caras de la pirámide y sus cuatro aristas, haciendo imposible controlar los ángulos y la inclinación de las caras. Más probable es que al principio se utiliza¬ ran una serie de pequeñas rampas que trepa¬ ban en torno a la pirámide y por las que se podía arrastrar los bloques hasta una altura de 25 o 30 metros; al llegar a ese punto, el cincuenta por ciento de la masa se hallaba ya instalada. Seguidamente, se construía una rampa lateral más importante cuyo borde se apoyaba en una de las caras de la pirámide lo que permitía ahorrar la mitad del volu¬ men de una rampa libre y al mismo tiempo le prestaba mayor estabilidad y por la cual se transportaban las piedras hasta una altura ligeramente inferior a la cúspide de la pirámi¬ de. Tomando como ejemplo la de Keops con sus 146,60 metros de altura, a los 100 metros de altura se habría instalado ya el 96 por ciento de su masa. Los últimos 20 a 30 metros debieron de rematarse mediante un sistema de construcción en gradas. Respecto del piramidión o piedra de la cúspide, sólo pudo colocarse por medio de un andamiaje adecuado, lo que nos permite suponer que los egipcios conocían la polea, aunque no haya llegado hasta nosotros nin¬ guna representación de ella. En todo caso, tenemos pruebas de la utilización de palan¬ cas más sencillas y de trineos. En las imáge¬ nes que conocemos de las obras de riego puede verse el shaduf, instrumento que per¬ mite la elevación por suspensión. Y es muy posible que tal procedimiento se aplicara también a los trabajos de construcción. Es curioso observar que las mayores con¬ quistas en el terreno de la ciencia, de la técnica y del arte no sólo de la civilización egipcia sino en general de la historia de la humanidad, desde el descubrimiento de la escritura hasta los progresos de la medicina, tuvieron lugar manifiestamente en la primera mitad del tercer milenio antes de nuestra era. En los siglos siguientes los hombres no harán más que profundizar los conocimientos y perfeccionar las técnicas adquiridos en esa época. Y para que se produzcan otras inno¬ vaciones capaces de ensanchar el campo de visión del mundo científico y técnico habrá que esperar a los grandes pensadores griegos' de los siglos VII y VI antes de Cristo. D 16 RAINER STADELMANN, de la República Fe¬ deral de Alemania, dirige el Instituto Arqueológi¬ co Alemán de El Cairo, así como las excavaciones del Instituto en el templo de Sethi I en Gurna/Tebas y de la Pirámide de Snefru en Dashur. Ha publicado numerosos artículos espe¬ cializados y diversas obras entre las que sobresalen Syrisch-Palästinensische Gottheiten in Aegypten (Las divinidades sirio-palestinas en Egipto) y Die Aegyptisch Pyramiden (Las pirámides de Egipto, 1986).

Cómo veían el mundo POR JEAN YOYOTTE los hombres del antiguo Egipto Relieve de un templo que representa, a la derecha, a Tuthmosis III (h. 1479-1425 a.C.) tocado con la corona roja del Egipto inferior. A la izquierda, el dios Amón, creador del mundo y protector de los vivos, que sostiene una cruz con asa, símbolo de la vida, y lleva el bonete con dos plumas que es uno de sus principales atributos. LOS monumentos del Egipto antiguo intrigan y asombran al hombre de nuestros días. Le impresionan las descomunales proporciones de esos templos y esos monumentos funerarios cubiertos de enigmáticos jeroglíficos, pero no comprende ni su significado ni su utilidad. Así reaccio¬ naban ya los griegos en su día ante las pirámi¬ des de Gizeh en las que sólo veían una mani¬ festación absurda y opresiva de la soberbia faraónica. Sin embargo, nos chocaría menos el in¬ quietante gigantismo de tales construcciones y nos explicaríamos mejor su sencilla gran¬ deza si los relacionáramos con las concepcio¬ nes cosmológicas de sus fundadores. Vería¬ mos así claramente que para los egipcios eran un fiel reflejo de las leyes universales tal como ellos las concebían, a la par que una respuesta a los problemas que tenían que resolver en el marco de su sociedad, según modos de pensar y de obrar que nos son al mismo tiempo próximos y ajenos. Lo sobrehumano se resiste a un análisis lineal. No hay proceso o fenómeno que pue¬ da reducirse a una sola representación o explicación unívoca, y eso lo sabían los egip¬ cios. De ahí que recurrieran a una infinita variedad de imágenes para expresar lo que sobrepasa el entendimiento. El cielo, por ejemplo, puede ser océano pero también te¬ cho, o vaca, o cuerpo de mujer. Cualquiera de esas figuraciones quedará sólidamente afincada en la tradición y conservará todo su sentido (pese a lo que en ella nos parece contradictorio) permitiendo a los hombres entendérselas con lo divino. Esta diversidad de enfoque de los egipcios corre a menudo parejas con un modo de pensar dualista en el que una totalidad se reduce a la oposición y a la unión de dos modalidades: dualismo del sistema monár-

Cómo veían el mundo<br />

POR JEAN YOYOTTE<br />

los hombres del antiguo Egipto<br />

Relieve de un templo que representa, a la<br />

derecha, a Tuthmosis III (h. 1479-1425 a.C.)<br />

tocado con la corona roja del Egipto inferior. A<br />

la izquierda, el dios Amón, creador del mundo y<br />

protector de los vivos, que sostiene una cruz con<br />

asa, símbolo de la vida, y lleva el bonete con dos<br />

plumas que es uno de sus principales atributos.<br />

LOS monumentos del Egipto antiguo<br />

intrigan y asombran al hombre de<br />

nuestros días. Le impresionan las<br />

descomunales proporciones de esos templos<br />

y esos monumentos funerarios cubiertos de<br />

enigmáticos jeroglíficos, pero no comprende<br />

ni su significado ni su utilidad. Así reaccio¬<br />

naban ya los griegos en su día ante las pirámi¬<br />

des de Gizeh en las que sólo veían una mani¬<br />

festación absurda y opresiva de la soberbia<br />

faraónica.<br />

Sin embargo, nos chocaría menos el in¬<br />

quietante gigantismo de tales construcciones<br />

y nos explicaríamos mejor su sencilla gran¬<br />

deza si los relacionáramos con las concepcio¬<br />

nes cosmológicas de sus fundadores. Vería¬<br />

mos así claramente que para los egipcios eran<br />

un fiel reflejo de las leyes universales tal<br />

como ellos las concebían, a la par que una<br />

respuesta a los problemas que tenían que<br />

resolver en el marco de su sociedad, según<br />

modos de pensar y de obrar que nos son al<br />

mismo tiempo próximos y ajenos.<br />

Lo sobrehumano se resiste a un análisis<br />

lineal. No hay proceso o fenómeno que pue¬<br />

da reducirse a una sola representación o<br />

explicación unívoca, y eso lo sabían los egip¬<br />

cios. De ahí que recurrieran a una infinita<br />

variedad de imágenes para expresar lo que<br />

sobrepasa el entendimiento. El cielo, por<br />

ejemplo, puede ser océano pero también te¬<br />

cho, o vaca, o cuerpo de mujer. Cualquiera<br />

de esas figuraciones quedará sólidamente<br />

afincada en la tradición y conservará todo su<br />

sentido (pese a lo que en ella nos parece<br />

contradictorio) permitiendo a los hombres<br />

entendérselas con lo divino.<br />

Esta diversidad de enfoque de los egipcios<br />

corre a menudo parejas con un modo de<br />

pensar dualista en el que una totalidad se<br />

reduce a la oposición y a la unión de dos<br />

modalidades: dualismo del sistema monár-

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