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otellas que serán repartidas en el mercado mundial en el presente mes de octubre, en su forma más famosa hasta hoy, por replicar ilustraciones originales de un artista que sigue siendo un per- Una porción de los ingresos va a contribuir generosamente a la dotación de la Fundación Andy Warhol a partir de los cuales se distribuye subvenciones que apoyan el arte contemporáneo. La Fundación es Hoy, este reconocido vodka, conmemora el vínculo artístico que tiene con Andy Warhol presentando la “Andy Warhol Edition”, una exclusiva edición limitada a nivel mundial que adapta la pintura original del artista, Absolut Warhol, a la forma de la botella. organización de caridad reconocida como uno de los principales - neo. Visita warholfoundation.org para aprender más En 1986, Andy Warhol se convirtió en el primero de una larga lista de artistas célebres de colaborar con Absolut, cuando creó una pieza original inspirado por su adoración de botella icónica de la marca. Desde 1986, la marca de vodka sueco ha colaborado con miles de artistas de vanguardia, entre ellos Keith Haring, Damien Hirst, Louise Bourgeois, Annie Liebo- Absolut se enorgullece en presentar la nueva edición “Andy Warhol Edition”, que celebra la creatividad, el arte pop y la colaboración de la marca con el artista, permitiendo que todo amante del arte pueda llevar a casa su propio Warhol. “Andy Warhol Edition” replica la pintura original de Andy Warhol, presentando colores negros con azul, rosa y detalles amarillos. Esta edición limitada, está compuesta por cuatro millones de
Momo Michel Ende ! ahora “Casiopea”, en cuya espalda ponía: “Abres la puerta”. Momo fue hacia la puerta, la tocó con su flor horaria, en la que ya no había más que un solo pétalo, y la abrió de par en par. Con la desaparición del último ladrón de tiempo había desaparecido, también, el frío. Momo entró, con los ojos admirados, en los inmensos almacenes. Había incontables flores horarias, como copas de cristal, alineadas en estanterías sin fin, la una más hermosa que la otra, y todas diferentes: cientos, miles, millones de horas de vida. Hacía más y más calor, como en un invernadero. Mientras caía la última hoja de la flor de Momo comenzó una especie de tempestad. Nubes de flores horarias pasaron en torbellinos por su lado. Era como una cálida tempestad de primavera, pero una tempestad de tiempo liberado. Momo miraba a su alrededor como en sueños y vio a “Casiopea” en el suelo delante de ella. En su caparazón ponía, con letras luminosas: “Vuela a casa, pequeña Momo, vuela a casa”. Y eso fue lo último que Momo vio de “Casiopea”. Porque la tempestad de flores se acrecentó de modo indescriptible, se hizo tan potente, que levantó a Momo como si ella también fuera una flor, y la llevó afuera, más allá de los corredores tenebrosos, hacia la tierra y la gran ciudad. Volaba sobre los tejados y torres en una inmensa nube de flores que se hacía cada vez mayor. Entonces la nube de flores se posó lenta y suavemente, y las flores caían sobre el mundo detenido como copos de nieve. Y, al igual que los copos de nieve, se fundían y se volvían invisibles para regresar allí donde debían estar: en el corazón de los hombres. En el mismo momento comenzó de nuevo el tiempo, y todo volvió a moverse. Los coches corrían, los urbanos silbaban, las palomas !QU Una ciudad grande y una pequeña niña En los viejos, viejos tiempos cuando los hombres hablaban todavía muchas otras lenguas, ya había en los países ciudades grandes y suntuosas. Se alzaban allí los palacios de reyes y emperadores, había en ellas calles anchas, callejas estrechas y callejuelas intrincadas, magníficos templos con estatuas de oro y mármol dedicadas a los dioses; había mercados multicolores, donde se ofrecían mercaderías de todos los países, y plazas amplias donde la gente se reunía para comentar las novedades y hacer o escuchar discursos. Sobre todo, había allí grandes teatros. Tenían el aspecto de nuestros circos actuales, sólo que estaban hechos totalmente de sillares de piedra. Las filas de asientos para los espectadores estaban escalonadas como en un gran embudo. Vistos desde arriba, algunos de estos edificios eran totalmente redondos, otros más ovalados y algunos hacían un ancho semicírculo. Se les llamaba anfiteatros. Había algunos que eran tan grandes como un campo de fútbol y otros más pequeños, en los que sólo cabían unos cientos de espectadores. Algunos eran muy suntuosos, adornados con columnas y estatuas, y otros eran sencillos, sin decoración. Esos anfiteatros no tenían tejado, todo se hacía al aire libre. Por eso, en los teatros suntuosos se tendían sobre las filas de asientos tapices bordados de oro, para proteger al público del ardor del sol o de un chaparrón repentino. En los teatros más humildes cumplían la misma función cañizos de mimbre o paja. En una palabra: los teatros eran tal como ;
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