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11. Fundación

Una de las características más interesantes de la novela es que se trata de un futuro muy lejano, decenas de miles de años en el futuro pero con condiciones netamente humanas. En este futuro la humanidad se ha extendido por toda la Galaxia adoptando una forma de gobierno imperial llamado el Imperio Galáctico el cual por extensión, tanto en tiempo como en espacio, comienza a corromperse y estancarse en cuanto a nuevos conocimientos científicos asumiendo que todo lo que el hombre puede o debe descubrir ya está hecho.

Una de las características más interesantes de la novela es que se trata de un futuro muy lejano, decenas de miles de años en el futuro pero con condiciones netamente humanas. En este futuro la humanidad se ha extendido por toda la Galaxia adoptando una forma de gobierno imperial llamado el Imperio Galáctico el cual por extensión, tanto en tiempo como en espacio, comienza a corromperse y estancarse en cuanto a nuevos conocimientos científicos asumiendo que todo lo que el hombre puede o debe descubrir ya está hecho.

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La voz concluyó con una especie de sollozo y la pantalla quedó en blanco.<br />

Los dedos de Hardin pasaron rápidamente sobre la bombilla de Átomo y su<br />

luz se desvaneció hasta que, en la oscuridad, el hasta entonces regente, el rey, y<br />

los soldados fueron sombras confusas; y por primera vez pudo verse que una<br />

aureola envolvía a Hardin.<br />

No era la brillante luz que constituía la prerrogativa de los reyes, sino una<br />

menos espectacular, menos impresionante, pero más efectiva a su manera, y más<br />

útil.<br />

La voz de Hardin fue suavemente irónica al dirigirse al mismo Wienis que<br />

una hora antes le había declarado prisionero de guerra y a Términus a punto de ser<br />

destruido, que ahora era una sombra confusa, rota y silenciosa.<br />

— Hay una vieja fá bula — dijo Hardin—, quizá tan vieja como la<br />

humanidad, pues las grabaciones que la contienen son tan sólo copias de otras<br />

grabaciones aún más antiguas, que puede interesarle. Dice así:<br />

«Érase un caballo que, teniendo por enemigo a un poderoso y peligroso<br />

lobo, vivía en constante temor por su vida. Llegó a estar tan desesperado que se le<br />

ocurrió buscarse un aliado poderoso. Por tanto, se acercó a un hombre y le ofreció<br />

una alianza, indicando que el lobo era asimismo enemigo de los humanos. El<br />

hombre aceptó la asociación inmediatamente y se ofreció para matar al lobo si su<br />

nuevo socio cooperaba poniendo a disposición del hombre toda su velocidad. El<br />

caballo estaba dispuesto, y permitió que el hombre le colocara la silla y el bocado.<br />

El hombre montó, persiguió al lobo, y lo mató.<br />

» El caballo, alegre y aliviado, dio las gracias al hombre, y dijo: "Ahora que<br />

nuestro enemigo está muerto, quítame la silla y el bocado y devuélveme la<br />

libertad”.<br />

» Entonces el hombre se echó a reír a carcajadas y contestó : "Vete al<br />

infierno. ¡Al galope!", y lo espoleó con todas sus fuerzas.<br />

El silencio prosiguió. La sombra que era Wienis no se movió.<br />

Hardin continuó sosegadamente:<br />

— Espero que vea la analogía. En su ansiedad por asegurar su dominio total<br />

y eterno sobre su propio pueblo, los reyes de los Cuatro Reinos aceptaron la<br />

religión de la ciencia que les hacía divinos; y esta misma religión de la ciencia fue<br />

su silla y su bocado, pues ponía la sangre vital de la energía atómica en manos del<br />

clero… que obedecía nuestras órdenes, téngalo en cuenta, y no las suyas. Mató<br />

usted al lobo, pero no pudo desembarazarse del hom…<br />

Wienis se puso en pie de un salto, y en las sombras sus ojos eran como<br />

ascuas.<br />

Su voz era espesa, incoherente:<br />

— ¡Sin embargo, le eliminaré ! ¡Usted no se escapará! ¡Se pudrirá! ¡Que nos<br />

disparen! ¡Que disparen a todo! ¡Se pudrirá ! ¡Le eliminaré!<br />

» ¡Soldados! — tronó, histéricamente—. Maten a ese diablo ¡Dispárenle!<br />

¡Dispárenle!<br />

Hardin se volvió en su silla para mirar a los soldados y sonrió. Uno apuntó<br />

su pistola atómica y entonces la bajó. Los demás ni siquiera se movieron. Salvor<br />

Hardin, alcalde de Términus, rodeado por aquella suave aureola, sonreía con<br />

confianza. Ante él todo el poder de Anacreonte se había reducido a cenizas, era<br />

demasiado para ellos, a pesar de las órdenes del vociferante maníaco que tenían<br />

enfrente.<br />

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