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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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una religión tiene un libro, o libros, de gran significado, libros que reflejan sus rituales, sus<br />

opiniones de <strong>la</strong> Historia, su poesía sagrada, y quién sabe cuántas cosas más. Esos libros suelen<br />

estar a disposición de todo el mundo y son un medio de hacer proselitismo. Otras veces, son<br />

secretos.<br />

—¿Crees que hay libros de ese tipo en Mycogen?<br />

—Para serte sincera, debo decirte que no he oído hab<strong>la</strong>r de ninguno. De haber existido<br />

públicamente, yo lo sabría; lo cual significa que, o no existen o los mantienen secretos. En<br />

cualquier caso, me parece que no vas a verlos.<br />

—Pero, al menos, es un punto de partida —concluyó Seldon.<br />

42<br />

Las Hermanas regresaron dos horas después de que Hari y Dors hubieran terminado el<br />

almuerzo. Las dos sonreían, y Gota de Lluvia Cuarenta y Tres, <strong>la</strong> más seria, tendió un kirtle a<br />

Dors para su inspección.<br />

—Es muy bonita —admitió Dors con una amplia sonrisa y moviendo <strong>la</strong> cabeza con cierta<br />

sinceridad—. Me gusta este inteligente bordado.<br />

—No tiene importancia —gorjeó Gota de Lluvia Cuarenta y Cinco—. Es una de <strong>la</strong>s mías y no<br />

te sentará muy bien porque eres más alta que yo. Pero, de momento, te servirá y te llevaremos a<br />

<strong>la</strong> mejor kirtlería para conseguir algunas que te vayan bien y concuerden con tus gustos. Ya verás.<br />

Gota de Lluvia Cuarenta y Tres, sonriendo nerviosa, sin decir pa<strong>la</strong>bra y con <strong>la</strong> mirada fija en<br />

el suelo, tendió una kirtle b<strong>la</strong>nca a Dors. Estaba primorosamente dob<strong>la</strong>da. Dors ni siquiera<br />

intentó desdob<strong>la</strong>r<strong>la</strong> sino que se <strong>la</strong> pasó a Seldon.<br />

—Por el color, yo diría que es para ti, Hari.<br />

—Es de suponer, pero devuélvese<strong>la</strong>. No me <strong>la</strong> ha dado a mí.<br />

—Oh, Hari —musitó Dors, sacudiendo <strong>la</strong> cabeza.<br />

—No —dijo Seldon con firmeza—. No me <strong>la</strong> ha entregado a mí. Devuélvese<strong>la</strong> y esperaré a que<br />

el<strong>la</strong> me <strong>la</strong> dé.<br />

Dors vaciló, luego inició el gesto de pasárse<strong>la</strong> otra vez a Gota de Lluvia Cuarenta y Tres.<br />

La Hermana escondió <strong>la</strong>s manos a su espalda y se apartó con el rostro descompuesto. Gota de<br />

Lluvia Cuarenta y Cinco dirigió una fugaz mirada a Seldon, muy rápida, para acercarse a<br />

continuación a Gota de Lluvia Cuarenta y Tres y rodear<strong>la</strong> con sus brazos.<br />

—Venga, Hari —dijo Dors—, estoy segura de que <strong>la</strong>s Hermanas tienen prohibido hab<strong>la</strong>r a los<br />

hombres no emparentados con el<strong>la</strong>s. ¿De qué te sirve atormentar<strong>la</strong>? No puede hacer otra cosa.<br />

—No lo creo —insistió Seldon con dureza—. Si tal prohibición existe, será aplicable sólo a los<br />

Hermanos. Dudo mucho de que haya conocido algún otro miembro tribal.<br />

Dors se dirigió a Gota de Lluvia Cuarenta y Tres.<br />

—¿Habías conocido a otro miembro de tribu, varón o hembra, antes de ahora? —preguntó con<br />

dulzura.<br />

Una vaci<strong>la</strong>ción interminable; luego, un lento movimiento negativo con <strong>la</strong> cabeza.<br />

Seldon abrió los brazos.<br />

—Ya lo ves. Si hay una reg<strong>la</strong> de silencio, se debe aplicar so<strong>la</strong>mente a los Hermanos. ¿Nos<br />

habrían enviado a estas jóvenes, estas Hermanas, para que se ocuparan de nosotros si hubiera<br />

alguna reg<strong>la</strong> que les prohibiera hab<strong>la</strong>r a los tribales?<br />

—Tal vez, Hari, quisieran que hab<strong>la</strong>ran conmigo para que yo te lo transmitiera.<br />

—Bobadas. Ni lo creo, ni lo creeré. No sólo soy un miembro de <strong>la</strong> tribu, sino, además, un<br />

huésped de honor en Mycogen, a quien Chetter Hummin desea se trate como a tal y que ha<br />

llegado hasta aquí acompañado por el mismísimo Amo del Sol Catorce. No quiero que se me trate<br />

como si yo no existiera. Me pondré en comunicación con Amo del Sol Catorce y elevaré mi más<br />

severa protesta.<br />

Gota de Lluvia Cuarenta y Cinco empezó a sollozar y Gota de Lluvia Cuarenta y Tres, sin perder<br />

su re<strong>la</strong>tiva pasividad se ruborizó.<br />

Dors hizo como si ape<strong>la</strong>ra de nuevo a <strong>la</strong> comprensión de Seldon. Éste <strong>la</strong> detuvo con un breve<br />

y airado gesto de su brazo derecho y se quedó mirando, amenazador, a Gota de Lluvia Cuarenta<br />

y Tres.<br />

Por fin, ésta habló, sin gorjear. Más bien le temb<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> voz, enronquecida, como si tuviera<br />

que forzar<strong>la</strong> para que sonara en dirección a un varón, como si lo hiciera en contra de todos sus<br />

más íntimos instintos y deseos.

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