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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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—Magnífico, Nube Gris. Nos encantará conocer a <strong>la</strong>s Hermanas.<br />

Nube Gris <strong>la</strong> miró turbado e indeciso, mas no dijo nada.<br />

Seldon, convencido de que el joven mycogenio se negaría, por principio, a dar por oído lo que una<br />

mujer le había dicho, le repitió <strong>la</strong> observación:<br />

—Magnífico, Nube Gris. Nos encantará conocer a <strong>la</strong>s Hermanas.<br />

La expresión del joven varió al instante.<br />

—Las mandaré tan pronto sea de día.<br />

Cuando Nube Gris hubo salido, Seldon exc<strong>la</strong>mó satisfecho:<br />

—Las Hermanas son exactamente lo que necesitamos.<br />

—¿De veras? ¿En qué aspecto, Hari?<br />

—Bueno, de seguro que si <strong>la</strong>s tratamos como si fueran seres humanos, estarán lo bastante<br />

agradecidas como para hab<strong>la</strong>rnos de sus leyendas.<br />

—Si <strong>la</strong>s conocen —dijo Dors, escéptica—. No sé por qué, no confío en que los mycogenios se<br />

molesten en educar muy bien a sus mujeres.<br />

40<br />

Las Hermanas llegaron unas seis horas después de que Seldon y Dors hubieran dormido algo,<br />

con <strong>la</strong> esperanza de reajustar sus relojes biológicos.<br />

Las Hermanas entraron en el apartamento, vergonzosas, casi de puntil<strong>la</strong>s. Sus túnicas (que<br />

resultaron l<strong>la</strong>marse kirtles en dialecto mycogenio) eran de un tierno gris aterciope<strong>la</strong>do, cada una<br />

decorada so<strong>la</strong>mente por un sutil diseño de un gris ligeramente más oscuro. Los kirtles no<br />

carecían de gracia, y, desde luego, eran de lo más eficaces cubriendo cualquier forma humana.<br />

Por supuesto, sus cabezas eran calvas y sus rostros limpios de cualquier afeite. Lanzaban miradas<br />

fugaces y curiosas al breve trazo azul en <strong>la</strong> comisura de los ojos de Dors y el ligero tinte rojo<br />

de sus <strong>la</strong>bios.<br />

Por unos segundos, Seldon se preguntó cómo se podía estar seguro de que <strong>la</strong>s Hermanas eran<br />

realmente Hermanas.<br />

La respuesta <strong>la</strong> tuvo al instante, cuando <strong>la</strong>s Hermanas saludaron formal y correctamente. Ambas<br />

gorjearon. Seldon, al recordar <strong>la</strong> voz grave del Amo del Sol y el tono de barítono, nervioso, de<br />

Nube Gris, sospechó que <strong>la</strong>s mujeres, a falta de <strong>la</strong> obvia identificación de sexo, estaban obligadas<br />

a cultivar voces características y manierismos sociales.<br />

—Soy Gota de Lluvia Cuarenta y Tres —gorjeó una de el<strong>la</strong>s— y ésta es mi hermana menor.<br />

—Gota de Lluvia Cuarenta y Cinco —trinó <strong>la</strong> otra—. Hay muchas «Gotas de Lluvia» en nuestra<br />

cohorte. —Y se rió.<br />

—Estoy encantada de conoceros a <strong>la</strong>s dos —dijo Dors con gravedad—. Ahora, quiero saber<br />

cómo debo l<strong>la</strong>maros. No puedo decir so<strong>la</strong>mente Gota de Lluvia, ¿verdad?<br />

—No —convino Gota de Lluvia Cuarenta y Tres—. Si estamos <strong>la</strong>s dos aquí, deberás decir el<br />

nombre completo.<br />

—¿Qué os parece Cuarenta y Tres y Cuarenta y Cinco? —intervino Seldon.<br />

Ambas le dirigieron una mirada rápida, pero no dijeron nada.<br />

—Yo me arreg<strong>la</strong>ré con el<strong>la</strong>s, Hari —observó Dors dulcemente.<br />

Seldon dio un paso atrás. Era probable que fueran solteras, y, posiblemente, se suponía que no<br />

debían hab<strong>la</strong>r a los hombres. La mayor parecía <strong>la</strong> más seria de <strong>la</strong>s dos y quizá fuese <strong>la</strong> más<br />

puritana. Era difícil juzgar por <strong>la</strong>s pocas pa<strong>la</strong>bras intercambiadas y una fugaz mirada, pero él<br />

tenía aquel<strong>la</strong> impresión y estaba dispuesto a dejarse llevar por el<strong>la</strong>.<br />

—El caso es, Hermanas —explicó Dors—, que nosotros, tribales, no sabemos servirnos de esta<br />

cocina.<br />

—¿Quieres decir que no sabes cocinar? —Gota de Lluvia Cuarenta y Tres pareció sorprendida y<br />

escandalizada. Gota de Lluvia Cuarenta y Cinco disimuló una risita (Seldon decidió que su juicio<br />

inicial de ambas era correcto).<br />

—Una vez tuve una cocina propia, y no era como ésta —ac<strong>la</strong>ró Dors—. Además, tampoco<br />

conozco los alimentos, ni sé cómo prepararlos.<br />

—Es muy fácil —respondió Gota de Lluvia Cuarenta y Cinco—. Podemos enseñarte.<br />

—Te prepararemos una buena y nutritiva comida —ofreció Gota de Lluvia Cuarenta y Tres—.<br />

Bueno, <strong>la</strong> prepararemos..., para los dos —vaciló antes de añadir <strong>la</strong>s últimas pa<strong>la</strong>bras. Le costaba un<br />

gran esfuerzo reconocer <strong>la</strong> presencia de un hombre.<br />

—Si no os importa, me gustaría estar en <strong>la</strong> cocina con vosotras, y os agradecería que me lo

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