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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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—Tal vez consideren que basta con <strong>la</strong> voz.<br />

—¿Cómo funcionará? —Seldon lo levantó y lo miró por distintos <strong>la</strong>dos—. ¡Has visto algo parecido<br />

en tu vida?<br />

—Una vez, en un museo..., suponiendo que se trate de lo mismo. Mycogen parece que quiera<br />

permanecer arcaico deliberadamente. Supongo que consideran que es otra forma de mantenerse<br />

alejados de los l<strong>la</strong>mados hombres tribales que los rodean en gran número. Su arcaísmo y sus<br />

extrañas costumbres les hacen intratables, por así decirlo. Hay una especie de lógica perversa en<br />

todo ello.<br />

Seldon, que seguía jugando con el aparatito, exc<strong>la</strong>mó:<br />

—¡Hurra! ¡Funciona! O se ha disparado algo. Pero no puedo oír nada.<br />

Dors frunció el ceño y recogió un pequeño cilindro forrado de fieltro que seguía sobre <strong>la</strong><br />

mesil<strong>la</strong>. Se lo acercó al oído.<br />

—Hay una voz que sale de aquí. Toma, pruébalo —dijo a Seldon, entregándoselo.<br />

—Oh, ha hecho «clic». —Escuchó un momento—. Sí, me ha hecho daño en el oído. Deduzco que<br />

pueden oírme... Sí, ésta es nuestra habitación... No, no sé el número. Dors, ¿tienes idea de cuál<br />

es nuestro número?<br />

—Hay uno en el micrófono. Tal vez sirva —respondió Dors.<br />

—Puede —asintió Seldon, y volviéndose al micrófono dijo—: El número del aparato es 6LT-<br />

3648A. ¿Vale...? Bien, ¿dónde puedo encontrar el modo de servirme del aparato como es debido,<br />

y cómo funciona <strong>la</strong> cocina...? ¿Qué quiere decir con eso de que «Todo funciona<br />

normalmente»...? No me sirve... Oiga, soy de una tribu, soy un huésped, y no conozco el sistema<br />

normal... Sí, <strong>la</strong>mento mi acento y me alegra que pueda reconocer a un forastero cuando lo oye...<br />

Mi nombre es Hari Seldon.<br />

Hubo un pausa y Seldon miró a Dors con expresión de sufrida resignación.<br />

—Dice que tiene que buscarme. Suponte que me diga que no me encuentra... Oh, ¿ya me tiene?<br />

¡Bien! ¿En tal caso puede informarme...? Sí... Sí... Sí... ¿Y cómo puedo hab<strong>la</strong>r con alguien de<br />

fuera de Mycogen...? Oh, ¿qué le parece si me pone en comunicación con Amo del Sol Catorce,<br />

por ejemplo...? Bien, pues con su adjunto, su ayudante, lo que sea. Oh, que ha... Gracias.<br />

Dejó el micrófono, desprendió el auricu<strong>la</strong>r de su oído con cierta dificultad y lo desconectó<br />

todo.<br />

—Verán de enviar a alguien que nos enseñe todo lo que debemos saber. No se puede l<strong>la</strong>mar al<br />

exterior desde Mycogen..., por lo menos no con esto; así que si necesitamos a Hummin nos será<br />

imposible contactar con él. Y si deseamos hab<strong>la</strong>r con Amo del Sol Catorce, hay que pasar por<br />

trámites complicados. Puede que ésta sea una sociedad igualitaria, pero me parece que hay<br />

ciertas excepciones que, estoy seguro, nadie admitirá abiertamente.<br />

Miró su reloj.<br />

—En todo caso, Dors, no voy a tocar el libro de cocina y los sabios ensayos mucho menos.<br />

Mi reloj me dice aún <strong>la</strong> hora de <strong>la</strong> Universidad, de modo que no sé si es <strong>la</strong> hora de acostarse<br />

oficial, aunque tampoco me importa. Llevamos despiertos <strong>la</strong> mayor parte de <strong>la</strong> noche y me<br />

gustaría dormir.<br />

—Me parece perfecto. También yo estoy cansada.<br />

—Gracias. Y cuando empiece un nuevo día, después de haber recuperado el sueño perdido, voy a<br />

solicitar que me den una vuelta por sus p<strong>la</strong>ntaciones de microcomida.<br />

Dors se asombró.<br />

—¿Te interesan?<br />

—No, en realidad, pero si es algo de lo que están orgullosos deberían sentirse dispuestos a<br />

hab<strong>la</strong>r sobre ello. Una vez les tenga <strong>la</strong>nzados a conversar, entonces, ejerciendo todo mi encanto,<br />

quizá pueda lograr que me hablen de sus leyendas. Personalmente, creo que será una estrategia<br />

inteligente.<br />

—Así lo espero, aunque me temo que los mycogenios no caerán en <strong>la</strong> trampa con tanta<br />

facilidad.<br />

—Veremos —murmuró Seldon, sombrío—. Estoy dispuesto a conseguir esas leyendas.<br />

39<br />

A <strong>la</strong> mañana siguiente, Hari volvió a dedicarse al aparato de l<strong>la</strong>mar. Estaba furioso, sobre todo<br />

porque tenía hambre.<br />

Su intento de ponerse al hab<strong>la</strong> con Amo del Sol Catorce se frustró, pues alguien insistía en

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