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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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—Si es así, pregunta lo que quieras, aunque no tengo por qué contestarte.<br />

—Parece que estamos pasando por una zona residencial. No hay indicaciones de<br />

establecimientos comerciales, ni áreas industriales...<br />

—Somos una comunidad enteramente dedicada a lo agropecuario. ¿De dónde procedéis que<br />

ignoráis esto?<br />

—Sabéis que procedo del Mundo Exterior —contestó Seldon, envarado— y que sólo llevo dos<br />

meses en Trantor.<br />

—Así y todo...<br />

—Pero si sois una comunidad dedicada al trabajo de <strong>la</strong> tierra, Amo del Sol, ¿cómo no he visto<br />

ninguna granja al pasar?<br />

—Están en niveles inferiores —respondió Amo del Sol con sequedad.<br />

—Entonces, ¿es enteramente residencial este nivel de Mycogen?<br />

—Éste y otros. Somos lo que ves. Cada Hermano y su familia viven en alojamientos<br />

equivalentes; cada cohorte en su comunidad equivalente; todos tenemos los mismos coches, y<br />

cada Hermano conduce el suyo. No hay sirvientes y nadie se siente cómodo a costa del trabajo<br />

de otro, ni puede presumir más que otro.<br />

Seldon enarcó sus enfundadas cejas mirando a Dors.<br />

—Pero algunas personas visten de gris y otras de b<strong>la</strong>nco —comentó.<br />

—Porque algunos son Hermanos y otros Hermanas.<br />

—¿Y nosotros?<br />

—Tú perteneces a una tribu y eres un huésped. Tú y tu... —se detuvo, mas continuó al instante—<br />

compañera no estaréis obligados por todo lo de Mycogen y su vida. Sin embargo, tú vestirás<br />

una túnica b<strong>la</strong>nca y tu compañera una gris, y viviréis en un alojamiento de invitados igual<br />

a los nuestros.<br />

—La igualdad para todos parece el ideal perfecto; sin embargo, ¿qué ocurre si vuestro número<br />

aumenta? ¿Cortáis, entonces, el pastel en trozos más pequeños?<br />

—Nuestro número no aumenta. Si así fuera, se precisaría un área mayor, que <strong>la</strong>s tribus<br />

circundantes no permiten, o un cambio de vida, para empeorar.<br />

—Pero si... —insistió Seldon.<br />

Amo del Sol lo cortó en seco.<br />

—Ya basta, miembro de <strong>la</strong> tribu Seldon. Como te he advertido, no estoy obligado a contestarte.<br />

Nuestra obligación, como hemos prometido a nuestro amigo, miembro de <strong>la</strong> tribu Hummin, es<br />

manteneros a salvo siempre y cuando no violéis nuestra forma de vida. Cumpliremos nuestra<br />

promesa, nada más. La curiosidad os está permitida, mas si es demasiado persistente acabará con<br />

nuestra paciencia.<br />

Algo en su tono no permitía seguir hab<strong>la</strong>ndo y Seldon tuvo que aguantarse. Hummin, con su<br />

intención de ayudarle, había calcu<strong>la</strong>do mal.<br />

No era seguridad lo que Seldon buscaba. Por lo menos, no sólo seguridad. También necesitaba<br />

información; sin el<strong>la</strong> no podía..., no quería quedarse allí.<br />

38<br />

Seldon, desesperado, contempló su alojamiento. Tenía una pequeña cocina individual y un<br />

cuarto de baño pequeño, también individual. Había dos camas estrechas, dos roperos, una mesa y<br />

dos sil<strong>la</strong>s. En resumen, contenía todo lo necesario para dos personas que estuvieran dispuestas a<br />

vivir con estrechez.<br />

—En Cinna teníamos una cocina y un baño individuales —empezó Dors, resignada.<br />

—Yo no. Helicón puede que sea un mundo pequeño, pero yo vivía en una ciudad moderna.<br />

Cocinas y cuartos de baño comunitarios... ¡Qué despilfarro es esto! Se puede esperar de un hotel,<br />

donde uno se ve obligado a residir temporalmente, pero si todo el Sector es así, imagina <strong>la</strong><br />

enorme cantidad de coches y baños duplicados.<br />

—Será parte del igualitarismo, supongo —comentó Dors—. Así no hay problemas a causa de<br />

compartimientos mejores o servicios más rápidos. Igual para todos.<br />

—Tampoco hay intimidad. No es que me importe mucho, Dors, pero quizás a ti sí, y no quiero<br />

dar <strong>la</strong> sensación de que me aprovecho. Deberíamos decirles c<strong>la</strong>ramente que deseamos tener<br />

habitaciones separadas..., juntas pero separadas.<br />

—Seguro que no funcionaría. El espacio es un premio aquí, y pienso que están acostumbrados<br />

por su propia generosidad al darnos tanto. Nos arreg<strong>la</strong>remos, Hari. Ambos somos lo bastante

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