24.06.2015 Views

09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Por <strong>la</strong> entrada, que se ha cerrado detrás de mí. ¿No os habéis fijado?<br />

—Supongo que no. Pero, c<strong>la</strong>ro, tampoco sabíamos qué podíamos esperar. Ahora ya lo sabemos.<br />

—El miembro de <strong>la</strong> tribu, Chetter Hummin, informó a los Hermanos que llegarían dos<br />

miembros de <strong>la</strong>s tribus. Me pidió que os cuidáramos.<br />

—Así que conocéis a Hummin.<br />

—Lo conocemos. Nos ha servido bien. Y porque él, un respetado miembro de <strong>la</strong> tribu, nos ha<br />

servido, vamos a hacer lo mismo, ahora, para él. Pocos son los que vienen a Mycogen, y muy<br />

pocos los que se van. Debo procurar que estéis a salvo, daros alojamiento y procurar que no<br />

se os moleste. Aquí os hal<strong>la</strong>réis seguros.<br />

Dors inclinó <strong>la</strong> cabeza:<br />

—Os estamos agradecidos, Amo del Sol Catorce.<br />

El Amo del Sol se volvió a mirar<strong>la</strong> con despectiva indiferencia.<br />

—No desconozco <strong>la</strong>s costumbres de <strong>la</strong>s tribus —dijo—. Sé que en el<strong>la</strong>s una mujer puede hab<strong>la</strong>r<br />

antes de que se dirijan a el<strong>la</strong>. Por lo tanto, no me siento ofendido. Yo le rogaría que tuviera<br />

cuidado con otros de los Hermanos que puedan estar menos enterados que yo del asunto.<br />

—¡Vaya! —exc<strong>la</strong>mó Dors, c<strong>la</strong>ramente ofendida, mientras que el Amo del Sol no lo estaba.<br />

—Así es —prosiguió éste—. Tampoco es necesario utilizar mi identificación numérica cuando esté<br />

solo con vosotros. «Amo del Sol» bastará... Ahora, os ruego que vengáis conmigo a fin de<br />

abandonar este lugar, excesivamente tribal para mi tranquilidad.<br />

—La tranquilidad es para todos —observó Seldon, en voz tal vez más fuerte de lo preciso—, y<br />

no nos moveremos de este lugar a menos que nos aseguréis que no se nos obligará por <strong>la</strong><br />

fuerza a vuestras pretensiones, en contra de nuestras propias costumbres. Y una de éstas es<br />

que una mujer puede hab<strong>la</strong>r siempre que tenga algo que decir. Si habéis aceptado mantenernos<br />

a salvo, esta seguridad debe ser tanto psicológica como física<br />

Amo del Sol miró a Seldon con fijeza.<br />

—Eres atrevido, joven miembro de <strong>la</strong> tribu. ¿Cómo te l<strong>la</strong>mas?<br />

—Soy Hari Seldon, de Helicón. Mi compañera es Dors Venabili, de Cinna.<br />

Amo del Sol se inclinó ligeramente al oír a Seldon pronunciar su propio nombre, pero no se<br />

movió al oír el de Dors.<br />

—He jurado al miembro de <strong>la</strong> tribu, Hummin, que os mantendríamos a salvo —dec<strong>la</strong>ró—, así<br />

que también haré lo que pueda para proteger a tu compañera. Si desea ejercer su descaro, haré lo<br />

que pueda para que se le considere libre de culpa... Pero hay algo con lo que debéis conformaros.<br />

Y señaló, con infinito desprecio, primero <strong>la</strong> cabeza de Seldon y luego <strong>la</strong> de Dors.<br />

—¿Qué queréis decir? —preguntó Seldon.<br />

—Tu cabello cefálico.<br />

—¿Qué tiene?<br />

—No debe verse.<br />

—¿Significa eso que debemos afeitarnos <strong>la</strong> cabeza como vos? ¡De ningún modo!<br />

—Mi cabeza no está afeitada, miembro de <strong>la</strong> tribu Seldon. Fui depi<strong>la</strong>do al entrar en <strong>la</strong> pubertad,<br />

como lo son todos los Hermanos y sus mujeres.<br />

—Si se trata de depi<strong>la</strong>ción, <strong>la</strong> respuesta sigue siendo no..., jamás.<br />

—Miembro de <strong>la</strong> tribu, no os pedimos ni afeitado, ni depi<strong>la</strong>ción. Sólo queremos que, cuando os<br />

encontréis con nosotros, vuestro cabello esté cubierto.<br />

—¿Cómo?<br />

—He traído unos gorros que se adaptarán a vuestros cráneos, junto con unas tiras que ocultarán<br />

vuestros cabellos superópticos (<strong>la</strong>s cejas). Os lo pondréis cuando estéis entre nosotros. Y,<br />

naturalmente, el miembro Seldon, se afeitará a diario..., o con más frecuencia si fuera necesario.<br />

—Pero, ¿por qué debemos hacerlo?<br />

—Para nosotros, llevar cabello en <strong>la</strong> cabeza resulta obsceno y repugnante.<br />

—De seguro que toda vuestra gente sabe que es costumbre para otros, en todos los mundos de <strong>la</strong><br />

Ga<strong>la</strong>xia, conservar su cabello cefálico.<br />

—Lo sabemos. Y todos nosotros, como yo, debemos tratar con tribus de vez en cuando y ver su<br />

cabello. Lo conseguimos, pero es injusto pedírselo a los Hermanos, que suelen sufrir ante su<br />

vista.<br />

—Muy bien, Amo del Sol —concedió Seldon—. Puesto que habéis nacido con cabello cefálico,<br />

como todos nosotros, y lo conserváis a <strong>la</strong> vista hasta <strong>la</strong> pubertad, ¿por qué es tan necesario<br />

erradicarlo? ¿Se trata sólo de una costumbre o es por alguna razón específica?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!