09. Preludio a la Fundación
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
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El frío había aumentado y <strong>la</strong> temperatura bajaría aún , más. ¿Iba a quedarse afuera,<br />
congelándose, sólo porque un mini-jet, perfectamente inofensivo, había hecho su aparición y<br />
activado en él una sensación de paranoia jamás experimentada? Sintió un fuerte impulso de<br />
abandonar el bosquecillo y regresar a <strong>la</strong> estación meteorológica.<br />
Después de todo, ¿cómo sabría el hombre al que Hummin temía tanto..., Demerzel, que Seldon<br />
se encontraría Arriba, en ese momento determinado, listo para ser apresado?<br />
Por un instante, <strong>la</strong> idea le pareció concluyente y, tiritando de frío, salió de detrás del árbol.<br />
Volvió, a <strong>la</strong> carrera, a ocultarse cuando <strong>la</strong> nave apareció de nuevo, más cerca que antes. No<br />
había visto que hiciera algo parecido a un estudio meteorológico. No llevaba a cabo nada que se<br />
pareciera a medir, seleccionar o comprobar. ¿Sería capaz de darse cuenta si lo hiciera?<br />
Desconocía el tipo de instrumentos que podía transportar, ni cómo funcionaban. Si desarrol<strong>la</strong>ban<br />
una <strong>la</strong>bor meteorológica, él, quizá, no llegaría a calibrarlo... Pero, ¿podía correr el riesgo de<br />
descubrirse?<br />
Después de todo, ¿quién le aseguraba que Demerzel no conocía su presencia Arriba, simplemente<br />
porque un agente suyo que trabajase en <strong>la</strong> Universidad lo supiera y le hubiera informado de ello?<br />
Lisung Randa, el pequeño, alegre y sonriente oriental, le había sugerido que subiera. No había<br />
surgido de forma natural en <strong>la</strong> conversación; por lo menos, <strong>la</strong> sugerencia no había surgido con<br />
demasiada naturalidad. ¿Sería posible que fuera un agente del Gobierno y hubiera alertado a<br />
Demerzel?<br />
Luego estaba Leggen, que le había prestado el jersey. Ésta era una prenda muy útil; entonces,<br />
¿por qué no le había advertido Leggen con ante<strong>la</strong>ción de que iba a necesitarlo y llevar, así, uno<br />
propio? ¿Tendría algo especial el que llevaba puesto? Tenía un color morado uniforme<br />
mientras que los otros seguían <strong>la</strong> moda trantoriana de dibujos vistosos. Cualquiera que mirara<br />
desde arriba veía un manchón liso moviéndose entre los demás, que eran variopintos, y así<br />
reconocerían al momento al que buscaban.<br />
¿Y Clowzia? Figuraba que se encontraba Arriba para aprender meteorología y ayudar a los<br />
meteorólogos. ¿Cómo era posible que se acercara a él, le hab<strong>la</strong>ra con tanta naturalidad, se lo<br />
llevara tranqui<strong>la</strong>mente lejos de los demás y lo ais<strong>la</strong>ra para que pudiera ser recogido con toda<br />
facilidad?<br />
¿También Dors Venabili? El<strong>la</strong> sabía que iba Arriba, Y no se lo impidió. Podía haber ido con él, pero<br />
estaba convenientemente ocupada.<br />
Era una conspiración. Seguro que se trataba de una conspiración.<br />
Ahora estaba ya completamente convencido de ello y no era cuestión de abandonar el<br />
abrigo de los árboles.<br />
Sentía los pies como bloques de hielo y el golpearlos contra el suelo no le servía de nada. ¿No<br />
se marcharía jamás el mini-jet?<br />
Mientras lo pensaba, el ruido del motor aumentó y <strong>la</strong> nave se elevó hasta que llegó a <strong>la</strong>s nubes<br />
y desapareció.<br />
Seldon escuchó con atención, alerta al menor ruido, asegurándose de que finalmente se había ido.<br />
Pero, una vez tuvo <strong>la</strong> seguridad de ello, se preguntó si no sería una añagaza para hacerle salir de<br />
su escondite. Permaneció donde estaba mientras los minutos se arrastraban y <strong>la</strong> noche seguía<br />
cayendo.<br />
Por fin, cuando sintió que <strong>la</strong> verdadera alternativa a arriesgarse a salir a cielo abierto era <strong>la</strong> de<br />
conge<strong>la</strong>rse, se movió y abandonó cautelosamente el abrigo de los árboles.<br />
En efecto, se estaba haciendo de noche. No podían localizarle si no era mediante el detector de<br />
calor, pero, si lo intentaban, él oiría el regreso del aparato. Esperó un poco, más allá de los árboles,<br />
al acecho, listo para esconderse de nuevo en el bosquecillo al menor ruido..., aunque de qué le<br />
serviría una vez lo hubiesen detectado, no podía ni imaginárselo.<br />
Miró a su alrededor. Si fuera capaz de encontrar a los meteorólogos, seguramente dispondrían<br />
de luz artificial. A excepción de eso, no hal<strong>la</strong>ría nada más.<br />
Aún podía distinguir lo que le rodeaba, y sabía que, al cabo de un cuarto de hora, o media hora a<br />
lo sumo, ya no vería nada. Sin luces y con un cielo nub<strong>la</strong>do sobre su cabeza, estaría a oscuras...,<br />
completamente a oscuras. Desesperado ante <strong>la</strong> perspectiva de verse envuelto por <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s,<br />
Seldon comprendió que, tan deprisa como pudiera, debía buscar el camino de vuelta a <strong>la</strong><br />
depresión que lo había llevado hasta allí, para poder volver sobre sus pasos. Cruzó los brazos con<br />
fuerza sobre el pecho para abrigarse y emprendió lo que creía ser <strong>la</strong> dirección correcta hacia <strong>la</strong><br />
depresión entre <strong>la</strong>s cúpu<strong>la</strong>s.