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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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momento. Todos ellos parecían presa de estados de ánimo que iban de <strong>la</strong> excitación al enfado.<br />

Seldon inspeccionó lo que le rodeaba.<br />

Se hal<strong>la</strong>ba de pie sobre algo que pensó debía ser metal opaco por el sonido que hizo cuando lo<br />

golpeó subrepticiamente con el pie. No obstante, no era metal desnudo. Al andar, iba dejando <strong>la</strong><br />

marca de sus pisadas; <strong>la</strong> superficie estaba cubierta de polvo, o arena fina, o tierra.<br />

Bien, ¿y por qué no iba a ser así? No debía haber nadie que subiera a limpiar el suelo. Se inclinó<br />

para recoger un poco de aquel<strong>la</strong> materia, por pura casualidad.<br />

Clowzia se había acercado a él. Se fijó en lo que había hecho y con <strong>la</strong> expresión del ama de casa<br />

descubierta en vergonzosa negligencia, se excusó:<br />

—A veces venimos a barrer para proteger los instrumentos. Es mucho peor en otros puntos de<br />

Arriba, aunque, en realidad, no tiene ninguna importancia. Sirve como ais<strong>la</strong>nte, ¿sabes?<br />

Seldon asintió y siguió mirando a su alrededor. No había <strong>la</strong> menor posibilidad de que entendiera<br />

aquellos instrumentos que parecían surgir del suelo, de aquel<strong>la</strong> fina capa de tierra (si podía<br />

l<strong>la</strong>marse así). No tenía <strong>la</strong> menor idea de lo que eran o de lo que medían.<br />

Leggen se le acercó. Ponía los pies en el suelo, y los levantaba, con sumo cuidado. Seldon pensó<br />

que andaba de ese modo para evitar sacudidas a los instrumentos. Tomó nota mentalmente de<br />

esforzarse por hacerlo del mismo modo.<br />

—¡Eh, Seldon!<br />

A éste no acabó de gustarle su tono de voz.<br />

—¿Sí, doctor Leggen? —contestó, con aspereza.<br />

—Bien, pues, doctor Seldon —dijo el otro, impaciente—. Ese hombrecito, Randa, me dijo que<br />

usted es matemático.<br />

—En efecto.<br />

—¿De los buenos?<br />

—Me gustaría creer que sí, pero es algo difícil de garantizar.<br />

—¿Y le interesan los problemas difíciles?<br />

—Estoy metido en uno de ellos.<br />

—Y yo en otro. Usted es libre de andar por ahí. Si se le ocurre alguna pregunta Clowzia,<br />

nuestra interna, puede ayudarle. Y usted podría ayudarnos a nosotros.<br />

—Me encantaría hacerlo, sin embargo, no sé nada de meteorología.<br />

—Perfectamente, Seldon. Sólo quiero que se interese por esto. Después, me encantará discutir<br />

mis matemáticas con usted, por lo que valen.<br />

—Estoy a su disposición.<br />

Leggen se alejó, con su a<strong>la</strong>rgado rostro sombrío; de pronto, se detuvo y volvió junto a Seldon.<br />

—Si siente frío..., demasiado frío..., <strong>la</strong> puerta del ascensor está abierta. No tiene más que entrar y<br />

apretar el botón que dice BASE UNIVERSITARIA. Le llevará abajo y el aparato subirá a<br />

buscarnos automáticamente. Clowzia se lo enseñará..., por si se le olvida.<br />

—No se me olvidará.<br />

Esa vez se alejó de verdad y Seldon se le quedó mirando, sintiendo que el frío penetraba, cortante, a<br />

través del jersey. Clowzia regresó a su <strong>la</strong>do, con el rostro algo enrojecido por el viento.<br />

Seldon comentó:<br />

—El doctor Leggen parecía disgustado. ¿O se trata de su forma de ser habitual?<br />

Clowzia se echó a reír.<br />

—La mayor parte del tiempo parece disgustado, pero ahora lo está de verdad.<br />

—¿Por qué? —preguntó Seldon con naturalidad.<br />

Clowzia miró por encima del hombro, con su <strong>la</strong>rga cabellera ondeando al viento.<br />

—No debería saberlo —contestó el<strong>la</strong>—, pero lo sé. El doctor Leggen lo tenía todo previsto para<br />

hoy, porque en estos momentos iba a haber un c<strong>la</strong>ro entre <strong>la</strong>s nubes y había p<strong>la</strong>neado tomar<br />

unas medidas especiales con luz so<strong>la</strong>r. Sólo que..., bueno, fíjate en el tiempo.<br />

Seldon asintió.<br />

—Tenemos receptores de holovisión aquí arriba, o sea, que él ya sabía que estaba nub<strong>la</strong>do, peor<br />

que otras veces, y sospecho que imaginaba que algo fal<strong>la</strong>ba en los instrumentos, así que ellos<br />

serían los culpables, no su teoría. Pero hasta ahora, no han encontrado nada defectuoso.<br />

—Y ésa es <strong>la</strong> razón de que se le vea tan disgustado.<br />

—Bueno, nunca parece contento.<br />

Seldon miró a su alrededor con los ojos entrecerrados. Pese a <strong>la</strong>s nubes, <strong>la</strong> reverberación del sol<br />

era dura. Pudo observar que <strong>la</strong> superficie bajo sus pies no era del todo horizontal. Se hal<strong>la</strong>ba sobre

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