09. Preludio a la Fundación
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
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—No creo que pueda censurar a los trantorianos por gustar del confort de estar dentro —<br />
observó, pensativo—, aunque opino que <strong>la</strong> curiosidad me llevaría a ver algo Arriba. Sí, me<br />
sentiría empujado a ir.<br />
—¿Quieres decir que te gustaría ver <strong>la</strong> meteorología en acción?<br />
—Creo que sí. ¿Cómo se hace para ir Arriba?<br />
—Es fácil. Un ascensor te sube, una puerta se abre, y allí estás. Yo he subido ya. Es... algo<br />
nuevo.<br />
—Dejaría de pensar por un momento en <strong>la</strong> psicohistoria —suspiró Seldon—. Me gustaría ir.<br />
—Mi tío solía decir: «Todo conocimiento es uno», y a lo mejor tenía razón —explicó Randa—.<br />
Quizás aprendas algo de <strong>la</strong> meteorología que te pueda ayudar en tu psicohistoria. ¿Crees que eso<br />
es posible?<br />
Seldon inició una débil sonrisa.<br />
—Muchas cosas lo son. —Y añadió para sí: «Pero nada prácticas.»<br />
22<br />
Dors pareció divertida.<br />
—¿ Meteorología ?<br />
—Sí —contestó Seldon—. Hay un trabajo programado para mañana y subiré con ellos.<br />
—¿Te has cansado de <strong>la</strong> Historia?<br />
Seldon, sombrío, asintió.<br />
—En efecto. Agradeceré el cambio. Además, Randa dice que se trata de un problema demasiado<br />
denso para que sea manejado por un matemático, y que será positivo para mi el darme cuenta<br />
de que mi situación no es única.<br />
—Confío en que no seas agorófogo.<br />
Seldon sonrió.<br />
—No, no lo soy, pero ya veo por qué lo dices. Randa afirma que los trantorianos suelen serlo y<br />
por eso no quieren ir Arriba. Me imagino que se sentirán incómodos sin una val<strong>la</strong> protectora.<br />
—Te darás cuenta de que es natural —asintió Dors—, pero hay también muchos trantorianos<br />
que circu<strong>la</strong>n entre los p<strong>la</strong>netas de <strong>la</strong> Ga<strong>la</strong>xia..., turistas, administradores, soldados. Y <strong>la</strong> agorafobia<br />
no es desconocida en los Mundos Exteriores.<br />
—Tal vez, Dors, pero yo no lo soy. Siento curiosidad y me apetece el cambio, así que mañana<br />
iré con ellos.<br />
Dors pareció titubear.<br />
—Debería subir contigo, pero mañana tengo el día muy cargado... En todo caso, si no eres<br />
agorófobo, no habrá problema y lo pasarás muy bien. Oh, y no te apartes de los meteorólogos. He<br />
oído hab<strong>la</strong>r de gente que se ha perdido.<br />
—Tendré cuidado. Hace mucho tiempo que no me he perdido de verdad.<br />
23<br />
Jenarr Leggen tenía una apariencia oscura. No tanto por su tez, bastante c<strong>la</strong>ra; ni tan<br />
siquiera por sus cejas, muy pob<strong>la</strong>das y oscuras. Era, sobre todo, porque esas cejas estaban como<br />
agazapadas sobre unos ojos hundidos y una nariz <strong>la</strong>rga y prominente. Como resultado de todo ello,<br />
su aspecto resultaba todo menos alegre; sus ojos no sonreían, y cuando hab<strong>la</strong>ba, y eso no ocurría<br />
muy a menudo, su voz sonaba profunda, fuerte, sorprendentemente vibrante saliendo de un<br />
cuerpo tan enclenque como el suyo.<br />
—Necesitarás ropa de más abrigo que ésta, Seldon —le advirtió.<br />
—¿Sí? —exc<strong>la</strong>mó Seldon mirando a su alrededor.<br />
Había dos hombres y dos mujeres preparándose para subir con Leggen y Seldon y, como en el<br />
caso de Leggen, sus satinadas ropas trantorianas estaban cubiertas por gruesos jerseys que, y<br />
no le sorprendió en absoluto, eran de bril<strong>la</strong>ntes colores y atrevidos dibujos. Desde luego, no<br />
había dos iguales. Seldon se miró.<br />
—Lo siento —murmuró—, no lo sabía... Además, no tengo ropa de abrigo apropiada.<br />
—Puedo prestarte algo. Creo que por aquí debe haber un jersey sobrante... Sí, míralo. Está un<br />
poco gastado, aunque es mejor que nada.<br />
—Llevar un jersey de éstos puede producir un calor desagradable —dijo Seldon.<br />
—Aquí, sí —respondió Leggen—. Pero <strong>la</strong>s condiciones de Arriba son distintas. Frío y viento. Es una<br />
pena que no me sobren botas y po<strong>la</strong>inas también; vas a necesitar<strong>la</strong>s dentro de poco.