09. Preludio a la Fundación
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
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ARRIBA<br />
TRANTOR. —... Casi nunca ha sido descrito como un mundo visto desde el espacio. Desde hace<br />
tiempo, ha convencido a <strong>la</strong> mente humana de que es un mundo interior, y su imagen <strong>la</strong> de una<br />
colmena humana existente bajo <strong>la</strong>s cúpu<strong>la</strong>s. Aunque también había un exterior, y existen<br />
holografías tomadas desde el espacio que muestran diversos grados de detalles (véase Figs. 14 y<br />
15). Fíjense que <strong>la</strong> superficie de <strong>la</strong>s cúpu<strong>la</strong>s, <strong>la</strong> cara interior de <strong>la</strong> enorme ciudad, y <strong>la</strong> atmósfera<br />
que <strong>la</strong> envuelve, una superficie l<strong>la</strong>mada Arriba en su tiempo, son...<br />
Enciclopedia Galáctica<br />
21<br />
Sin embargo, al día siguiente, Seldon volvía a encontrarse en <strong>la</strong> biblioteca. En primer lugar,<br />
estaba <strong>la</strong> promesa hecha a Hummin. Le había prometido intentarlo y no podía dejarlo a medias.<br />
En segundo lugar, se lo debía a sí mismo. Le molestaba tener que admitir su fracaso. Todavía no,<br />
por lo menos. No mientras podía, de manera p<strong>la</strong>usible, decirse que seguía unas pistas.<br />
Así que se fijó en <strong>la</strong> lista de libro-pelícu<strong>la</strong>s de consulta que aún no había revisado del todo y<br />
trató de decidir cuál de aquellos desagradables ejemp<strong>la</strong>res tenía <strong>la</strong> mínima posibilidad de<br />
resultarle de utilidad. Ya casi había decidido que <strong>la</strong> respuesta era «ninguno de los de arriba<br />
mencionados» y no veía más salida que ojearlos un poco, uno por uno, cuando una ligera<br />
l<strong>la</strong>mada a <strong>la</strong> pared de su reservado le sorprendió.<br />
Seldon levantó <strong>la</strong> vista y se encontró con que el rostro turbado de Lisung Randa lo miraba por<br />
encima del tabique de separación. Seldon conocía a Randa, se lo había presentado Dors, y había<br />
cenado con él (y con algunos más) en varias ocasiones.<br />
Randa, instructor de psicología, era un hombrecito bajo y gordo, de rostro redondo y alegre y una<br />
sonrisa casi perpetua. Tenía <strong>la</strong> tez amarillenta y los ojos oblicuos, tan característicos en gente de<br />
millones de mundos. Seldon conocía bien aquel tipo étnico porque muchos de los grandes<br />
matemáticos pertenecían a él y había visto sus hologramas con frecuencia. Pero, en Helicón,<br />
nunca se había encontrado con ninguno de esos orientales. (Eran l<strong>la</strong>mados así por tradición,<br />
aunque nadie sabía <strong>la</strong> razón; y se decía que a los propios orientales les molestaba, hasta cierto<br />
punto, aquel<strong>la</strong> calificación, y tampoco nadie sabía el porqué.)<br />
—Hay millones de nosotros en Trantor —le había dicho Randa, sonriendo, sin <strong>la</strong> menor turbación,<br />
dado que Seldon, cuando lo conoció, no había podido reprimir toda muestra de sobresaltada<br />
sorpresa—. También hay muchos del Sur..., piel oscura y cabello ensortijado. ¿No habías visto a<br />
ninguno antes?<br />
—No en Helicón —murmuró Seldon.<br />
—Todos occidentales en Helicón, ¿eh? ¡Qué aburrido! Pero no importa. Tiene que haber de todo.<br />
—Y dejó a Seldon preguntándose por qué había orientales, occidentales, sureños, y ningún<br />
septentrional. Había tratado de encontrar una respuesta al porqué en sus consultas, sin<br />
conseguirlo.<br />
Y, ahora, el rostro simpático de Randa asomaba, mirándole con una expresión de burlona<br />
preocupación.<br />
—¿ Estás bien, Seldon? —preguntó.<br />
—Sí, desde luego. ¿Por qué no iba a estarlo?<br />
—Yo me guío por los sonidos, amigo. Estabas chil<strong>la</strong>ndo.<br />
—¿Chil<strong>la</strong>ndo? —Seldon lo miró, ofendido e incrédulo.<br />
—Bajito. Así. —Randa rechinó los dientes y emitió un sonido ahogado y penetrante que le salió<br />
del fondo de <strong>la</strong> garganta—. Si me he equivocado, te pido perdón por esta intrusión inesperada.<br />
Por favor, perdóname.<br />
—Estás perdonado, Lisung —murmuró Seldon con <strong>la</strong> cabeza baja—. Sí, a veces emito ese ruido,<br />
me lo han dicho. Te aseguro que es del todo inconsciente. Nunca me doy cuenta.<br />
—¿Sabes por qué lo haces?<br />
—Sí, frustración. Frustración.<br />
Randa indicó a Seldon que se acercara y bajó <strong>la</strong> voz un poco más.<br />
—Estamos distrayendo a <strong>la</strong> gente. Salgamos al salón antes de que nos expulsen de aquí.<br />
Una vez en el salón de descanso, mientras tomaban unos refrescos, Randa dijo:<br />
—¿Puedo preguntarte, por simple interés profesional, por qué te sientes frustrado?