09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots. La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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Universidad —dijo para enfocar su mente hacia otro camino. —Y es cierto. —Parece increíblemente indulgente por parte del Gobierno Imperial. Las instituciones docentes de Helicón no son, de ningún modo, tan independientes de las presiones gubernamentales. —Ni en Cinna, tampoco. Ni en cualquier otro Mundo Exterior, excepto, quizás, en uno o dos de los mayores. Trantor es un mundo aparte. —Sí, pero, ¿por qué? —Porque es el centro del Imperio. Aquí, las universidades gozan de enorme prestigio. Cualquier profesional sale de no importa qué Universidad, pero los administradores del Imperio, los altos cargos, los incontables millones de personas que representan los tentáculos del Imperio, tendidos hasta cada rincón de la Galaxia, están preparados aquí mismo, en Trantor. —Nunca he visto las estadísticas... —empezó Seldon. —Te doy mi palabra. Es importante que los funcionarios imperiales tengan una base común, un sentimiento especial por el Imperio. Y no todos pueden ser nativos de Trantor, o los de los mundos exteriores se impacientarían. Por esta razón, Trantor debe atraer millones de forasteros para educarse aquí. No importa de dónde procedan, o cuál sea su acento o su cultura, siempre y cuando adquieran la pátina de Trantor y se identifiquen con el ambiente educativo trantoriano. Esto es lo que mantiene unido al Imperio. Los de los Mundos Exteriores se muestran menos impacientes también cuando una proporción notable de los administradores que representan al Gobierno Imperial son de los suyos por nacimiento y crianza. Seldon volvió a sentirse turbado. Aquello era algo en lo que nunca había pensado, ni por lo más remoto. Se preguntó si alguien podía ser un gran matemático, si lo único que conocía eran las matemáticas. —¿Es esto del dominio público? —observó. —Supongo que no —contestó Dors después de pensarlo—. Hay tanto que aprender que los estudiosos se aferran a su especialidad como a un escudo para evitar tener que aprender más sobre cualquier otra cosa. Tratan de no ahogarse. —Sin embargo, tú sí lo sabes. —Pero es que eso entra en mi especialidad. Soy una historiadora que trata del nacimiento del Trantor Real y esta técnica administrativa fue uno de los medios de que Trantor se sirvió para extender su influencia, y, así, lograr la transición del Trantor Real al Trantor Imperial. Seldon, como si hablara consigo mismo, musitó: —Qué dañino es el exceso de especialización. Recorta el conocimiento en millones de puntos y lo deja desangrarse. —¿Y qué podemos hacer? —Dors se encogió de hombros—. Mira, si Trantor atrae forasteros a sus universidades, tiene que darles algo a cambio de desarraigarles de sus mundos y llevarles a otro extraño, con una estructura increíblemente artificial y modos de vida diferentes. Llevo dos años aquí y todavía no me he acostumbrado. Puede que nunca me acostumbre. Pero, desde luego, no pienso ser administradora, así que no me esfuerzo en sentirme trantoriana. »Y lo que Trantor ofrece a cambio no sólo es la promesa de un puesto de gran status, considerable poder y dinero, por supuesto, sino también libertad. Mientras los estudiantes reciben su educación, son libres para denunciar al Gobierno, manifestarse pacíficamente y descubrir sus propias teorías y puntos de vista. Disfrutan con eso y pueden venir aquí para poder experimentar la sensación de libertad. —Imagino —observó Seldon— que también sirve para aliviar las tensiones. Se desprenden de sus resentimientos, disfrutan de la satisfacción afectada de un joven revolucionario y cuando les llega el momento de ocupar su puesto en la jerarquía imperial, están listos para aceptar prometiendo conformidad y obediencia. Dors asintió. —Puede que tengas razón. En todo caso, el Gobierno, por todas esas razones, mantiene, con exquisito cuidado, la libertad en las universidades. No se trata de ser indulgente..., sólo inteligente. —Y si no piensas en ser administradora, Dors, ¿qué vas a ser? —Historiadora. Enseñaré, utilizaré mis propios libro-películas para la programación. —Pero, poco status, ¿verdad? —Y poco dinero también, Hari, que es más importante. Respecto del status, es el tipo de estira y afloja que deseo evitar. He visto a mucha gente muy bien situada, pero todavía no he visto a nadie

feliz. El status no se mantiene quieto, hay que luchar a cada momento para impedir que se hunda. Incluso los emperadores acaban mal la mayor parte de las veces. Algún día, puede que regrese a Cinna y sea profesora. —Y tú educación trantoriana te dará el status. Dors se echó a reír. —Puede que sí, aunque, ¿a quién le importará en Cinna? Es un mundo aburrido, y siempre podré conseguir una subvención para venir aquí o ir allá a fin de llevar a cabo algo de investigación histórica. Ésta es la ventaja de mi especialidad. —Por el contrario, un matemático —dijo Seldon con un deje de amargura por algo que hasta entonces no le había preocupado— se supone que debe sentarse ante su computadora y pensar. Y hablando de computadoras... —Vaciló. El desayuno había terminado y tuvo la impresión de que ella tendría mil cosas que atender. Mas no parecía tener mucha prisa por marcharse. —¿Sí? Hablando de computadoras, ¿qué? —¿Crees que conseguirías permiso para utilizar la biblioteca de Historia? Ahora ella fue quien vaciló. —Creo que podrá arreglarse. Si trabajas en programación matemática se te considerará, probablemente, como un casi miembro de la facultad, y yo puedo solicitar que se te conceda permiso. Sólo... —Sólo..., ¿qué? —No querría herir tus sentimientos, pero eres un matemático y dices que no sabes nada de historia. ¿Serás capaz de hacer uso de una biblioteca de Historia? Seldon sonrió. —Supongo que se utilizan computadoras muy parecidas a las que hay en la biblioteca de Matemáticas. —En efecto, pero la programación para cada especialidad tiene sus peculiaridades. Desconoces los libro-películas de referencia, los métodos rápidos de selección y rechazo. Puedes ser capaz de encontrar un intervalo hiperbólico a oscuras... —¿Te refieres a un hiperbólico integral? —interrumpió Seldon a media voz. Dors lo ignoró. —Pero tal vez no sepas cómo encontrar los términos del Tratado de Poldark en menos de día y medio. —Supongo que puedo aprender. —Si..., si... —parecía turbada—. Si quieres, puedo hacerte una sugerencia. Doy una clase semanal, una hora diaria, sin puntuación, sobre el empleo de la biblioteca. Es para los no graduados. ¿Considerarías lesivo para tu dignidad asistir a dicha clase..., con los no graduados, quiero decir? Empieza dentro de tres semanas. —-Podrías darme clases particulares. —Seldon se sorprendió del tono sugerente que observó en su propia voz. A ella no se le escapó. —Claro que podría, pero creo que te irá mejor una clase colectiva. Utilizaremos la biblioteca, ¿comprendes?, y al final de la semana se te pedirá que localices información sobre determinados temas de interés histórico. Competirás con los otros estudiantes continuamente y eso te ayudará a aprender. Las clases particulares serían menos eficientes, te lo aseguro. No obstante, comprendo la dificultad de competir con los jóvenes estudiantes. Si no lo haces tan bien como ellos puedes sentirte humillado. Deberás recordar que ellos han estudiado Historia elemental y tú tal vez no. —No. Nada de «tal vez». Pero no temo a la competencia y no me importará ninguna humillación que pueda presentarse..., si consigo aprender los trucos del juego de la referencia histórica. Resultaba claro para Seldon que la joven empezaba a gustarle y que le encantaba la posibilidad de ser enseñado por ella. También se daba cuenta de que había llegado, mentalmente, a un punto crucial. Había prometido a Hummin intentar sacar una psicohistoria práctica, pero ésa había sido una promesa de la mente y no de los sentidos. Ahora, estaba decidido a agarrar la psicohistoria por el cuello, si fuera preciso, a fin de hacerla práctica. Tal decisión era debida, quizás, a la influencia de Dors Venabili. ¿O acaso Hummin había contado con ello? Hummin, decidió Seldon, podía ser una persona formidable en verdad.

Universidad —dijo para enfocar su mente hacia otro camino.<br />

—Y es cierto.<br />

—Parece increíblemente indulgente por parte del Gobierno Imperial. Las instituciones docentes de<br />

Helicón no son, de ningún modo, tan independientes de <strong>la</strong>s presiones gubernamentales.<br />

—Ni en Cinna, tampoco. Ni en cualquier otro Mundo Exterior, excepto, quizás, en uno o dos de los<br />

mayores. Trantor es un mundo aparte.<br />

—Sí, pero, ¿por qué?<br />

—Porque es el centro del Imperio. Aquí, <strong>la</strong>s universidades gozan de enorme prestigio. Cualquier<br />

profesional sale de no importa qué Universidad, pero los administradores del Imperio, los altos<br />

cargos, los incontables millones de personas que representan los tentáculos del Imperio, tendidos<br />

hasta cada rincón de <strong>la</strong> Ga<strong>la</strong>xia, están preparados aquí mismo, en Trantor.<br />

—Nunca he visto <strong>la</strong>s estadísticas... —empezó Seldon.<br />

—Te doy mi pa<strong>la</strong>bra. Es importante que los funcionarios imperiales tengan una base común, un<br />

sentimiento especial por el Imperio. Y no todos pueden ser nativos de Trantor, o los de los mundos<br />

exteriores se impacientarían. Por esta razón, Trantor debe atraer millones de forasteros para<br />

educarse aquí. No importa de dónde procedan, o cuál sea su acento o su cultura, siempre y<br />

cuando adquieran <strong>la</strong> pátina de Trantor y se identifiquen con el ambiente educativo trantoriano.<br />

Esto es lo que mantiene unido al Imperio. Los de los Mundos Exteriores se muestran menos<br />

impacientes también cuando una proporción notable de los administradores que representan al<br />

Gobierno Imperial son de los suyos por nacimiento y crianza.<br />

Seldon volvió a sentirse turbado. Aquello era algo en lo que nunca había pensado, ni por lo más<br />

remoto. Se preguntó si alguien podía ser un gran matemático, si lo único que conocía eran <strong>la</strong>s<br />

matemáticas.<br />

—¿Es esto del dominio público? —observó.<br />

—Supongo que no —contestó Dors después de pensarlo—. Hay tanto que aprender que los<br />

estudiosos se aferran a su especialidad como a un escudo para evitar tener que aprender más<br />

sobre cualquier otra cosa. Tratan de no ahogarse.<br />

—Sin embargo, tú sí lo sabes.<br />

—Pero es que eso entra en mi especialidad. Soy una historiadora que trata del nacimiento del<br />

Trantor Real y esta técnica administrativa fue uno de los medios de que Trantor se sirvió para<br />

extender su influencia, y, así, lograr <strong>la</strong> transición del Trantor Real al Trantor Imperial.<br />

Seldon, como si hab<strong>la</strong>ra consigo mismo, musitó:<br />

—Qué dañino es el exceso de especialización. Recorta el conocimiento en millones de puntos y lo<br />

deja desangrarse.<br />

—¿Y qué podemos hacer? —Dors se encogió de hombros—. Mira, si Trantor atrae forasteros a<br />

sus universidades, tiene que darles algo a cambio de desarraigarles de sus mundos y llevarles a<br />

otro extraño, con una estructura increíblemente artificial y modos de vida diferentes. Llevo dos<br />

años aquí y todavía no me he acostumbrado. Puede que nunca me acostumbre. Pero, desde<br />

luego, no pienso ser administradora, así que no me esfuerzo en sentirme trantoriana.<br />

»Y lo que Trantor ofrece a cambio no sólo es <strong>la</strong> promesa de un puesto de gran status, considerable<br />

poder y dinero, por supuesto, sino también libertad. Mientras los estudiantes reciben su<br />

educación, son libres para denunciar al Gobierno, manifestarse pacíficamente y descubrir sus<br />

propias teorías y puntos de vista. Disfrutan con eso y pueden venir aquí para poder<br />

experimentar <strong>la</strong> sensación de libertad.<br />

—Imagino —observó Seldon— que también sirve para aliviar <strong>la</strong>s tensiones. Se desprenden de sus<br />

resentimientos, disfrutan de <strong>la</strong> satisfacción afectada de un joven revolucionario y cuando les llega<br />

el momento de ocupar su puesto en <strong>la</strong> jerarquía imperial, están listos para aceptar prometiendo<br />

conformidad y obediencia.<br />

Dors asintió.<br />

—Puede que tengas razón. En todo caso, el Gobierno, por todas esas razones, mantiene, con<br />

exquisito cuidado, <strong>la</strong> libertad en <strong>la</strong>s universidades. No se trata de ser indulgente..., sólo<br />

inteligente.<br />

—Y si no piensas en ser administradora, Dors, ¿qué vas a ser?<br />

—Historiadora. Enseñaré, utilizaré mis propios libro-pelícu<strong>la</strong>s para <strong>la</strong> programación.<br />

—Pero, poco status, ¿verdad?<br />

—Y poco dinero también, Hari, que es más importante. Respecto del status, es el tipo de estira y<br />

afloja que deseo evitar. He visto a mucha gente muy bien situada, pero todavía no he visto a nadie

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