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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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—Cae <strong>la</strong> tarde, y va entrando <strong>la</strong> noche.<br />

Seldon alzó <strong>la</strong>s cejas y plegó <strong>la</strong> boca.<br />

—¡Es impresionante! Tengo una imagen del p<strong>la</strong>neta entero oscureciendo y, dentro de unas<br />

horas, iluminándose de nuevo.<br />

Hummin se permitió su vaga sonrisa, cautelosa.<br />

—No del todo, Seldon. El p<strong>la</strong>neta no oscurece nunca del todo..., ni se ilumina del todo. La<br />

sombra del atardecer lo recorre de manera gradual, seguida, medio día después, por <strong>la</strong> lenta luz<br />

del alba. En realidad, el efecto luminoso sigue a <strong>la</strong> verdadera noche y al día por encima de <strong>la</strong>s<br />

cúpu<strong>la</strong>s, así que a mayor altitud, el día y <strong>la</strong> noche cambian de duración según <strong>la</strong>s estaciones.<br />

—¿Por qué cerrar el p<strong>la</strong>neta y luego imitar cómo sería, descubierto? —preguntó Seldon.<br />

—Me figuro que porque <strong>la</strong> gente lo prefiere así. Los trantorianos aprecian <strong>la</strong>s ventajas de estar<br />

encerrados, pero no les gusta que se les recuerde. Seldon, sabes muy poco de <strong>la</strong> psicología<br />

trantoriana.<br />

Éste se ruborizó. Era un simple heliconiano y conocía muy poco sobre los millones de mundos<br />

fuera del suyo. Su ignorancia no se limitaban a Trantor. ¿Cómo, entonces, podía esperar<br />

encontrar aplicaciones prácticas a su teoría de <strong>la</strong> psicohistoria?<br />

¿Cómo podía cualquier número de personas, todas juntas, conocer lo bastante?<br />

A Seldon, todo esto le recordaba una pregunta que le habían p<strong>la</strong>nteado de niño: «¿Puede haber<br />

una pieza re<strong>la</strong>tivamente pequeña de p<strong>la</strong>tino, con asas incorporadas, que <strong>la</strong> fuerza desnuda de un<br />

grupo de personas no pueda levantar, por muchas que éstas sean?»<br />

La respuesta era sí. Un metro cúbico de p<strong>la</strong>tino pesa 22.420 kilos bajo <strong>la</strong> fuerza normal de<br />

gravedad. Si se sabe que cada persona puede levantar 120 kilos del suelo, entonces, 188 personas<br />

bastarían para levantar el cubo de p<strong>la</strong>tino... Pero, 188 personas no se podrían insta<strong>la</strong>r alrededor<br />

de él para que cada uno pudiera conseguir asirlo. Quizá no podrían colocarse más de 9 personas.<br />

Y <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>ncas u otros artilugios no estaban autorizados. Tenía que ser <strong>la</strong> «fuerza desnuda, sin<br />

ayudas».<br />

Del mismo modo, podría ocurrir que no hubiera bastante gente para manejar el total de<br />

conocimiento necesario para <strong>la</strong> psicohistoria, incluso si los datos estaban acumu<strong>la</strong>dos en <strong>la</strong>s<br />

computadoras, más que en cerebros humanos. Sólo determinadas personas podrían reunirse<br />

junto al conocimiento, por decirlo así, y comunicarlo.<br />

—Pareces preocupado, Seldon —comentó Hummin.<br />

—Estoy considerando mi propia ignorancia.<br />

—Un trabajo muy útil. Cuatrillones de personas podrían, provechosamente, reunirse contigo... Pero<br />

es hora de bajar.<br />

—¿Cómo puedes darte cuenta?<br />

—Lo mismo que tú el primer día que subiste a un expreso en Trantor. Me guío por los letreros.<br />

Seldon se fijó en uno al pasar: UNIVERSIDAD DE STREELING-3 MINUTOS.<br />

—Bajaremos en <strong>la</strong> próxima estación. Ten cuidado.<br />

Seldon siguió a Hummin fuera del vagón, observando que el cielo tenía, entonces, un color<br />

violeta profundo y que los caminos, corredores y edificios iban iluminándose, bañándose en una<br />

luz amarillenta.<br />

Podía haberse tratado del comienzo de una noche en Helicón. Si le hubieran dejado allí, con los<br />

ojos vendados, retirándole luego <strong>la</strong> venda, hubiera tenido <strong>la</strong> seguridad de encontrarse en algún<br />

lugar especialmente bien edificado del interior de una de <strong>la</strong>s mayores ciudades de Helicón.<br />

—¿Cuánto tiempo supones que deberé permanecer en <strong>la</strong> Universidad de Streeling, Hummin? —<br />

quiso saber.<br />

—Es difícil decirlo, Seldon. Quizá toda tu vida —respondió Hummin con su habitual p<strong>la</strong>cidez.<br />

—¿Qué?<br />

—Tal vez no. Pero tu vida dejó de pertenecerte en el momento en que leíste tu disertación sobre<br />

psicohistoria. Al instante, el Emperador y Demerzel reconocieron tu importancia. Yo también. Y<br />

quién sabe cuántos más. Verás, eso significa que ya no te perteneces.

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