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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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otro como Sweetsmell o algo parecido, provocarían una revuelta.<br />

—Por supuesto —asintió Seldon que, de pronto, olfateó el aire con insistencia—. ¡Qué mal<br />

huele aquí!<br />

—Casi todo Trantor huele mal, pero acabarás acostumbrándote.<br />

—Me alegro de que nos encontremos ya aquí —dijo Seldon—. No porque me guste esto, sino<br />

porque empezaba a cansarme de estar sentado en el taxi. Viajar por Trantor debe ser horroroso.<br />

En Helicón, podemos ir de un lugar a otro por aire, en menos tiempo del que nos ha llevado<br />

recorrer menos de dos mil kilómetros para venir aquí.<br />

—También tenemos reactores.<br />

—Pero, entonces, por qué...<br />

—Yo podía arreg<strong>la</strong>r un trayecto en aerotaxi dentro de un cierto anonimato. Hubiera sido<br />

más difícil en un jet. Y dejando de <strong>la</strong>do lo seguro que es esto, estaría más tranquilo si Demerzel<br />

no supiera con exactitud dónde te encuentras... En realidad, no hemos acabado aún. Vamos a<br />

tomar un expreso para <strong>la</strong> etapa final.<br />

Seldon conocía el vehículo.<br />

—Es uno de esos monorraíles abiertos que circu<strong>la</strong>n sobre un campo electromagnético, ¿verdad?<br />

—Sí.<br />

—En Helicón no los tenemos. En realidad, tampoco los necesitamos. Viajé en un expreso el primer<br />

día que estuve en Trantor. Me llevó del aeropuerto al hotel. Fue una novedad para mí, aunque si<br />

tuviera que utilizarlo todo el tiempo, me imagino que el ruido y <strong>la</strong> gente me resultarían<br />

abrumadores.<br />

Hummin pareció divertido.<br />

—¿Te perdiste? —preguntó.<br />

—No, <strong>la</strong>s indicaciones estaban muy c<strong>la</strong>ras. El problema estribaba en <strong>la</strong> entrada y <strong>la</strong> salida, pero me<br />

ayudaron. Todo el mundo sabía que era extranjero por mis ropas, ahora me doy cuenta. No<br />

obstante, parecían ansiosos por ayudarme; me imagino que debía resultarles divertido ver cómo<br />

vaci<strong>la</strong>ba y me tambaleaba.<br />

—Pero ahora, como experto en expresos, ni vaci<strong>la</strong>rás ni te tambalearás —dijo Hummin con<br />

tono amable aunque se le notaba un ligero temblor en <strong>la</strong>s comisuras de sus <strong>la</strong>bios—. Venga,<br />

vamos.<br />

Anduvieron tranqui<strong>la</strong>mente por <strong>la</strong> calle, que aparecía iluminada como uno podía esperar que<br />

estuviera en un día nub<strong>la</strong>do, y <strong>la</strong> luz subía y bajaba como si el sol se asomara de vez en<br />

cuando por entre <strong>la</strong>s nubes. Con aire maquinal, Seldon levantó <strong>la</strong> vista para asegurarse de si<br />

éste era el caso, pero el «cielo», arriba, estaba vacío y luminoso. Hummin se dio cuenta de su<br />

gesto.<br />

—Estas variaciones de luz parecen agradar a <strong>la</strong> psique humana —comentó—. Hay días en que <strong>la</strong><br />

calle parece inundada de sol y otros en que está más oscura que ahora.<br />

—Pero, ¿no llueve, ni nieva?<br />

—Ni hay escarcha, ni pedrisco. Ni un alto grado de humedad, ni frío g<strong>la</strong>cial. Trantor, incluso<br />

ahora, Seldon, tiene sus ventajas.<br />

Había bastante gente andando en ambas direcciones y una considerable cantidad de jóvenes y<br />

también algunos niños en compañía de adultos, pese a lo que Hummin había hab<strong>la</strong>do sobre <strong>la</strong><br />

natalidad. Todos parecían razonablemente prósperos y honrados. Ambos sexos estaban<br />

representados por igual y sus ropas eran c<strong>la</strong>ramente más discretas de lo que había visto en el<br />

Sector Imperial. Su propio traje, elegido por Hummin, encajaba allí a <strong>la</strong> perfección. Muy pocos<br />

llevaban puesto el sombrero y Seldon, agradecido, se quitó el suyo y lo dejó colgando a un<br />

<strong>la</strong>do.<br />

No había abismos profundos separando los dos <strong>la</strong>dos del camino y, como Hummin le hab<strong>la</strong><br />

advertido en el Sector Imperial, caminaban a ras de suelo. Tampoco se veían vehículos y Seldon<br />

se lo hizo notar a Hummin.<br />

—Hay abundancia de ellos en el Sector Imperial porque se trata de vehículos oficiales —<br />

respondió Hummin—. En otras partes, los vehículos particu<strong>la</strong>res son escasos y los que hay<br />

utilizan túneles reservados para ellos. En realidad, su uso no es necesario porque disponemos de<br />

expresos y, para distancias cortas, de corredores mecánicos. Para distancias más cercanas<br />

tenemos calles y podemos utilizar <strong>la</strong>s piernas.<br />

Seldon oía ocasionales suspiros contenidos y crujidos y, a cierta distancia, distinguió el incesante<br />

paso de los expresos.

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