09. Preludio a la Fundación
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
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DORS<br />
SELDON, HARI. — ... Es costumbre pensar en Han Seldon sólo en re<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong> psicohistoria; verle<br />
como matemático y cambio social, personificados. Es indudable que él mismo favoreció esta idea,<br />
porque, en ningún momento de sus publicaciones serias, dio <strong>la</strong> menor explicación sobre cómo llegó<br />
a resolver los diversos problemas de <strong>la</strong> psicohistoria. Por lo que nos dice, sus saltos mentales<br />
pudieron ser captados en el aire. Tampoco nos hab<strong>la</strong> de los callejones sin salida con que se encontró<br />
o los caminos equivocados que pudo haber tomado.<br />
... En cuanto a su vida privada, está en b<strong>la</strong>nco. Sobre sus padres y familiares, conocemos un<br />
montón de hechos sueltos, nada más. Su único hijo, Raych Seldon, se sabe que fue adoptado, pero<br />
también se desconoce cómo ocurrió. Sobre su esposa, sólo sabemos que existió. Es obvio que<br />
Seldon quería ser un número, excepto en lo concerniente a <strong>la</strong> psicohistoria. Fue como pensar<br />
que sintió, o que quería que se sintiera, que no vivió, sino que, simplemente, psicohistorificó.<br />
Enciclopedia Galáctica<br />
91<br />
Hummin siguió sentado, tranquilo, sin mover un solo músculo, sin apartar <strong>la</strong> vista de Seldon,<br />
mientras que éste, por su parte, esperaba. Pensaba que era él, Hummin, quien debía hab<strong>la</strong>r<br />
primero.<br />
Así lo hizo Hummin, que se limitó a decir:<br />
—¿Un robot? ¿Yo? Por robot, supongo que te refieres a un ser artificial tal como el objeto que<br />
viste en el Sacratorium de Mycogen.<br />
—No del todo.<br />
—¿No de metal? ¿No bruñido? ¿No un simu<strong>la</strong>cro sin vida? —fue preguntando Hummin, sin el<br />
menor asomo lúdico.<br />
—No. Tener vida artificial no es ser de metal necesariamente. Hablo de un robot indistinguible,<br />
en apariencia, de un ser humano.<br />
—Si es indistinguible, Hari, ¿cómo puedes distinguirlo?<br />
—No por su aspecto.<br />
—Explícamelo.<br />
—Hummin, en el curso de mi huida de ti como Demerzel, oí hab<strong>la</strong>r de dos antiguos mundos, ya<br />
te lo he dicho: Aurora y Tierra. Cada uno parecía ser considerado como el primero y único<br />
mundo. En ambos casos, se habló de robots, pero con una diferencia.<br />
Seldon miraba pensativo al hombre que tenía sentado de<strong>la</strong>nte, preguntándose si, de un modo u<br />
otro, daría signos de que era menos que un hombre..., o más.<br />
—Cuando se trataba de Aurora —siguió diciendo—, se hab<strong>la</strong>ba de un robot, un renegado, un<br />
traidor, alguien que había desertado de <strong>la</strong> causa. Cuando se trataba de Tierra, se hab<strong>la</strong>ba de un<br />
robot como de un héroe, uno que representaba <strong>la</strong> salvación. ¿Es mucho suponer que se trataba<br />
del mismo robot?<br />
—¿Qué? —murmuró Hummin.<br />
—Eso fue lo que pensé, Hummin. Pensé que Tierra y Aurora eran dos mundos separados,<br />
coexistentes en el tiempo. Ignoro cuál precedió al otro. Por <strong>la</strong> arrogancia y el consciente sentido<br />
de superioridad de los mycogenios, yo podía suponer que Aurora había sido el mundo original y<br />
que allí despreciaban a los terríco<strong>la</strong>s que emanaban de ellos..., o que degeneraban de ellos.<br />
»Por el contrario, Mamá Rittah, que me habló de Tierra, estaba convencida de que éste fue el<br />
mundo original de <strong>la</strong> Humanidad y, ciertamente, <strong>la</strong> pequeña y ais<strong>la</strong>da posición de los<br />
mycogenios en una ga<strong>la</strong>xia de cuatrillones de gente que carece del extraño carácter de los<br />
mycogenios, podría significar que Tierra fue, en verdad, el mundo original y Aurora, su<br />
vástago aberrante. No puedo decirlo, pero te paso mi pensamiento para que tú puedas<br />
comprender mi conclusión final.<br />
—Comprendo lo que estás haciendo —asintió Hummin—. Por favor, continúa.<br />
—Ambos mundos eran enemigos. Así nos lo dio a entender Mamá Rittah. Cuando comparo los<br />
mycogenios que parecen representar a los auroranos, con los dahlitas que parecen<br />
representar a los terríco<strong>la</strong>s, imagino que Aurora, ya fuera primera o segunda, fue, no obstante, <strong>la</strong><br />
más avanzada, <strong>la</strong> que pudo producir robots más complicados, incluso los indistinguibles de los<br />
seres humanos, en apariencia. Ese robot fue diseñado y confeccionado en Aurora. Para <strong>la</strong> gente de