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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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—¿Por qué no? —observó Seldon—. Hace poco hemos estado viviendo en Mycogen, donde <strong>la</strong>s<br />

mujeres no cuentan para nada y no pueden ostentar cargos ni dignidades por insignificantes que<br />

éstos sean.<br />

—Sí, por supuesto, pero eso representa una excepción. Hay otros lugares en los que <strong>la</strong>s mujeres<br />

dominan. No obstante, en su mayor parte, el Gobierno y el poder han estado más o menos<br />

equilibrados entre ambos sexos. Si hay más hombres que tienden a ocupar altos cargos, suele<br />

ser debido a que <strong>la</strong>s mujeres tienden a verse más sujetas, biológicamente, a los hijos.<br />

—Pero, ¿cuál es <strong>la</strong> situación de Wye?<br />

—Equisexual, por lo que yo sé. Rashelle no dudó en asumir el poder mediante <strong>la</strong> Alcaldía, y<br />

me imagino que el viejo Mannix no vaciló en cedérselo. Y ahora se ha sentido sorprendida y<br />

furiosa al encontrarse con <strong>la</strong> oposición de los hombres. No podía esperar algo así.<br />

—Estás encantada con todo esto, ¿verdad? —preguntó Seldon—. ¿Por qué?<br />

—Muy sencillo. Se trata de algo tan poco natural, que debe ser provocado, y me imagino que<br />

Hummin tiene algo que ver con esa provocación.<br />

—¿Piensas eso?<br />

—Sí.<br />

—¿Sabes una cosa?, yo también.<br />

89<br />

Era su décimo día en Wye y por <strong>la</strong> mañana. La señal de <strong>la</strong> puerta de Hari Seldon sonó<br />

mientras <strong>la</strong> voz excitada de Raych gritaba del otro <strong>la</strong>do:<br />

—¡Señor, señor! ¡Es <strong>la</strong> guerra!<br />

Seldon tardó unos segundos en despejarse, despertar del todo y saltar de <strong>la</strong> cama. Temb<strong>la</strong>ba<br />

ligeramente (los wyeianos preferían sus domicilios más bien fresquitos, lo había descubierto a<br />

poco de llegar), cuando fue a abrir <strong>la</strong> puerta.<br />

Raych entró de un salto, con los ojos muy abiertos, excitado.<br />

—¡Doctor Seldon, tienen a Mannix, el viejo alcalde! ¡Ellos tienen...!<br />

—¿Quiénes tienen, Raych? —le interrumpió Seldon.<br />

—Los Imperiales. Sus jets llegaron anoche de todas partes. Las holonoticias están diciéndolo<br />

todo ahora. Las hemos oído en el cuarto de <strong>la</strong> señora. Dijo que le dejara dormir, pero yo he<br />

pensado que usted querría saberlo.<br />

—Y tenías razón —dec<strong>la</strong>ró Seldon, entreteniéndose sólo para echarse un albornoz por encima y<br />

precipitarse a <strong>la</strong> habitación de Dors.<br />

El<strong>la</strong> se encontraba vestida del todo y contemp<strong>la</strong>ba el holoproyector.<br />

Sentado al otro <strong>la</strong>do de una mesa, había un hombre, con <strong>la</strong> insignia de <strong>la</strong> Nave y el Sol en <strong>la</strong><br />

parte izquierda de su guerrera. A ambos <strong>la</strong>dos suyos, dos soldados, también con <strong>la</strong> misma<br />

insignia, se mantenían de pie, armados. El oficial iba diciendo:<br />

—... Se hal<strong>la</strong> bajo control pacífico de su Majestad Imperial. El Alcalde Mannix está a salvo, bien y<br />

en plena posesión de sus funciones de alcalde bajo <strong>la</strong> protección de <strong>la</strong>s tropas Imperiales. No<br />

tardará en encontrarse ante vosotros para tranquilizar a todos los habitantes de Wye y pedir a<br />

sus tropas que depongan <strong>la</strong>s armas.<br />

Había otras holonoticias por parte de periodistas con voces indiferentes, todos ellos con <strong>la</strong><br />

insignia Imperial en los brazaletes. Las noticias eran siempre <strong>la</strong>s mismas: <strong>la</strong> rendición de ésta u<br />

otra unidad de <strong>la</strong>s Fuerzas de Seguridad de Wye, tras disparar unas pocas ráfagas para que<br />

quedara patente... Otras veces, sin ninguna resistencia. Ese centro ciudadano y aquel otro estaban<br />

ocupados... Y mostraban repetidas vistas de <strong>la</strong> muchedumbre contemp<strong>la</strong>ndo, sombría, cómo <strong>la</strong>s<br />

Fuerzas Imperiales desfi<strong>la</strong>ban por <strong>la</strong>s calles.<br />

—Ha sido perfectamente ejecutado, Hari —comentó Dors—. Una sorpresa completa. No han<br />

tenido ni <strong>la</strong> oportunidad de resistirse y no se ha presentado ninguna de <strong>la</strong>s consecuencias.<br />

El alcalde, Mannix IV, apareció en <strong>la</strong> pantal<strong>la</strong>, tal como les habían prometido. Se mantenía<br />

erguido y, tal vez para salvar <strong>la</strong>s apariencias, no había Imperiales a <strong>la</strong> vista, aunque Seldon<br />

estaba casi seguro de que un número adecuado de ellos se encontraba presente, fuera del alcance<br />

de <strong>la</strong> cámara.<br />

Mannix era viejo, pero su fuerza, aunque disminuida, seguía siendo aparente. Sus ojos no<br />

miraron a <strong>la</strong> holocámara y sus pa<strong>la</strong>bras fueron pronunciadas como si alguien le estuviera<br />

obligando, mas, de acuerdo con lo prometido, aconsejó a los habitantes de Wye que mantuvieran<br />

<strong>la</strong> calma, que no ofrecieran resistencia, que mantuvieran Wye a salvo de cualquier daño y que

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