09. Preludio a la Fundación
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
—¡Bah, venga, señora! ¿Qué se ha creído que soy? ¿Un niño o algo así?<br />
—Tú mismo lo has dicho hace un momento, ¿no es así, Raych? Debes escuchar todo lo que se<br />
dice sin parecer que lo haces. Y acuérdate bien de lo que oigas. Y cuéntanoslo después. Es<br />
bastante fácil.<br />
—Bastante fácil para usted decirlo, doctora Venabili —dijo Raych con un guiño—, y bastante<br />
fácil para mí hacerlo.<br />
—Ten cuidado.<br />
Raych le guiñó un ojo.<br />
—¡Y que lo diga!<br />
Un <strong>la</strong>cayo (tan fríamente y mal educado como sólo un <strong>la</strong>cayo arrogante puede serlo) acudió a<br />
recoger a Raych para acompañarlo a donde Rashelle lo esperaba.<br />
Seldon los vio alejarse, pensativo.<br />
—Probablemente no verá el zoológico, sino que lo escuchará todo sin perder pa<strong>la</strong>bra. No sé si<br />
está bien que metamos al niño en semejante peligro.<br />
—¿Peligro? Lo dudo. Recuerda que Raych se ha criado en el arroyo de Billibotton. Supongo que<br />
tiene más recursos que tú y yo juntos. Además, Rashelle le tiene un cariño especial e interpretará a<br />
su favor todo lo que él haga... Pobre mujer.<br />
—¿Acaso <strong>la</strong> compadeces, Dors?<br />
—¿Quieres decir que no merece simpatía por el hecho de ser hija de un alcalde, considerarse<br />
alcaldesa por derecho propio, y estar decidida a destruir el Imperio? Quizá tengas razón, pero,<br />
pese a todo, hay aspectos en el<strong>la</strong> por los que uno puede mostrar simpatía. Por ejemplo, tuvo<br />
un amor desgraciado. Eso es evidente. Indudablemente, se le partió el corazón..., durante<br />
un cierto tiempo, por lo menos.<br />
—¿Has tenido alguna vez un amor desgraciado, Dors?<br />
Dors lo estuvo pensando.<br />
—Creo que no —respondió—. Estoy demasiado sumida en mi trabajo para que se me parta el<br />
corazón.<br />
—Ya me lo figuraba.<br />
—Entonces, ¿por qué me lo has preguntado?<br />
—Podía haberme equivocado.<br />
—Han pasado cinco días —dijo Seldon, después de una pausa— y no hemos sabido nada.<br />
—Excepto que nos tratan muy bien, Hari.<br />
—Si los animales pudieran hab<strong>la</strong>r y pensar, dirían que están bien tratados cuando, en realidad,<br />
están siendo engordados para ser sacrificados.<br />
—Admito que el<strong>la</strong> está cebando al Imperio para <strong>la</strong> matanza.<br />
—Pero, ¿cuándo?<br />
—Supongo que lo hará cuando el<strong>la</strong> se crea preparada.<br />
—Presumió de que no tenía problema para completar el golpe en un día, y <strong>la</strong> impresión que a<br />
mí me dio fue que podía llevarlo a cabo en cualquier día.<br />
—Incluso si eso fuera cierto, el<strong>la</strong> querría estar segura de poder cortar de raíz <strong>la</strong> reacción<br />
Imperial, y eso tiene que llevarle algún tiempo.<br />
—¿Cuánto tiempo? Pretende impedir esa reacción Imperial, pero no hace ningún esfuerzo por<br />
conseguirlo. No hay indicios de que me esté dando ninguna importancia ante los demás. Vaya<br />
por donde vaya en Wye, nadie me reconoce. No hay masas de gente que me vitoreen. Nada sobre<br />
mí en <strong>la</strong>s holonoticias.<br />
Dors sonrió.<br />
—Uno podría llegar a suponer que te duele que no te consideren famoso. Eres un ingenuo, Hari. O<br />
no eres historiador, lo cual viene a ser casi lo mismo. Creo que deberías sentirte más contento de<br />
que el estudio de <strong>la</strong> psico-historia hará de ti un historiador, que de poder salvar al Imperio, Si<br />
todos los seres humanos comprendieran <strong>la</strong> Historia, podrían dejar de cometer los mismos<br />
estúpidos errores una y otra vez.<br />
—¿Por qué dices que soy un ingenuo? —preguntó Seldon mirándo<strong>la</strong> por encima de <strong>la</strong> nariz.<br />
—No te ofendas, Hari. Creo que, en realidad, es uno de tus mayores atractivos.<br />
—Lo sé. Despierta tu instinto maternal y además se te ha pedido que cuides de mí. ¿En qué<br />
soy un ingenuo?<br />
—Al pensar que Rashelle trataría de hacer propaganda entre <strong>la</strong> gente del Imperio, en general,<br />
para que te aceptaran como vidente. De ese modo, el<strong>la</strong> no conseguiría nada. Es muy difícil