09. Preludio a la Fundación
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
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CAÍDA<br />
THALUS, EMMER. — ... Un sargento de <strong>la</strong>s Fuerzas de Seguridad Armadas del Sector de Wye, en<br />
el antiguo Trantor...<br />
... Aparte de estas estadísticas sin importancia vital, nada se sabe del hombre, excepto que, en<br />
cierta ocasión, tuvo en sus manos el destino de <strong>la</strong> Ga<strong>la</strong>xia.<br />
Enciclopedia Galáctica<br />
87<br />
A <strong>la</strong> mañana siguiente, el desayuno se sirvió en un gabinete cercano a <strong>la</strong>s habitaciones de los tres<br />
cautivos y fue espléndido de verdad. Había enorme variedad de comida y más que suficiente<br />
de todo.<br />
Seldon tenía ante sí una montaña de salchichas especiales, ignorando <strong>la</strong>s oscuras predicciones de<br />
Dors Venabili sobre estómagos y cólicos.<br />
—La mujer... —dijo Raych—, <strong>la</strong> Señora Alcaldesa, cuando vino a verme anoche, me...<br />
—¿Vino a verte? —le interrumpió Seldon.<br />
—Sí. Dijo que quería asegurarse de que estaba cómodo. También me prometió que, cuando<br />
pudiera, me llevaría a un zoológico.<br />
—¿A un zoológico? —Seldon miró a Dors—. ¿Qué c<strong>la</strong>se de «zoo» pueden tener en Trantor?<br />
¿Gatos y perros?<br />
—Hay algún animal aborigen —explicó Dors—, y me imagino que importan aborígenes de otros<br />
mundos. también están los animales compartidos que hay en todos los mundos..., otros mundos que<br />
tienen más que Trantor. En realidad, Wye posee un zoológico famoso, quizás el mejor del p<strong>la</strong>neta,<br />
después del propio «zoo» Imperial.<br />
—Es una vieja señora estupenda —observó Raych.<br />
—No tan vieja —dijo Dors—, y nos alimenta bien.<br />
—Algo es algo —comentó Seldon.<br />
Cuando terminaron de desayunar, Raych se fue de exploración.<br />
Una vez se hubieron retirado a <strong>la</strong> habitación de Dors, Seldon observó con marcado descontento:<br />
—No sé por cuánto tiempo nos dejarán tranquilos. Seguro que ha estado tramando formas de<br />
ocupar nuestro tiempo.<br />
—En realidad, no podemos quejarnos por el momento. Estamos mucho más cómodos aquí que en<br />
Mycogen o en Dahl.<br />
—Dors, ¿no te habrás dejado embaucar por esta mujer?<br />
—¿Yo? ¿Por Rashelle? Pues c<strong>la</strong>ro que no. ¿Cómo puedes pensar semejante cosa?<br />
—Bueno, estás bien insta<strong>la</strong>da. Bien alimentada. Sería natural bajar <strong>la</strong> guardia y aceptar lo que <strong>la</strong><br />
fortuna nos depara.<br />
—Sí, muy natural. ¿Y por qué no hacerlo?<br />
—Mira, anoche estuviste diciendo lo que va a ocurrir si el<strong>la</strong> gana. Puede que yo no tenga<br />
mucho de historiador, pero estoy dispuesto a creerte, porque tus pa<strong>la</strong>bras eran muy sensatas,<br />
incluso para el que no es historiador. El Imperio se hará pedazos y sus astil<strong>la</strong>s lucharán unas<br />
con otras por..., por,..., indefinidamente. Tiene que ser detenida.<br />
—De acuerdo —asintió Dors—. Hay que detener<strong>la</strong>. Lo que no acabo de ver es cómo podemos<br />
hacer esta significancia ahora mismo, en esté momento... —Miró fijamente a Seldon—. Hari,<br />
anoche no dormiste, ¿verdad?<br />
—¿Y tú? —Era obvio que no había dormido.<br />
Dors se quedó mirando, con el rostro ensombrecido por <strong>la</strong> preocupación.<br />
—¿Has estado despierto pensando en <strong>la</strong> destrucción galáctica a causa de lo que dije?<br />
—Por eso y por otras cosas. ¿Puedes ponerte en contacto con Chetter Hummin? —Esto último<br />
lo preguntó en un murmullo.<br />
—Intenté ponerme en contacto con él cuando tuvimos que esquivar <strong>la</strong> detención, en Dahl. Y no<br />
vino. Estoy segura de que recibió el mensaje, aunque no acudiese. Puede ser que, por diversas<br />
razones, no pudiera hacerlo, pero lo hará tan pronto como le sea posible.<br />
—¿Supones que puede haberle ocurrido algo?<br />
—No —respondió Dors, paciente—. No lo creo.<br />
—¿Cómo podemos saberlo?<br />
—De un modo u otro su aviso me llegaría. Estoy segura. Y no me ha llegado nada.