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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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acompañabas. Al muchacho, me temo que no lo conozco, aunque estoy encantada de verle. Sin<br />

embargo, no debemos pasar el tiempo hab<strong>la</strong>ndo, porque estoy segura de que querréis<br />

descansar primero.<br />

—Y bañarnos, Madam —dijo Dors con insistencia—. Cada uno de nosotros necesita una buena<br />

ducha.<br />

—Por supuesto, y ropa de recambio. En especial el muchacho. —Miró a Raych sin el menor<br />

asomo de desprecio y rechazo, como habían demostrado <strong>la</strong>s dos jóvenes—. ¿Cómo te l<strong>la</strong>mas,<br />

muchacho?<br />

—Raych —contestó el chiquillo con voz ahogada, impresionada—, señora —añadió, por si acaso.<br />

—¡Qué extraña coincidencia! —exc<strong>la</strong>mó <strong>la</strong> mujer, con ojos resp<strong>la</strong>ndecientes—. ¿O es un presagio?<br />

Yo me l<strong>la</strong>mo Rashelle. ¿No es curioso? Pero, ven, voy a ocuparme de todos vosotros. Luego,<br />

tendremos tiempo de sobra para cenar y conversar.<br />

—Un momento, Madam —dijo Dors—. ¿Puedo preguntar dónde estamos?<br />

—Wye, querida. Y, por favor, l<strong>la</strong>madme Rashelle, cuando os sintáis más tranquilizados. A mí<br />

siempre me ha gustado <strong>la</strong> l<strong>la</strong>neza.<br />

Dors se envaró.<br />

—¿Le sorprende que preguntemos? ¿No es natural que deseemos saber dónde nos encontramos?<br />

Rashelle rió de un modo agradable y cantarín.<br />

—Realmente, doctora Venabili, habrá que hacer algo con el nombre de este lugar. No te<br />

preguntaba el porqué, sino que respondía a tu pregunta. Me has preguntado dónde estabais y yo<br />

te lo he contestado: Wye. Están en el Sector de Wye.<br />

—¡En Wye! —exc<strong>la</strong>mó Seldon.<br />

—En efecto, doctor Seldon. Te queremos desde el día en que hab<strong>la</strong>ste en <strong>la</strong> Convención<br />

Decenal. Nos alegra tenerte por fin con nosotros aquí.<br />

85<br />

En realidad, tardaron un día completo en descansar y normalizarse (<strong>la</strong>varse y sentirse limpios;<br />

conseguir ropa nueva, satinada y suelta al estilo de Wye, y dormir cuanto pudieron).<br />

En su segundo día en Wye fue cuando tuvo lugar <strong>la</strong> cena que Madam Rashelle les había prometido.<br />

La mesa era enorme, demasiado grande, si se consideraba que sólo cenaban cuatro personas: Hari<br />

Seldon, Dors Venabili, Raych y Rashelle. Las paredes y el techo aparecían con una suave<br />

iluminación y los colores cambiaban a un ritmo que, aunque el ojo lo percibía, no perturbaban<br />

<strong>la</strong> mente. El propio mantel, que no era de te<strong>la</strong> (Seldon todavía no había podido adivinar de<br />

qué material podía ser), parecía centellear.<br />

Había muchos sirvientes, todos muy silenciosos. Una de <strong>la</strong>s veces que <strong>la</strong> puerta se abrió, Seldon<br />

creyó vislumbrar soldados, armados y alerta, en el exterior. La habitación era como un guante<br />

de terciopelo, pero <strong>la</strong> mano de hierro no estaba lejos.<br />

Rashelle se mostraba amable y amistosa, y era obvio que sentía un afecto especial por Raych,<br />

el cual, insistió, debía sentarse junto a el<strong>la</strong>.<br />

Raych, frotado, pulido y resp<strong>la</strong>ndeciente, irreconocible dentro de su ropa nueva, con el cabello<br />

recortado, <strong>la</strong>vado y cepil<strong>la</strong>do, apenas se atrevía a decir pa<strong>la</strong>bra. Era como si presintiera que<br />

su forma de expresarse no encajaba ya con su aspecto. Se sentía penosamente incómodo y<br />

observaba a Dors con gran atención al ver<strong>la</strong> cambiar de cubierto a cubierto, tratando de<br />

imitar<strong>la</strong> exactamente en todo.<br />

La comida resultaba gustosa, aunque sobrecargada de especias, tanto, que Seldon se vio incapaz de<br />

reconocer <strong>la</strong> naturaleza de los p<strong>la</strong>tos.<br />

Rashelle, con su llenito rostro feliz, iluminado por su dulce sonrisa y sus deslumbrantes<br />

dientes b<strong>la</strong>ncos, observó:<br />

—A lo mejor pensáis que ponemos aditivos mycogenios en <strong>la</strong> comida, pero no es así. Todo lo<br />

cultivamos aquí, en Wye. No hay otro Sector en el p<strong>la</strong>neta más autosuficiente que Wye.<br />

Trabajamos duro para mantenerlo así.<br />

Seldon asintió gravemente.<br />

—Todo lo que nos han servido es de primera calidad, Rashelle —dijo—. Se lo agradecemos.<br />

Mas, en su interior, pensó que <strong>la</strong> comida no podía compararse a <strong>la</strong> de Mycogen y sentía, incluso,<br />

como le había comentado a Dors poco antes, que estaba celebrando su propia derrota. O <strong>la</strong><br />

derrota de Hummin, en todo caso, y le parecía más o menos lo mismo.<br />

Después de todo había sido capturado por Wye, aquel<strong>la</strong> posibilidad que tanto preocupó a Hummin

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