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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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con tiras de piedra rosada. Era una impresionante fachada de diseño encantador.<br />

—Esto, desde luego, no puede ser más rococó —comentó Seldon.<br />

Dors, desconcertada, se encogió de hombros.<br />

Raych emitió un silbido.<br />

—Eh, miren qué sitio tan divertido —comentó, en un vano intento de aparentar que no estaba<br />

impresionado.<br />

El sargento Thalus hizo una señal a Seldon indicándole que debía seguirle. Seldon se hizo el<br />

remolón y, confiando también en el lenguaje de los signos, tendió ambos brazos, abarcando con<br />

ellos a Dors y a Raych.<br />

El sargento dudó, como avergonzado ante <strong>la</strong> impresionante entrada rosada. Su bigote pareció<br />

desmayarse. Finalmente, aceptó con expresión malhumorada.<br />

—Los tres, de acuerdo. Mi pa<strong>la</strong>bra de honor se mantiene... Sin embargo, hay otros que podrán no<br />

sentirse obligados por mi promesa, ¿sabe?<br />

Seldon asintió.<br />

—Sólo le consideraré responsable de sus propias acciones, sargento.<br />

El suboficial estaba c<strong>la</strong>ramente emocionado y, por un instante, su rostro se iluminó como si<br />

estuviera considerando <strong>la</strong> posibilidad de estrechar <strong>la</strong> mano de Seldon o de expresarle de algún<br />

otro modo, igualmente afectuoso, su aprobación. No obstante, decidió abstenerse y pisó el primer<br />

peldaño de <strong>la</strong> escalera que conducía a <strong>la</strong> puerta. La escalera se puso majestuosamente en marcha<br />

en un movimiento ascendente.<br />

Seldon y Dors lo siguieron y mantuvieron el equilibrio sin demasiado trabajo. Raych,<br />

momentáneamente estupefacto, saltó a <strong>la</strong> escalera móvil, después de una carrerita, se metió <strong>la</strong>s<br />

manos en los bolsillos, y se puso a silbar con despreocupación.<br />

La puerta se abrió y dos mujeres salieron, una a cada <strong>la</strong>do, situadas simétricamente. Eran<br />

jóvenes y atractivas.<br />

Sus trajes, con el cinturón apretando <strong>la</strong> cintura, <strong>la</strong>rgos hasta los tobillos, caían en pliegues<br />

rígidos y crujían al andar. Ambas llevaban el cabello castaño enroscado en gruesas trenzas a<br />

uno y otro <strong>la</strong>do de <strong>la</strong> cabeza. (A Seldon le pareció atractivo, pero se preguntó cuánto tiempo<br />

tardarían cada mañana en peinárselo y colocárselo de esa forma. No se había fijado en ningún<br />

peinado tan complicado de <strong>la</strong>s mujeres que se habían cruzado con él en <strong>la</strong>s calles.) Las dos<br />

mujeres miraron a los recién llegados con c<strong>la</strong>ra expresión de desprecio. A Seldon no le sorprendió.<br />

Después de los acontecimientos del día, él y Dors aparecían tan andrajosos como Raych.<br />

Sin embargo, ambas mujeres consiguieron una decorosa inclinación; luego, dieron media vuelta y<br />

seña<strong>la</strong>ron hacia dentro perfectamente al unísono y con una simetría mantenida con todo cuidado.<br />

(¿Ensayarían esas cosas?) Quedaba c<strong>la</strong>rísimo que los tres debían entrar.<br />

Cruzaron una estancia recargada, repleta de muebles y objetos decorativos, cuya utilidad Seldon<br />

no comprendió de momento. El suelo era de color c<strong>la</strong>ro, elástico, y luminiscente. Seldon notó,<br />

con un principio de vergüenza, que sus zapatos dejaban marcas polvorientas en él.<br />

Entonces, se abrió una puerta interior y otra mujer apareció en el<strong>la</strong>. Era c<strong>la</strong>ramente mayor que<br />

<strong>la</strong>s dos primeras (que hicieron una profunda inclinación cuando entró, cruzando sus piernas de<br />

una forma tan simétrica que a Seldon le maravilló ver que pudieran mantener un equilibrio que,<br />

indudablemente, requería mucha práctica.)<br />

Seldon se preguntó si también se esperaba de él que hiciera ga<strong>la</strong> de aquel<strong>la</strong> forma ritualizada<br />

de respeto, pero como no tenía <strong>la</strong> menor idea de en qué podía consistir, se limitó a inclinar<br />

ligeramente <strong>la</strong> cabeza. Dors permaneció erguida, y, según le pareció a Seldon, displicente. Raych<br />

miraba boquiabierto en todas direcciones y parecía como si ni siquiera hubiera visto a <strong>la</strong><br />

mujer que acababa de entrar.<br />

Estaba llenita..., no gorda, aunque de carnes prietas. Llevaba el cabello peinado como <strong>la</strong>s otras<br />

dos jóvenes y su traje era del mismo estilo, pero más ricamente adornado..., en exceso para<br />

satisfacer <strong>la</strong>s nociones estéticas de Seldon.<br />

De edad mediana, algunas canas bril<strong>la</strong>ban en su cabello, pero los hoyuelos de sus mejil<strong>la</strong>s le<br />

prestaban un aspecto más juvenil. Sus ojos, castaño oscuro, eran alegres y, en conjunto,<br />

parecía más maternal que vieja.<br />

—¿Cómo estáis? Los tres —preguntó (no demostró <strong>la</strong> menor sorpresa ante <strong>la</strong> presencia de Dors y<br />

Raych, y les incluyó sin dificultad en su saludo)—. Hace tiempo que te espero y casi te<br />

conseguí en Streeling, Arriba. Tú eres el doctor Hari Seldon y llevo tiempo esperando<br />

conocerte. Y tú debes ser <strong>la</strong> doctora Dors Venabili, porque he sido informada de que lo

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