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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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Una hora más tarde, Dors observó:<br />

—Parece como si afuera empezara a hacer más frío. El verde de Arriba se está volviendo pardo y<br />

creo que han puesto los calentadores en marcha.<br />

—¿Qué puede significar eso?<br />

—Dahl se encuentra en <strong>la</strong> zona tropical; por lo tanto, está muy c<strong>la</strong>ro que nos dirigimos al Norte<br />

o al Sur, y a distancia considerable también. Si yo tuviera noción de <strong>la</strong> dirección de <strong>la</strong> línea<br />

nocturna, podría decirte a dónde vamos.<br />

En esos momentos sobrevo<strong>la</strong>ban una sección de p<strong>la</strong>ya en <strong>la</strong> que se veía una capa de hielo sobre<br />

<strong>la</strong>s cúpu<strong>la</strong>s donde el mar <strong>la</strong>s bordeaba. Entonces, de forma inesperada, el jet se inclinó hacia<br />

abajo.<br />

—¡Vamos a estrel<strong>la</strong>rnos! ¡Vamos a estrel<strong>la</strong>rnos! —gritó Raych.<br />

Los músculos abdominales de Seldon se atirantaron y se agarró a los brazos de su asiento con<br />

fuerza.<br />

A Dors pareció no afectarle aquel brusco movimiento.<br />

—Los pilotos no dan muestras de a<strong>la</strong>rma —comentó—. Seguro que vamos hacia un túnel.<br />

Y mientras pronunciaba esas pa<strong>la</strong>bras, <strong>la</strong>s a<strong>la</strong>s del jet se dob<strong>la</strong>ron hacia atrás y hacia abajo, y<br />

como una ba<strong>la</strong> se <strong>la</strong>nzó dentro de un túnel. La oscuridad los envolvió al instante y, un momento<br />

después, el sistema de iluminación del túnel se encendió. Las paredes desfi<strong>la</strong>ron a ambos <strong>la</strong>dos<br />

del jet.<br />

—Me figuro que nunca llegaré a averiguar cómo saben que el túnel no está ocupado —murmuró<br />

Seldon.<br />

—Estoy segura de que tienen aviso de «túnel libre» a varias docenas de kilómetros de<br />

ante<strong>la</strong>ción —observó Dors—. En todo caso, presumo que ésta es <strong>la</strong> última etapa del viaje y que<br />

pronto sabremos dónde nos encontramos. —Hizo una pausa y añadió—: Además, presumo que,<br />

cuando lo sepamos, no va a gustarnos en absoluto.<br />

84<br />

El jet salió del túnel a una <strong>la</strong>rga pista con un techo tan alto que se parecía más a <strong>la</strong> auténtica<br />

luz del día que nada de lo que Seldon había tenido ocasión de ver desde que abandonara el<br />

Sector Imperial.<br />

Se detuvieron en menos tiempo del que Seldon hubiera imaginado, pero a costa de una incómoda<br />

presión hacia de<strong>la</strong>nte. Sobre todo Raych, quien, ap<strong>la</strong>stado contra el asiento que tenía de<strong>la</strong>nte,<br />

tenía problemas para respirar bien hasta que Dors le puso <strong>la</strong> mano en el hombro y tiró<br />

ligeramente de él hacia atrás.<br />

El sargento Thalus, erguido e imponente, abandonó el jet y se acercó a <strong>la</strong> trasera del vehículo,<br />

donde abrió <strong>la</strong> puerta de pasajeros y ayudó a bajar a los tres, uno por uno.<br />

Seldon fue el último en salir. Al pasar, se volvió a medias hacia el sargento.<br />

—Ha sido un viaje agradable, sargento —murmuró.<br />

Una lenta sonrisa iluminó el ancho rostro del sargento, levantando su embigotado <strong>la</strong>bio superior.<br />

Se llevó un dedo a <strong>la</strong> visera de su casco, lo que pareció un medio saludo.<br />

—Gracias de nuevo, doctor —contestó. Luego, los acompañó hasta los asientos traseros de un coche<br />

de extraordinario diseño, se metió en el asiento de<strong>la</strong>ntero y condujo el vehículo con<br />

sorprendente ligereza.<br />

Pasaron por anchas carreteras, f<strong>la</strong>nqueadas por altos y bien proyectados edificios, todos ellos<br />

resp<strong>la</strong>ndecientes a <strong>la</strong> luz del día. Igual que en todas partes de Trantor, les llegó el zumbido<br />

distante de los expresos. Las calles estaban llenas de gente bien vestida en su mayor parte. Todo el<br />

entorno era sorprendente, casi excesivamente limpio.<br />

La sensación de seguridad de Seldon iba desvaneciéndose. Las sospechas de Dors sobre su<br />

destino le parecían, ahora, justificadas.<br />

Se inclinó hacia el<strong>la</strong>.<br />

—¿Crees que hemos vuelto al Sector Imperial? —murmuró.<br />

—Oh, no. Los edificios son más rococó en el Sector Imperial, y hay menos jardinería Imperial en<br />

este Sector..., no sé si me comprendes.<br />

—Entonces, Dors, ¿dónde estamos?<br />

—Me temo, Hari, que tendremos que preguntarlo.<br />

No fue un trayecto <strong>la</strong>rgo y pronto se metieron en un garaje que f<strong>la</strong>nqueaba una imponente<br />

estructura de cuatro pisos. Un friso de animales imaginarios recorría <strong>la</strong> parte superior, decorada

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