24.06.2015 Views

09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—Me mandan hacerlo, especie de... —exc<strong>la</strong>mó, aunque su última pa<strong>la</strong>bra fue ininteligible.<br />

—Guarda tus navajas, Dors —ordenó Seldon.<br />

Dors movió <strong>la</strong> cabeza, mas acabó por guardar<strong>la</strong>s.<br />

—¿Y bien, sargento? —preguntó Seldon.<br />

Él miró <strong>la</strong> vara neurónica; luego, a Seldon.<br />

—Es usted una persona honorable, doctor Seldon —dijo—. Yo mantendré mi pa<strong>la</strong>bra de<br />

honor. —Y con precisión militar enfundó su arma.<br />

Seldon se volvió a Davan.<br />

—Por favor, Davan —le dijo—, olvide lo que usted ha visto aquí. Los tres vamos a ir<br />

voluntariamente con el sargento Thalus. Dígale a Yugo Amaryl cuando le vea que no le olvidaré<br />

y que, una vez todo esto haya terminado y yo esté en libertad de actuar, me ocuparé de que<br />

ingrese en una Universidad. Y si alguna vez hay algo razonable que usted crea, Davan, que yo<br />

puedo hacer por su causa, lo haré... Ahora, sargento, vámonos.<br />

83<br />

—¿Habías viajado antes en algún jet, Raych? —preguntó Hari Seldon.<br />

Raych movió <strong>la</strong> cabeza negativamente, sin decir pa<strong>la</strong>bra. Contemp<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> extensión de Arriba, que<br />

aparecía por debajo de ellos, asustado, impresionado.<br />

Seldon volvió a fijarse en lo mucho que Trantor era un mundo de túneles y expresos. Incluso<br />

los viajes <strong>la</strong>rgos eran hechos bajo tierra por <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción en general. El viaje aéreo, aunque<br />

popu<strong>la</strong>r en los demás mundos, era un lujo en Trantor y un jet así...<br />

«¿Cómo lo había conseguido Hummin?», se preguntó Seldon.<br />

Miró por <strong>la</strong> ventanil<strong>la</strong> <strong>la</strong>s ondu<strong>la</strong>ciones de <strong>la</strong>s cúpu<strong>la</strong>s, <strong>la</strong> gran extensión verde de aquel<strong>la</strong> área<br />

del p<strong>la</strong>neta, <strong>la</strong>s ocasionales manchas de lo que eran poco menos que jung<strong>la</strong>s, los brazos de mar<br />

que sobrevo<strong>la</strong>ban a veces, con su agua de color plomizo, <strong>la</strong>nzando breves destellos cuando el<br />

sol asomaba momentáneamente por entre <strong>la</strong> espesa capa de nubes.<br />

Después de una hora, más o menos, de vuelo, Dors, que hojeaba una nueva nove<strong>la</strong> histórica sin<br />

aparente p<strong>la</strong>cer, <strong>la</strong> cerró de pronto.<br />

—¡Ojalá supiera adonde vamos! —exc<strong>la</strong>mó.<br />

—Si tú no lo sabes —dijo Seldon—, yo mucho menos. Tú has estado más tiempo en Trantor<br />

que yo.<br />

—Sí, pero en el interior —contestó Dors—. Aquí, con sólo Arriba por debajo de mí, me siento<br />

tan perdida como un recién nacido.<br />

—Sí, bueno..., puede ser, Hummin sabe lo que hace.<br />

—No me cabe <strong>la</strong> menor duda —comentó el<strong>la</strong> vivamente—, pero eso puede que no tenga nada<br />

que ver con <strong>la</strong> situación actual. ¿Por qué sigues suponiendo que algo de todo esto pueda ser<br />

iniciativa suya?<br />

Seldon enarcó <strong>la</strong>s cejas.<br />

—Ahora que lo preguntas, no sé. Me lo supongo, nada más. ¿Por qué no va a ser cosa suya?<br />

—Porque, quienquiera que lo organizara, no especificó que yo fuera recogida al mismo tiempo que<br />

tú. Lo único que ocurre es que no acabo de ver a Hummin olvidándose de mi existencia.<br />

Además, ¿por qué no vino él en persona, como hizo en Streeling y en Mycogen?<br />

—No vas a esperar que siempre esté dispuesto, Dors. Tal vez se hal<strong>la</strong>ba ocupado. No me<br />

asombra que no haya venido en esta ocasión, sino que pudiera hacerlo en <strong>la</strong>s anteriores.<br />

—Suponiendo que le hubiera sido imposible acudir, ¿crees que enviaría un pa<strong>la</strong>cio vo<strong>la</strong>nte tan<br />

conspicuo y lujoso? —preguntó, seña<strong>la</strong>ndo el gran jet de lujo.<br />

—Pudo estar disponible en ese momento. O haber razonado que nadie sospecharía que un objeto<br />

tan l<strong>la</strong>mativo pudiera estar transportando unos fugitivos que trataban desesperadamente de evitar<br />

ser detenidos. Ésa es una maniobra de sobras conocida.<br />

—Demasiado conocida, en mi opinión. ¿Y crees que él nos mandaría a un idiota como el<br />

sargento Thalus para remp<strong>la</strong>zarle?<br />

—El sargento no tiene nada de idiota. Sencil<strong>la</strong>mente, ha sido entrenado para obedecer a ciegas.<br />

Con <strong>la</strong>s instrucciones apropiadas podría ser digno de <strong>la</strong> mayor confianza.<br />

—Ahí está el detalle, Hari. Volvemos a lo mismo. ¿Por qué no recibió instrucciones apropiadas?<br />

Resulta inconcebible para mí que Chetter Hummin le ordenara sacarte a ti de Dahl y no le<br />

dijera una pa<strong>la</strong>bra sobre mí. Inconcebible por completo.<br />

Seldon no supo qué contestar a eso, y se le cayó el alma a los pies.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!