24.06.2015 Views

09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—No hubo crimen, oficial. Compréndalo bien. Marrón tenía también una navaja y supongo que,<br />

al igual que yo, sin permiso.<br />

—No hay evidencias al respecto. Entretanto, Marrón tiene heridas de navaja, y ustedes ninguna.<br />

—C<strong>la</strong>ro que llevaba una navaja, oficial. Si ignora que cada hombre en Billibotton, y <strong>la</strong> mayoría<br />

de los hombres en el resto de Dahl, llevan navajas para <strong>la</strong>s que seguramente carecen de<br />

permiso, es usted el único hombre de Dahl que no lo sabe. Por todas partes hay tiendas que<br />

venden <strong>la</strong>s navajas abiertamente. ¿Lo sabía?<br />

—No importa lo que yo sepa o deje de saber. Ni importa que otras personas quebranten <strong>la</strong> ley o<br />

cuántas lo hagan. Lo que me importa en este momento es que <strong>la</strong> doctora Venabili está<br />

quebrantando <strong>la</strong> ley antinavaja. Debo pedirle que me entregue ahora mismo dichas navajas,<br />

señora, y que me acompañen a Jefatura.<br />

—En tal caso, quíteme<strong>la</strong>s usted mismo.<br />

Russ suspiró.<br />

—No debe creer, señora, que <strong>la</strong>s navajas son <strong>la</strong>s únicas armas que hay en Dahl o que yo vaya a<br />

iniciar una lucha con usted. Tanto mi compañero como yo tenemos desintegradores que <strong>la</strong><br />

destruirían en un momento, antes de que usted pudiera bajar <strong>la</strong>s manos al cinturón..., por muy<br />

rápida que sea. No vamos a utilizar el desintegrador, desde luego, porque no estamos aquí para<br />

matar<strong>la</strong>. Sin embargo, ambos llevamos látigo neurónico, que podemos usar con plena libertad.<br />

Confío en que no nos pidan una demostración. Ni les matará, ni causará daños permanentes,<br />

ni dejará marcas..., pero el dolor será espantoso. Mi socio tiene ya el suyo en <strong>la</strong> mano y, ahora<br />

mismo, les está apuntando. Y he aquí el mío... Bien, entréguenos <strong>la</strong>s navajas ahora, doctora<br />

Venabili.<br />

Hubo una pausa.<br />

—Es inútil, Dors, entrégales tus navajas —dijo Seldon.<br />

Y en aquel momento, hubo un loco golpear en <strong>la</strong> puerta y todos oyeron una voz alzada en<br />

estridente protesta.<br />

79<br />

Raych no había abandonado el vecindario después de que les hubo acompañado de vuelta a su<br />

apartamento.<br />

Mientras esperaba que <strong>la</strong> entrevista con Davan terminara, había comido bien y dormido luego<br />

un poco, después de encontrar un <strong>la</strong>vabo que más o menos funcionaba. En realidad, ahora que<br />

todo había terminado, no sabía a dónde ir. Tenía una especie de hogar y una madre que no<br />

sufriría ni se preocuparía demasiado si tardaba en llegar. Nunca le importaba.<br />

Ignoraba quién era su padre y pensaba, a veces, si lo habría tenido. Le habían asegurado que sí<br />

y <strong>la</strong>s razones aducidas para que se lo creyera le habían sido expuestas con bastante crudeza. Se<br />

preguntaba si debía creer semejante cuento, pero encontraba los detalles divertidos.<br />

Pensó en eso en re<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong> señora. Era vieja, por supuesto, mas era guapa, y sabía luchar<br />

como un hombre..., mejor que un hombre. Esa idea le hacía sentir extrañas sensaciones.<br />

Además, el<strong>la</strong> le había dicho que podría darse un baño. A veces, él nadaba en <strong>la</strong> piscina de<br />

Billibotton, cuando tenía algún crédito o podía escabullirse sin pagar. Ésas fueron <strong>la</strong>s únicas<br />

veces que se mojó por entero, pero hacía frío y tenía que esperar a secarse.<br />

Darse un baño sería distinto. Habría agua caliente, jabón, toal<strong>la</strong>s y aire tibio. No sabía bien lo<br />

que le parecería, excepto que sería estupendo si el<strong>la</strong> estaba allí.<br />

Él era un vagabundo lo bastante entrenado como para conocer lugares donde guarecerse, por<br />

ejemplo, en algún callejón cercano a <strong>la</strong> avenida que tuviera un <strong>la</strong>vabo cerca y no muy lejos del<br />

lugar en que el<strong>la</strong> vivía, pero donde no lo encontraran y le hicieran huir.<br />

Toda <strong>la</strong> noche le acosaron pensamientos extraños. Si aprendiera a leer y escribir, ¿le serviría para<br />

algo? No estaba muy seguro, para qué, pero tal vez el<strong>la</strong> pudiera decírselo. Tenía <strong>la</strong> vaga idea de<br />

que se recibía dinero por hacer cosas, que él no sabía hacer, aunque tampoco estaba enterado de<br />

qué c<strong>la</strong>se de cosas podían ser ésas. Necesitaba que se lo explicaran. ¿Cómo conseguiría que<br />

alguien lo hiciera?<br />

Tal vez quedándose con el hombre y <strong>la</strong> señora, ellos pudieran ayudarle. ¿Y para qué iban a<br />

querer que se quedara con ellos?<br />

Se adormiló, aunque se despertó un poco más tarde. La causa no había sido el aumento de luz,<br />

sino su aguzado oído: había captado cómo los ruidos procedentes de <strong>la</strong> avenida se habían<br />

incrementado a medida que <strong>la</strong>s actividades diarias empezaban.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!