09. Preludio a la Fundación
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
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—No, c<strong>la</strong>ro que no —dijo Seldon.<br />
—C<strong>la</strong>ro que no —repitió Russ con un tono de sarcasmo en <strong>la</strong> voz—; en cambio, están<br />
dispuestos a que otro <strong>la</strong> sufra.<br />
El segundo oficial, Astinwald, que hasta ese momento no había abierto <strong>la</strong> boca, sonrió.<br />
—También estamos informados —prosiguió Russ— de que hace un par de días participaron en<br />
una pelea con navajas en Billibotton y que hirieron de gravedad a un ciudadano dahlita<br />
l<strong>la</strong>mado... —pulsó un botón de su ordenador y leyó lo que aparecía en <strong>la</strong> pantal<strong>la</strong>—. Elgin<br />
Marrón.<br />
—¿Dice también su información cómo empezó <strong>la</strong> pelea? —preguntó Dors.<br />
—Eso es, por ahora, irrelevante, señora. ¿Niega que <strong>la</strong> lucha tuvo lugar?<br />
—C<strong>la</strong>ro que no negamos que <strong>la</strong> pelea tuvo lugar —exc<strong>la</strong>mó Seldon, indignado—, pero sí negamos<br />
que <strong>la</strong> instigáramos nosotros. Fuimos atacados. Ese Marrón agarró a <strong>la</strong> doctora Venabili y<br />
era obvio que intentaba vio<strong>la</strong>r<strong>la</strong>. Lo que ocurrió después fue pura defensa propia. ¿Acaso está<br />
permitida <strong>la</strong> vio<strong>la</strong>ción en Dahl?<br />
—¿Dice que fueron atacados? —preguntó Russ sin cambiar su tono de voz—. ¿Por cuántos?<br />
—Diez hombres.<br />
—¿Y usted solo..., con una mujer, se defendió contra diez hombres?<br />
—La doctora Venabili y yo nos defendimos, sí.<br />
—¿Cómo, pues, ninguno de los dos muestra <strong>la</strong> menor huel<strong>la</strong>? ¿Alguno de ustedes está herido o<br />
<strong>la</strong>stimado donde no pueda verse ahora?<br />
—No, oficial.<br />
—¿Cómo puede ser que en <strong>la</strong> lucha de uno, más una mujer, contra diez hombres no esté herido<br />
ninguno de los dos y que el denunciante, Elgin Marrón, haya tenido que ser hospitalizado por<br />
sus heridas y que haga falta un trasp<strong>la</strong>nte de piel en su <strong>la</strong>bio superior.<br />
—Luchamos muy bien —informó Seldon, sombrío.<br />
—De forma increíble, desde luego. ¿Y si yo les dijera que tres hombres han dec<strong>la</strong>rado que<br />
usted y su amiga atacaron a Marrón sin ser provocados?, ¿qué opinarían?<br />
—Diría que es increíble pensar que lo hiciéramos. Estoy seguro de que Marrón tiene un historial<br />
como matón y navajero. Le he dicho que allí había diez hombres. Por lo visto, seis rehusaron<br />
participar en una mentira. ¿Han explicado los otros tres por qué no acudieron en ayuda de un<br />
amigo si vieron que era atacado sin que mediara provocación alguna y que su vida corría<br />
peligro? Debe ser c<strong>la</strong>ro, incluso para ustedes, que están mintiendo.<br />
—¿Sugiere una prueba psíquica para ellos?<br />
—Sí, y antes de que me lo pregunte, sigo negándome a una para nosotros.<br />
—También hemos recibido información de que ayer, después de abandonar <strong>la</strong> escena del motín,<br />
se entrevistaron con un tal Davan, un conocido subversivo, buscado por <strong>la</strong> Policía de seguridad.<br />
¿Es cierto?<br />
—Tendrán que demostrarlo sin nuestra ayuda —dec<strong>la</strong>ró Seldon—. No vamos a contestar más<br />
preguntas.<br />
Russ guardó su bloc-ordenador.<br />
—Tengo que pedirle que venga con nosotros a Jefatura para seguir interrogándole.<br />
—No creo que sea necesario, oficial. Pertenecemos a otros mundos y no hemos cometido<br />
ningún acto criminal. Tratamos de esquivar a un periodista que nos molestaba sin razón; nos<br />
defendimos de una vio<strong>la</strong>ción, y posible asesinato, en una parte del Sector sobradamente<br />
conocida por su alto grado de delincuencia y hemos hab<strong>la</strong>do con varios dahlitas. No vemos nada<br />
que justifique este enconado interrogatorio. Un interrogatorio que muy bien podría ser considerado<br />
como acosamiento.<br />
—Somos nosotros los que tomamos <strong>la</strong>s decisiones —dijo Russ—, no usted. Por favor, ¿quieren<br />
seguirnos?<br />
—No, no lo haremos —afirmó Dors.<br />
—¡Cuidado! —gritó <strong>la</strong> señora Tisalver—. Tiene dos navajas.<br />
El oficial Russ suspiró y asintió.<br />
—Gracias, señora, pero ya lo sabemos. —Se volvió hacia Dors—. ¿Sabe que es un grave delito<br />
llevar navaja sin permiso en este sector? ¿Tiene usted permiso?<br />
—No, oficial, no lo tengo.<br />
—Entonces, queda c<strong>la</strong>ro que asaltó a Marrón con un arma ilegal. ¿Se da cuenta de que esto<br />
aumenta <strong>la</strong> gravedad de su crimen?