09. Preludio a la Fundación
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
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dirigentes y algunos de ellos son antiimperiales de por sí. Si podemos conseguir un Sector fuerte<br />
de nuestra parte, <strong>la</strong> situación cambiaría, ¿verdad? Entonces, dejaríamos de ser desarrapados<br />
luchando con navajas y piedras.<br />
—¿Significan sus pa<strong>la</strong>bras que tienen un Sector fuerte de su parte, o, simplemente, que<br />
ambicionan tenerlo?<br />
Davan guardó silencio.<br />
—Voy a imaginar que está pensando en el alcalde de Wye —prosiguió Dors—. Si el alcalde está<br />
dispuesto a servirse del descontento popu<strong>la</strong>r como medio para mejorar sus posibilidades de<br />
derrotar al Emperador, ¿no le l<strong>la</strong>ma <strong>la</strong> atención que el fin previsto por el alcalde sea el de <strong>la</strong><br />
sucesión al trono imperial? ¿Por qué iba el alcalde a arriesgar su actual y considerable posición<br />
por algo inferior? ¿Sólo por <strong>la</strong>s ventajas de <strong>la</strong> justicia, y el trato decente a <strong>la</strong> gente, en los que no<br />
tendrá mayor interés?<br />
—¿Quiere decir que cualquier jefe poderoso que se muestre dispuesto a ayudarnos, puede<br />
traicionarnos después? —dijo Davan.<br />
—Es un hecho más que común en <strong>la</strong> historia galáctica.<br />
—Si estuviéramos prevenidos, ¿no podríamos nosotros traicionarle a él?<br />
—¿Se refiere a servirse de él y después, en algún momento crucial, subvertir al jefe de sus<br />
fuerzas, o a un dirigente en todo caso, y hacerle asesinar?<br />
—No de esa forma, pero tiene que existir algún medio de eliminarle, caso de que fuera<br />
necesario.<br />
—Entonces, tendríamos un movimiento revolucionario en el que los principales encausados<br />
deberían estar dispuestos a traicionarse mutuamente, cada uno limitándose a esperar <strong>la</strong><br />
oportunidad de hacerlo. Parece una receta para provocar el caos.<br />
—Entonces, ¿no nos ayudarán? preguntó Davan.<br />
Seldon había estado pendiente del intercambio entre Dors y Davan, con expresión de<br />
desconcierto.<br />
—No es algo que pueda p<strong>la</strong>ntearse con tanta simplicidad —dijo, manteniendo <strong>la</strong> misma<br />
expresión—. Nos gustaría ayudarles. Estamos de su parte. Me parece que ningún hombre<br />
sensato desea mantener un sistema imperial que se mantiene en el poder fomentando<br />
sospechas y odios mutuos. Aun cuando parece que funciona, sólo puede ser descrito como<br />
metastable; es decir, demasiado propenso a caer en <strong>la</strong> inestabilidad en una dirección u otra. La<br />
cuestión es: ¿Cómo podemos ayudar? Si yo dispusiera de <strong>la</strong> psicohistoria, si pudiera decir lo que es<br />
más probable que ocurra, o si pudiera decir qué acción entre un número de posibilidades<br />
alternativas, produciría una consecuencia feliz en apariencia, entonces, pondría mi habilidad a su<br />
disposición... Pero no tengo nada. Como mejor puedo ayudarle es tratando de desarrol<strong>la</strong>r <strong>la</strong><br />
psicohistoria.<br />
—¿Cuánto tardará?<br />
—No puedo saberlo —respondió Seldon con un encogimiento de hombros.<br />
—¿Cómo puede pedirnos que esperemos indefinidamente?<br />
—¿Qué otra alternativa tengo, ya que no le sirvo de nada tal como soy? Pero voy a decirle<br />
una cosa: hasta hace muy poco tiempo, yo estaba absolutamente convencido de que <strong>la</strong><br />
psicohistoria era de todo punto imposible. Ahora, no estoy tan seguro.<br />
—¿Quiere decir que tiene una solución in mente?<br />
—No. Sencil<strong>la</strong>mente, <strong>la</strong> sensación intuitiva de que es posible una solución. Aún no he podido<br />
dilucidar qué ha ocurrido para que yo tenga esta sensación. Puede que sea una ilusión, pero lo<br />
intentaré. Deje que siga intentándolo... Quizá volvamos a encontrarnos.<br />
—O quizá —advirtió Davan—, si regresa al lugar donde vive ahora, caiga, en cualquier momento,<br />
en una trampa imperial. Puede pensar que el Imperio le dejará en paz, mientras se debate con <strong>la</strong><br />
psicohistoria, pero estoy seguro de que el Emperador y su diabólico Demerzel no están de humor<br />
para esperar eternamente, como tampoco yo.<br />
—No les servirá de nada precipitarse, ya que no estoy de su parte —observó Seldon,<br />
tranquilo—, como sí lo estoy de <strong>la</strong> suya. Vámonos, Dors.<br />
Salieron dejando a Davan solo, sentado en aquel<strong>la</strong> estancia miserable, y encontraron a Raych<br />
esperándoles fuera.<br />
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Raych estaba comiendo. Al acabar, se chupó los dedos y arrugó <strong>la</strong> bolsa en que había estado <strong>la</strong>