24.06.2015 Views

09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Tengo entendido que sostuvo una pelea con muchos hombres de Billibotton..., y que les ganó.<br />

—Sonrió—. Es una gran noticia.<br />

—No es cierto. Tropezamos con unos hombres en Billibotton, les hab<strong>la</strong>mos y seguimos ade<strong>la</strong>nte.<br />

Es lo único que pasó, y <strong>la</strong> única noticia que va a conseguir.<br />

—¿Cómo se l<strong>la</strong>ma? No parece trantoriana.<br />

—No tengo nombre.<br />

—¿Y el de su compañero?<br />

—Tampoco tiene nombre.<br />

El periodista pareció molesto.<br />

—Oiga, señora. Usted es noticia y yo estoy tratando de hacer mi trabajo.<br />

Raych tiró de <strong>la</strong> manga de Dors. Ésta se inclinó y escuchó lo que el muchacho le murmuraba con<br />

fuerza. Dors asintió y volvió a erguirse.<br />

—No creo que usted sea periodista, Mr. Tanto. Creo que es un agente Imperial y que trata de<br />

provocar malestar en Dahl. No hubo lucha, y no intente fabricar noticias sobre una pelea como<br />

medio de justificar una expedición Imperial a Billibotton. Si yo fuera usted, no me quedaría<br />

por aquí. No creo que sea muy popu<strong>la</strong>r entre toda esta gente.<br />

Al oír <strong>la</strong>s primeras pa<strong>la</strong>bras de Dors, <strong>la</strong> multitud empezó a murmurar. Creció el tono y<br />

empezaron a acercarse despacio, con aire amenazador, hacia Tanto. Éste miró, nervioso, a su<br />

alrededor y empezó a alejarse.<br />

—Dejad que se vaya —gritó Dors—. Que nadie lo toque. No le proporcionéis el pretexto de alegar<br />

e informar violencia.<br />

Todos le abrieron paso.<br />

—Oh, señora, debió dejar que le pegaran un poco —comentó Raych.<br />

—Muchacho sanguinario —dijo Dors—, llévanos junto a tu amigo.<br />

75<br />

Conocieron al hombre que se l<strong>la</strong>maba Davan en una habitación detrás de un ruinoso vagóncomedor.<br />

Detrás, pero lejos.<br />

Raych abría <strong>la</strong> marcha, demostrando de nuevo que se encontraba tan en su elemento en <strong>la</strong>s<br />

callejas de Billibotton como un topo en los túneles subterráneos de Helicón. La caute<strong>la</strong> de Dors<br />

Venabili fue <strong>la</strong> primera que se manifestó. Se detuvo.<br />

—Vuelve, Raych —ordenó—. Dime, con toda exactitud, a dónde vamos.<br />

—A ver a Davan —respondió Raych exasperado—, ya se lo he dicho.<br />

—Pero ésta es un área desierta. Aquí no vive nadie. —Miró con repugnancia a su alrededor.<br />

Todo aquello carecía de vida y los paneles luminosos que se veían no tenían luz..., o casi nada.<br />

—Así le gusta a Davan —explicó Raych—. Siempre está cambiando de sitio, quedándose aquí o allí.<br />

Ya sabe..., variando.<br />

—¿Por qué? —preguntó Dors.<br />

—Está más a salvo, señora. .<br />

—¿De quién?<br />

—Del Gobierno.<br />

—¿Para qué va a querer el Gobierno a Davan?<br />

—No lo sé. Le diré lo que haremos: les explicaré dónde está y les diré cómo se llega, y ustedes<br />

van solos..., si no quieren que yo les lleve.<br />

—No, Raych —dijo Seldon—, estoy seguro de que nos perderíamos sin ti. La verdad es que será<br />

mejor que esperes a que terminemos para que nos acompañes de vuelta.<br />

—¿Y yo, qué? —saltó Raych al momento—. ¿Cuentan con que siga esperando cuando tenga<br />

hambre?<br />

—Tú esperas y tienes hambre, Raych, y cuando terminemos, te compraré una buena cena. Lo<br />

que tú quieras.<br />

—Eso dice ahora, señor. ¿Cómo sabré que es verdad?<br />

La mano de Dors saltó. Una navaja, con <strong>la</strong> hoja al descubierto, aparecía en su mano.<br />

—No nos estarás l<strong>la</strong>mando embusteros, ¿verdad, Raych?<br />

Los ojos de Raych se desorbitaron. No parecía asustado por <strong>la</strong> amenaza.<br />

—¡Oh, no lo había visto! —observó—. Hágalo otra vez.<br />

—Lo haré después, si sigues aquí. Si no —amenazó Dors, ceñuda—, te perseguiremos.<br />

—Vaya, venga, señora. Que no va a perseguirme. Usted no es de esa c<strong>la</strong>se. Pero me quedaré. —Y

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!