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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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te caigan de <strong>la</strong>s manos, ¿eh?<br />

—Y yo no quiero matarte —respondió Dors—. Haré cuanto pueda para evitarlo. En todo caso,<br />

os pongo a todos por testigos: si llego a matarle, sólo lo haré para proteger a mi amigo, a lo<br />

que estoy obligada por mi honor.<br />

Marrón simuló estar aterrorizado.<br />

—¡Oh, por favor, no me mates, pequeña dama! —Y se echó a reír, coreado por los demás<br />

dahlitas presentes.<br />

Marrón se <strong>la</strong>nzó con <strong>la</strong> navaja, mas no dio en el b<strong>la</strong>nco. Volvió a intentarlo de nuevo, y luego una<br />

tercera vez, pero Dors ni se había movido siquiera. No hizo el menor intento de parar cualquier<br />

golpe que no fuera realmente dirigido contra el<strong>la</strong>.<br />

La expresión de Marrón se ensombreció. Intentaba provocar su pánico y hacer que reaccionara,<br />

pero lo único que conseguía era parecer ineficaz. El ataque siguiente fue dirigido directamente<br />

contra el<strong>la</strong>. La hoja izquierda de Dors <strong>la</strong>nzó un destello y le pegó con tal fuerza que le desvió<br />

el brazo. Con <strong>la</strong> hoja de su mano derecha entró hacia el cuerpo y le cortó <strong>la</strong> camisa en diagonal.<br />

Una línea sanguinolenta marcó <strong>la</strong> oscura piel del pecho.<br />

Marrón se miró, impresionado, al oír el respingo de los sorprendidos espectadores. Seldon<br />

notó que <strong>la</strong> presión en sus brazos se aflojaba al comprender, los dos que lo sujetaban, que <strong>la</strong><br />

pelea era una lucha ligeramente distinta de lo que ellos habían esperado. Él se tensó.<br />

Marrón volvió a <strong>la</strong>nzarse y, esa vez, su mano izquierda avanzó con <strong>la</strong> intención de sujetar <strong>la</strong><br />

muñeca derecha de Dors. Ésta, de nuevo, con su navaja de <strong>la</strong> izquierda, paró al otro y le<br />

mantuvo <strong>la</strong> navaja inmóvil, mientras que su mano derecha le retorcía ágilmente y bajaba en el<br />

instante en que <strong>la</strong> mano izquierda de Marrón se cerraba sobre el<strong>la</strong>. Pero no le agarró <strong>la</strong> mano,<br />

sino <strong>la</strong> hoja de <strong>la</strong> navaja, y cuando abrió <strong>la</strong> mano, una línea sangrienta apareció en <strong>la</strong> palma.<br />

Dors dio un salto atrás y Marrón, consciente de <strong>la</strong> sangre en el pecho y en <strong>la</strong> mano, rugió medio<br />

ahogándose:<br />

—¡Que alguien me tire otra navaja!<br />

Hubo cierta vaci<strong>la</strong>ción hasta que uno de los mirones le <strong>la</strong>nzó su propia navaja por lo bajo.<br />

Marrón quiso coger<strong>la</strong>, pero Dors fue más rápida. La hoja de su mano derecha golpeó <strong>la</strong> navaja<br />

<strong>la</strong>nzada y <strong>la</strong> proyectó hacia atrás, haciéndo<strong>la</strong> girar en el aire.<br />

Seldon sintió que <strong>la</strong> presión se aflojaba aún más. De repente, alzó los brazos en alto y ade<strong>la</strong>nte,<br />

y se vio libre. Sus dos guardianes se volvieron de nuevo hacia él con un grito, pero a uno le pegó<br />

un rodil<strong>la</strong>zo en <strong>la</strong> ingle y al otro un derechazo en el plexo so<strong>la</strong>r. Ambos rodaron por el suelo.<br />

Se arrodilló para quitarles <strong>la</strong>s navajas a ambos y se puso en pie doblemente armado, como<br />

Dors. Pero, al contrario que el<strong>la</strong>, no sabía manejar<strong>la</strong>s, aunque comprendió que los dahlitas<br />

no se darían cuenta.<br />

—Sólo mantenlos a raya, Hari —ordenó Dors—. No ataques aún... Marrón, mi nuevo golpe no<br />

va a ser un arañazo.<br />

Marrón, cegado por <strong>la</strong> ira, rugió incoherente, y atacó a ciegas, tratando de dominar a su<br />

enemiga por sólo pura energía cinética. Dors saltó hacia un <strong>la</strong>do, se agachó y pasó por debajo<br />

del brazo derecho de Marrón. Le dio un puntapié en el tobillo derecho, y el hombrón se<br />

derrumbó al tiempo que <strong>la</strong> navaja se le escapaba de entre <strong>la</strong>s manos.<br />

Entonces, Dors se arrodilló y le apoyó <strong>la</strong> punta de una hoja contra <strong>la</strong> nuca y <strong>la</strong> otra contra <strong>la</strong><br />

garganta.<br />

—¡Ríndete! —ordenó.<br />

Con otro rugido, Marrón <strong>la</strong> golpeó con el brazo, <strong>la</strong> hizo a un <strong>la</strong>do de un empellón y trató de<br />

ponerse en pie.<br />

Aún no estaba incorporado, cuando Dors se le echó encima, bajó <strong>la</strong> navaja y le cortó una parte<br />

del bigote. Esta vez, él <strong>la</strong>nzó un aullido de animal herido, sujetándose el rostro con <strong>la</strong> mano. Al<br />

apartar<strong>la</strong>, chorreaba sangre.<br />

—No volverá a crecerte, Marrón —gritó Dors—. Con el bigote me he llevado parte del <strong>la</strong>bio.<br />

Atácame una vez más y eres hombre muerto.<br />

Esperó, pero Marrón ya había tenido bastante. Se alejó, tambaleándose, gimiendo, dejando un<br />

rastro de sangre tras de sí.<br />

Dors se volvió hacia los otros. Los dos que Seldon había derribado seguían en el suelo,<br />

desarmados y reacios a levantarse. Se inclinó hacia ellos, les cortó los cinturones con una de<br />

<strong>la</strong>s navajas y les rasgó los pantalones.<br />

—Así tendréis que sujetároslos mientras vais andando —les dijo.

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