24.06.2015 Views

09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—¿Dónde se puede comprar una navaja? —preguntó a Tisalver—. ¿O pueden prestarnos una de<br />

<strong>la</strong>s de ustedes?<br />

—No se prestan <strong>la</strong>s navajas —saltó Casilia—. Tienen que comprarse <strong>la</strong>s suyas.<br />

—Hay tiendas de navajas por todas partes —contestó Tisalver—. Se supone que no debieran<br />

existir. En teoría, son ilegales, ¿sabe? Pero <strong>la</strong>s venden en cualquier tienda. Si ve una <strong>la</strong>vadora en<br />

el escaparate, no fal<strong>la</strong>, allí <strong>la</strong>s encontrará.<br />

—¿Cómo se llega a Billibotton? —preguntó Seldon.<br />

—Por expreso. —Tisalver miró a Dors con expresión dubitativa y preocupada.<br />

—¿Y una vez estemos en el expreso? —insistió Seldon.<br />

—Sitúense en el <strong>la</strong>do que va en dirección este y vigile los letreros. Pero si usted tiene que ir,<br />

doctor Seldon... —Tisalver titubeó—, no lleve a <strong>la</strong> doctora Venabili. Las mujeres, a veces...,<br />

son tratadas... peor.<br />

—No irá —dec<strong>la</strong>ró Seldon.<br />

—Me temo que sí —afirmó Dors con imperturbable decisión.<br />

68<br />

El bigote del encargado de <strong>la</strong> tienda de electrodomésticos debía ser tan frondoso como lo<br />

había sido en su juventud, pero se había vuelto gris, aunque su cabello seguía siendo negro. Se<br />

atusó el bigote por puro hábito mientras contemp<strong>la</strong>ba a Dors y se lo cepilló hacia cada <strong>la</strong>do.<br />

—Usted no es dahlita —afirmó él.<br />

—No, pero sigo queriendo una navaja.<br />

—Va contra <strong>la</strong> ley vender navajas.<br />

—Pero yo no soy ni policía ni agente del Gobierno —repuso Dors—. Simplemente, voy a<br />

Billibotton.<br />

Él <strong>la</strong> contempló pensativo.<br />

—¿So<strong>la</strong>?<br />

—Con mi amigo. —Señaló con el dedo por encima del hombro en dirección a Seldon, que <strong>la</strong><br />

esperaba fuera, taciturno.<br />

—¿La compra para él? —Miró hacia Seldon y no tardó en decidir—: Tampoco es de aquí. Déjele<br />

que entre y se <strong>la</strong> compre sólito.<br />

—Tampoco es agente del Gobierno. Y <strong>la</strong> compro para mí.<br />

—Los forasteros están locos —dijo el comerciante, moviendo <strong>la</strong> cabeza—. Pero si usted quiere<br />

gastar unos créditos, se los aceptaré. —Buscó debajo del mostrador y sacó un mango, lo giró<br />

con un experto movimiento, y <strong>la</strong> hoja salió disparada.<br />

—¿Es <strong>la</strong> mayor que tiene?<br />

—Es <strong>la</strong> mejor navaja para mujer que se hace.<br />

—Muéstreme una navaja para hombre.<br />

—¿No querrá una que sea demasiado pesada? ¿Sabe cómo se usa una de estas cosas?<br />

—Lo aprenderé, y no me preocupa el peso. Enséñeme una navaja de hombre.<br />

—Bien, si quiere ver una... —Sonrió, buscó por otra parte del mostrador y sacó un mango más<br />

grueso. Lo giró, y lo que apareció era muy simi<strong>la</strong>r a una cuchil<strong>la</strong> de carnicero. Se <strong>la</strong> tendió,<br />

por el mango, sin dejar de sonreír.<br />

—Enséñeme cómo hace ese giro.<br />

Él lo hizo con otra navaja, girándo<strong>la</strong> despacio hacia un <strong>la</strong>do para que <strong>la</strong> hoja apareciera; luego,<br />

en sentido contrario, para hacer<strong>la</strong> desaparecer.<br />

—Tuerza y apriete —dijo.<br />

—Vuelva a hacerlo, señor.<br />

El comerciante <strong>la</strong> obedeció.<br />

—Muy bien. Ahora, ciérre<strong>la</strong> y lánceme<strong>la</strong> por el mango.<br />

Él lo hizo, en un <strong>la</strong>nzamiento lento hacia arriba.<br />

Dors <strong>la</strong> cogió en el aire y se <strong>la</strong> devolvió.<br />

—Más rápido —pidió.<br />

Él enarcó <strong>la</strong>s oscuras cejas y entonces, sin previo aviso, <strong>la</strong> <strong>la</strong>nzó con fuerza hacia el <strong>la</strong>do<br />

izquierdo de Dors. Ésta no hizo el menor esfuerzo por coger<strong>la</strong> con <strong>la</strong> mano derecha, sino que<br />

a<strong>la</strong>rgó <strong>la</strong> izquierda e hizo que <strong>la</strong> hoja apareciera a <strong>la</strong> vez; después, desapareció. El comerciante se<br />

quedó con <strong>la</strong> boca abierta.<br />

—¿Y es ésta <strong>la</strong> mayor que tiene?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!