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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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imposible creer que exista ese insensato sentimiento contra personas inofensivas.<br />

—Porque usted nunca ha tenido <strong>la</strong> ocasión de interesarse por estas cosas —se <strong>la</strong>mentó<br />

Amaryl—. Puede pasar todo bajo sus propias narices y no olería nada debido a que no le<br />

afecta.<br />

—Amaryl —cortó Dors—, el doctor Seldon es un matemático como tú y, a veces, su cabeza está en<br />

<strong>la</strong>s nubes. Debes comprenderlo. En cambio, yo soy historiadora y sé que no es improbable que<br />

un grupo de gente mire a otro con desprecio. Existen odios curiosos, casi rituales, que<br />

carecen de justificación racional y que pueden tener una grave influencia histórica. Es<br />

terrible.<br />

—Decir de algo que «es terrible» resulta fácil. Según me ha dicho, usted no lo aprueba, y<br />

eso <strong>la</strong> convierte en una buena persona, pero después se va a sus cosas y deja de<br />

interesarse. Es mucho peor que «terrible». Va en contra de todo lo decente y natural. Todos<br />

somos iguales, rubiales y morenos, altos y bajos, orientales y occidentales, del sur o de<br />

otros mundos. Todos somos iguales, usted y yo, e incluso el propio Emperador. Todos<br />

descendemos de los habitantes de <strong>la</strong> Tierra, ¿no es verdad?<br />

—¿Descendemos de qué? —exc<strong>la</strong>mó Seldon, volviéndose para mirar a Dors con los ojos muy<br />

abiertos.<br />

—¡De <strong>la</strong> gente de Tierra! —gritó Amaryl—. ¡El único p<strong>la</strong>neta donde se originaron los<br />

humanos!<br />

—¿Un p<strong>la</strong>neta? ¿Un solo p<strong>la</strong>neta?<br />

—El único p<strong>la</strong>neta. C<strong>la</strong>ro. ¡Tierra!<br />

—Cuando dices Tierra te refieres a Aurora, ¿verdad?<br />

—¿Aurora? ¿Qué es eso? Cuando digo Tierra, quiero decir Tierra. ¿No ha oído hab<strong>la</strong>r<br />

nunca de <strong>la</strong> Tierra?<br />

—No —contestó Seldon—. En realidad, no.<br />

—Es un mundo mítico —empezó Dors— que...<br />

—Nada de mítico. Era un p<strong>la</strong>neta real.<br />

—He oído todo eso antes —suspiró Seldon—. Veamos, volvamos de nuevo al tema. ¿Hay algún<br />

libro dahlita que hable de <strong>la</strong> Tierra?<br />

—¿Qué?<br />

—¿Datos en alguna computadora?<br />

—No sé de qué me hab<strong>la</strong>.<br />

—Joven, ¿dónde oíste hab<strong>la</strong>r de <strong>la</strong> Tierra?<br />

—Mi padre me lo contó. Todo el mundo lo sabe<br />

—¿Hay alguien que lo sepa de manera especial? ¿Te lo enseñaron en <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>?<br />

—Allí jamás nos dijeron una pa<strong>la</strong>bra de eso.<br />

—Entonces, ¿cómo lo sabe <strong>la</strong> gente?<br />

Amaryl se encogió de hombros, con expresión de verse presionado por nada.<br />

—Simplemente, lo saben. Si quiere enterarse de más historias, está Mamá Rittah. No sé que<br />

haya muerto.<br />

—¿Tu madre? No sabrías...<br />

—El<strong>la</strong> no es mi madre. Se <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ma así: Mamá Rittah.<br />

Es muy vieja. Vive en Billibotton..., o solía vivir allí.<br />

—¿Dónde está eso?<br />

—Por allá —respondió Amaryl con un gesto vago.<br />

—¿Y cómo puedo ir?<br />

—¿Ir allí? Usted no puede ir allí. Jamás regresaría.<br />

—¿Por qué no?<br />

—Créame. No querría ir allí.<br />

—Pero me gustaría ver a Mamá Rittah.<br />

—¿Sabe usted usar una navaja? —preguntó Amaryl.<br />

—¿Para qué? ¿Qué c<strong>la</strong>se de navaja?<br />

—Una navaja de muelle. Como ésta. —Amaryl bajó <strong>la</strong> mano al cinturón que sujetaba sus<br />

pantalones. Una parte se desprendió y del extremo surgió una hoja fina, bril<strong>la</strong>nte, mortífera.<br />

La mano de Dors cayó de inmediato sobre <strong>la</strong> mano derecha del joven.<br />

Amaryl se echó a reír.<br />

—No pensaba utilizar<strong>la</strong>. Sólo se <strong>la</strong> enseñaba. Necesitará una igual para defenderse. Si no <strong>la</strong>

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