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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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tardarían en encenderse. La temperatura, tibia y casi no se veían vehículos: todo el mundo iba a pie.<br />

En <strong>la</strong> distancia, se oía el sempiterno zumbido de un expreso y podía distinguirse el brillo<br />

intermitente de sus luces.<br />

Los dahlitas, observó Seldon, no parecían dirigirse a ningún lugar determinado. Más bien daban<br />

<strong>la</strong> sensación de ir dando un paseo, de andar por p<strong>la</strong>cer. A lo mejor, si Dahl era un Sector<br />

pobre, como Tisalver había dado a entender, privaba el pasatiempo barato, ¿y qué había más<br />

agradable y más barato que un paseo nocturno?<br />

Seldon se encontró adoptando maquinalmente aquel paso carente de prisa y experimentó <strong>la</strong><br />

calidez amistosa que lo rodeaba. La gente se saludaba al cruzarse e intercambiaban algunas<br />

pa<strong>la</strong>bras. Los bigotes negros de diferente forma y espesor aparecían por doquier y parecían un<br />

requisito del varón dahlita, tan omnipresentes allí como <strong>la</strong>s calvas de los Hermanos en Mycogen.<br />

Era un rito del atardecer, un medio para asegurarse de que otro día había transcurrido sin<br />

problemas, y que los amigos seguían bien y felices. No tardó en hacerse aparente que Dors<br />

atraía toda <strong>la</strong> atención. A <strong>la</strong> media luz crepuscu<strong>la</strong>r, el color rojizo de su cabello se hacía más<br />

intenso y resaltaba sobre el mar de cabezas morenas (excepto algún gris ocasional) como una<br />

moneda de oro resaltaría con su brillo en un montón de carbón.<br />

—Es muy agradable —comentó Seldon.<br />

—Lo es. Normalmente, salgo con mi esposa y el<strong>la</strong> se encuentra en su elemento. No hay una so<strong>la</strong><br />

persona en un kilómetro a <strong>la</strong> redonda que el<strong>la</strong> no conozca por su nombre, ocupación y amistades.<br />

Yo no puedo. Ahora mismo, <strong>la</strong> mitad de <strong>la</strong> gente que me ha saludado... Bueno, pues sería incapaz<br />

de decirles sus nombres. Pero, de todos modos, no deberíamos ir tan despacio. Tenemos que<br />

llegar al ascensor. Los niveles inferiores son un mundo distinto y ocupado.<br />

Una vez en el ascensor, mientras bajaban, Dors observó:<br />

—Imagino, Mr. Tisalver, que los hoyos son lugares donde el calor interno de Trantor es<br />

utilizado para producir un vapor que mueva <strong>la</strong>s turbinas y conseguir, así, <strong>la</strong> electricidad.<br />

—Oh, no. Unas eficaces termopi<strong>la</strong>s a gran esca<strong>la</strong> producen <strong>la</strong> electricidad directamente. No me<br />

pregunte detalles, por favor. Yo no soy más que un programador de holovisión. A decir verdad,<br />

no pregunte detalles a nadie, aquí abajo. El conjunto no es más que una gran caja negra.<br />

Funciona, pero nadie sabe cómo.<br />

—¿Y si algo fal<strong>la</strong>?<br />

—No suele ocurrir, pero, de ser así, algún experto viene de alguna parte. Alguien que entiende de<br />

computadoras. Todo está altamente computerizado, por supuesto.<br />

El ascensor se detuvo y salieron. Una oleada de calor les envolvió.<br />

—¡Qué calor! —exc<strong>la</strong>mó Seldon al momento.<br />

—Mucho —dijo Tisalver—. Esto es lo que hace a Dahl tan valioso como fuente de energía. La<br />

capa de magma se hal<strong>la</strong> muy cerca de <strong>la</strong> superficie, mucho más aquí que en cualquier parte del<br />

mundo. Por eso, hay que trabajar en medio del calor.<br />

—¿Y si acondicionaran el aire? —preguntó Dors.<br />

—Existe el acondicionamiento de aire, pero resulta demasiado costoso. Venti<strong>la</strong>mos, secamos <strong>la</strong><br />

humedad y refrescamos, pero si exageramos, gastamos demasiada energía y todo el proceso<br />

resulta excesivamente caro.<br />

Tisalver se detuvo ante una puerta e hizo una señal. Al abrirse una bocanada de aire más fresco<br />

salió por el<strong>la</strong>.<br />

—Deberíamos intentar encontrar a alguien que nos muestre el lugar —murmuró— y que sepa<br />

contro<strong>la</strong>r los comentarios que <strong>la</strong> doctora Venabili tendrá que soportar..., por parte de los<br />

hombres.<br />

—Los comentarios no me turbarán —dec<strong>la</strong>ró Dors.<br />

—Pero a mí sí —afirmó Tisalver.<br />

Un joven salió de <strong>la</strong> oficina y se presentó como Hano Lindor. Se parecía muchísimo a Tisalver,<br />

pero Seldon decidió que hasta que se habituara a <strong>la</strong> casi universal tal<strong>la</strong> baja, color de piel y<br />

cabellos y bigotes exuberantes, no distinguiría <strong>la</strong>s diferencias individuales con facilidad.<br />

—Me encantará mostrarles cuanto hay que ver —les aseguró Lindor—, mas no es nada<br />

espectacu<strong>la</strong>r. —Se dirigía a todos, pero sus ojos estaban fijos en Dors—. No va a ser cómodo. Les<br />

sugiero que se quiten <strong>la</strong>s camisetas.<br />

—Aquí se está bien y fresco —observó Seldon.<br />

—C<strong>la</strong>ro, porque somos ejecutivos. El rango tiene sus privilegios. Fuera de aquí, no podemos<br />

mantener el aire acondicionado al mismo nivel. Por eso cobran más que nosotros. En realidad, ésos

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