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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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Seldon pareció abrumado.<br />

—Con sinceridad, debo decirles que no creo poder localizarlo fácilmente en un modelo galáctico sin<br />

buscar antes <strong>la</strong>s coordenadas. Lo único que puedo decirles es que se hal<strong>la</strong> del otro <strong>la</strong>do del agujero<br />

negro central, frente a Trantor; que se llega a él por hipernave y que es muy pesado.<br />

—No creo que Jirad y yo viajemos alguna vez en hipernave.<br />

—Quizá, Casilia, lo hagamos algún día ---<strong>la</strong> animó Tisalver—. Pero, háblenos de Helicón, doctor<br />

Seldon.<br />

Éste movió <strong>la</strong> cabeza.<br />

—Para mí, resulta muy aburrido. Sólo es un mundo como cualquier otro. Sin embargo,<br />

Trantor es distinto de los demás. No hay hoyos de calor en Helicón, y es probable que en<br />

ningún otro lugar, si exceptuamos Trantor. Hábleme de ellos.<br />

«Sin embargo, Trantor es distinto de los demás.» La frase se repitió en <strong>la</strong> mente de Seldon y,<br />

por un momento, se aferró a el<strong>la</strong>. También por algún motivo, <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong>-mano-en-el-muslo de<br />

Dors se repitió pero Tisalver estaba hab<strong>la</strong>ndo y <strong>la</strong> idea se esfumó de <strong>la</strong> mente de Seldon tan de<br />

prisa como había surgido.<br />

—Si se interesa realmente por los hoyos de calor —estaba diciendo Tisalver— puedo<br />

enseñárselos. —Se volvió a su esposa—. Casilia, ¿te importaría que mañana por <strong>la</strong> noche<br />

llevara al doctor Seldon a los hoyos de calor?<br />

—Y a mí también —se apresuró a pedir Dors.<br />

—¿Y a <strong>la</strong> doctora Venabili?<br />

Su mujer arrugó <strong>la</strong> frente.<br />

—No me parece una buena idea —repuso con aspereza—. Nuestros huéspedes lo encontrarán<br />

aburrido.<br />

—No lo creo, señora. Nos gustará mucho ver los hoyos de calor. Nos encantaría que nos<br />

acompañara..., y su hijita, si le apetece.<br />

—¿A los hoyos de calor? —exc<strong>la</strong>mó Mrs. Tisalver indignada—. No es lugar para una mujer<br />

decente.<br />

A Seldon le turbó su metedura de pata y trató de congraciarse con el<strong>la</strong>.<br />

—No era mi intención ofender<strong>la</strong>, señora.<br />

—Y no <strong>la</strong> ha ofendido —le tranquilizó Tisalver—. Casilia cree que nos rebajaría y así es, pero<br />

mientras no se trabaje allí, no molesta ir de visita y mostrárselo a los invitados. Lo malo es que<br />

resulta muy incómodo y jamás conseguiría que Casil<strong>la</strong> se vistiera de modo adecuado.<br />

Se levantaron de su posición de cuclil<strong>la</strong>s. Las «sil<strong>la</strong>s» dahlitas eran asientos de plástico moldeados<br />

montados sobre pequeñas ruedas que anquilosaban <strong>la</strong>s rodil<strong>la</strong>s de Seldon y parecían escabullirse<br />

al menor movimiento de su cuerpo. Los Tisalver, sin embargo, habían dominado el arte de<br />

mantenerse firmes en su asiento, y se levantaban sin problemas, no necesitaban ayudarse con los<br />

brazos como Seldon tenía que hacer. También Dors se levantaba sin gran esfuerzo, y Seldon<br />

se maravil<strong>la</strong>ba de nuevo por su gracia natural.<br />

—¿Estás segura de no saber nada sobre los hoyos de calor? —preguntó Seldon a Dors antes de<br />

separarse para retirarse a sus diferentes dormitorios—. La mujer de Tisalver los presenta como<br />

muy desagradables.<br />

—No puede serlo tanto o Tisalver no hubiera sugerido llevarnos de visita. Conformémonos con<br />

estar sorprendidos.<br />

63<br />

—Necesitarán ropas adecuadas —advirtió Tisalver. Su esposa, al fondo, hizo un ruido<br />

significativo.<br />

Seldon, que pensaba en kirtles con cierto desasosiego, preguntó con caute<strong>la</strong>:<br />

—¿Qué quiere decir con ropas adecuadas?<br />

—Algo ligero, como lo que yo llevo. Una camiseta sin mangas, pantalones holgados y calzoncillos<br />

holgados, calcetines y sandalias muy abiertas. Tengo todo lo necesario.<br />

—Bien. No parece incómodo.<br />

—Para <strong>la</strong> doctora Venabili tengo lo mismo, espero que le siente bien.<br />

La ropa proporcionada por Tisalver (que le pertenecía) para cada uno de ellos les sentaba bien...,<br />

aunque algo ajustada. Cuando estuvieron listos, se despidieron de Mrs. Tisalver y el<strong>la</strong>, con<br />

expresión de resignada censura, les estuvo contemp<strong>la</strong>ndo desde <strong>la</strong> puerta mientras se alejaban.<br />

Era última hora de <strong>la</strong> tarde, y el crepúsculo resultaba muy bello. Por lógica, <strong>la</strong>s luces de Dahl no

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