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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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que me busco los problemas por <strong>la</strong>s buenas. Estoy tratando de averiguar algo que puede muy<br />

bien llevarme treinta vidas aprender si voy a tener <strong>la</strong> más ligera oportunidad de organizar <strong>la</strong><br />

psicohistoria.<br />

—Lo comprendo —dijo Hummin—. Tus esfuerzos por aprender te llevaron a Arriba en Streeling y<br />

al «Nido» de los Ancianos en Mycogen y quién sabe adonde aquí, en Dahl. En cuanto a ti,<br />

Dors, sé que te has esforzado por cuidar de Seldon, pero tienes que esforzarte mucho más.<br />

Métete en <strong>la</strong> cabeza que es <strong>la</strong> persona más importante de Trantor, o de <strong>la</strong> Ga<strong>la</strong>xia si quieres, y que<br />

debe mantenerse a salvo a toda costa.<br />

—Continuaré esforzándome —prometió Dors.<br />

—En cuanto a <strong>la</strong> familia que os hospeda, tienen sus peculiaridades, pero, en esencia, son unas<br />

buenas personas con quienes he tenido tratos anteriormente. Procurad no complicarles <strong>la</strong> vida.<br />

Pero, Tisalver, por lo menos, no parecía anticipar problemas de ningún tipo por parte de sus<br />

nuevos inquilinos y el p<strong>la</strong>cer expresado por su compañía, aparte de los créditos de alquiler<br />

que recibiría a cambio, parecía sincero.<br />

Nunca había salido de Dahl y su hambre de historias de lugares lejanos era enorme. También<br />

su esposa, ceremoniosa y sonriente, escuchaba, mientras que <strong>la</strong> niña, con un dedo en <strong>la</strong> boca,<br />

asomaba sus ojos, curiosos, por detrás de <strong>la</strong> puerta.<br />

Por lo general, después de <strong>la</strong> cena, con toda <strong>la</strong> familia reunida, era cuando Seldon y Dors les<br />

hab<strong>la</strong>ban del mundo exterior. La comida, abundante, resultaba sosa y, a veces, dura. Al tomar<strong>la</strong><br />

con tan poco tiempo transcurrido después de los gustosos alimentos de Mycogen, resultaba<br />

intragable. La «mesa» era una <strong>la</strong>rga estantería adosada a <strong>la</strong> pared y ellos comían de pie.<br />

Un discreto interrogatorio por parte de Seldon ac<strong>la</strong>ró que ésa era <strong>la</strong> forma habitual de comer<br />

entre los dahlitas y no algo debido a inexplicable pobreza. C<strong>la</strong>ro que, explicó Mrs. Tisalver,<br />

estaban los que tenían altos cargos del Gobierno en Dahl y que gustaban de imitar <strong>la</strong>s inútiles<br />

costumbres, como <strong>la</strong>s sil<strong>la</strong>s, que el<strong>la</strong> l<strong>la</strong>maba «estanterías del cuerpo», pero esto era considerado<br />

de mal efecto entre <strong>la</strong> sólida c<strong>la</strong>se media.<br />

Los Tisalver reprobaban tanto el lujo innecesario como les entusiasmaba oír hab<strong>la</strong>r de él.<br />

Escuchaban atentamente y armaban una auténtica tormenta de chasquidos de lengua cuando se<br />

enteraban de los colchones levantados sobre patas, <strong>la</strong>s cómodas y roperos tal<strong>la</strong>dos, y lo<br />

superfluo de los cubiertos.<br />

También quedaron arrobados ante una descripción de <strong>la</strong>s costumbres mycogenias, mientras<br />

Jirad Tisalver acariciaba comp<strong>la</strong>ciente su propio cabello, lo que expresaba sin lugar a dudas que<br />

antes pensaría en <strong>la</strong> castración que en <strong>la</strong> depi<strong>la</strong>ción. Mrs. Tisalver se enfurecía ante cualquier<br />

mención de servilismo femenino y se negó de manera tajante a creer que <strong>la</strong>s Hermanas lo<br />

aceptaran con toda tranquilidad.<br />

No obstante, lo que más les impresionó fueron <strong>la</strong>s referencias casuales de Seldon a los jardines<br />

imperiales. Cuando, al ser interrogado al respecto, descubrieron que Seldon había visto al<br />

Emperador en persona, una manta de temor reverencial pareció envolver a <strong>la</strong> familia. Tardaron un<br />

buen rato antes de atreverse a preguntar nada y Seldon encontró que no podía satisfacerles.<br />

Después de todo, no había visto gran cosa de los jardines, y menos aún del interior del pa<strong>la</strong>cio.<br />

Esto decepcionó a los Tisalver, que se mostraron incansables en sus intentos de averiguar más.<br />

Habiendo oído <strong>la</strong> aventura imperial de Seldon, les costó creer <strong>la</strong> afirmación de que Dors, por<br />

su parte, jamás había estado cerca de los jardines imperiales. Se negaron a creer, sobre todo, el<br />

comentario de Seldon de que el Emperador había hab<strong>la</strong>do y se había comportado como<br />

cualquier otro ser humano corriente. Eso les pareció absolutamente imposible a los Tisalver.<br />

Después de tres ve<strong>la</strong>das de este ejercicio, Seldon empezó a cansarse. En un principio, le<br />

había agradado <strong>la</strong> idea de no hacer nada durante un tiempo (el día por lo menos) excepto<br />

mirar los libro-pelícu<strong>la</strong>s de historia que Dors le había recomendado. Los Tisalver prestaron su<br />

visor de libros a sus huéspedes durante el día, de buen grado, aunque <strong>la</strong> niña parecía disgustada<br />

por ello y <strong>la</strong> enviaron al apartamento de unos vecinos para que usara el de ellos con los<br />

deberes.<br />

—No me sirve —dijo Seldon con inquietud, desde <strong>la</strong> seguridad de su habitación después de haber<br />

conectado algo de música a fin de quitarles <strong>la</strong>s ganas de escuchar en <strong>la</strong> puerta—. Comprendo<br />

que te fascine <strong>la</strong> Historia, pero no es más que una serie interminable de detalles; una montaña...;<br />

no, un montón galáctico de datos entre los que no puedo encontrar <strong>la</strong> organización básica.<br />

—Supongo —observó Dors— que debió haber un tiempo en que los seres humanos no vieron<br />

organización en <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s del cielo, aunque, más tarde, acabaron por descubrir <strong>la</strong> estructura

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