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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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insistencia. Sin embargo, vosotros no renunciasteis.<br />

»La tienda donde adquiriste <strong>la</strong> kirtle b<strong>la</strong>nca y <strong>la</strong>s dos bandas nos informó en seguida. Entonces<br />

dedujimos lo que pretendíais hacer. La biblioteca se mantuvo vacía y se advirtió al bibliotecario<br />

que mantuviera <strong>la</strong> vista baja, el Sacratorium se mantuvo medio inutilizado. El único Hermano<br />

que, distraído, vino a hab<strong>la</strong>ros, casi lo descubre, pero cuando se dio cuenta de con quién estaba<br />

hab<strong>la</strong>ndo se apresuró a alejarse. Después, subisteis.<br />

«Veis, pues, que vuestra intención era subir y que no fuisteis de ningún modo atraídos hacia<br />

aquí. Habéis venido como resultado de vuestra propia acción, vuestro propio deseo, y lo que<br />

quiero preguntaros, una vez más, es: ¿por qué?<br />

Fue Dors <strong>la</strong> que contestó esta vez, con <strong>la</strong> voz firme y ojos acerados.<br />

—Volveremos a repetírtelo, mycogenio. Somos eruditos, que consideran sagrado el conocimiento, y<br />

sólo buscamos conocimiento. No nos habéis atraído aquí, eso desde luego, pero tampoco nos lo<br />

habéis impedido, como pudisteis hacer mucho antes de que nos acercáramos a este edificio. Nos<br />

habéis al<strong>la</strong>nado el camino, nos lo habéis facilitado y esto podría ser considerado como una<br />

atracción con señuelo. ¿Qué mal hemos hecho? No hemos perturbado en absoluto este edificio,<br />

o esta habitación, o a ti, o a eso. —Y señaló al robot.<br />

»Es un pedazo de metal oculto aquí, y ahora sabemos que está muerto. Éste es el único<br />

conocimiento que buscábamos. Creímos que sería más significativo y nos sentimos<br />

decepcionados, pero ahora que sabemos qué es, nos retiraremos. Y, si lo deseas, abandonaremos<br />

Mycogen también.<br />

Amo del Sol Catorce <strong>la</strong> escuchó sin <strong>la</strong> menor expresión en su semb<strong>la</strong>nte. Cuando el<strong>la</strong> hubo<br />

terminado, se volvió a Seldon.<br />

—Este robot, es un símbolo, como has podido ver; un símbolo de todo lo que hemos perdido y<br />

de todo lo que ya no tenemos, de todo lo que, a través de mil<strong>la</strong>res de años, no hemos<br />

olvidado y a lo que pensamos regresar algún día. Porque es todo lo que nos queda, material y<br />

auténtico a <strong>la</strong> vez, y lo amamos..., aunque para tu mujer no sea más que un «pedazo de<br />

metal muerto». ¿Estás de acuerdo con ese juicio, Seldon?<br />

—Somos miembros de sociedades que no se aferran a un pasado que cuenta mil<strong>la</strong>res de años<br />

—repuso Seldon—, y que no tienen contacto con lo que ha existido entre el pasado y nosotros.<br />

Vivimos en el presente, al que reconocemos como producto del pasado, de todo el pasado, y no<br />

de un momento perdido en el tiempo que estrechamos sobre nuestro pecho. Comprendemos, bajo<br />

el punto de vista intelectual, lo que un robot puede significar para vosotros y estamos dispuestos<br />

a que continúe siendo así. Pero nosotros sólo podemos verlo con nuestros ojos, como vosotros<br />

podéis verlo con los vuestros. Para nosotros, es un pedazo de metal muerto.<br />

—Y ahora —concluyó Dors—, nos iremos.<br />

—No os iréis. Al venir aquí, habéis cometido un crimen. Es un crimen ante nuestros ojos, como<br />

acabáis de indicar. —Sus <strong>la</strong>bios se curvaron en una extraña sonrisa—. Pero éste es nuestro<br />

territorio y, dentro de él, nosotros marcamos <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s. Y este crimen, según nuestras reg<strong>la</strong>s, se<br />

castiga con <strong>la</strong> muerte.<br />

—¿Vas a fusi<strong>la</strong>rnos? —preguntó Dors con altivez.<br />

La expresión de Amo del Sol fue de puro desprecio y siguió dirigiéndose a Seldon so<strong>la</strong>mente.<br />

—¿Qué has creído que somos, miembro de tribu Seldon? Nuestra cultura es tan antigua como <strong>la</strong><br />

vuestra, tan compleja, civilizada y humana. No voy armado. Seréis juzgados y, como sois<br />

manifiestamente culpables, seréis ejecutados de acuerdo con <strong>la</strong> ley, con rapidez y sin dolor.<br />

»Si intentarais iros ahora, yo no os lo impediría, pues abajo hay muchos Hermanos, muchos<br />

más de los que parecía haber cuando entrasteis en el Sacratorium, y airados por vuestra acción,<br />

podrían poneros <strong>la</strong>s manos violentamente encima. En nuestra historia, ha ocurrido que unos<br />

tribales hayan muerto en manos de <strong>la</strong> chusma; no es una muerte agradable... y, ciertamente,<br />

nada p<strong>la</strong>centera.<br />

—Fuimos advertidos por Jirón de Cielo Dos —ac<strong>la</strong>ró Dors—. No puedo decir, que ello hable<br />

mucho en favor de vuestra cultura compleja, civilizada y humana.<br />

—La gente se deja llevar por <strong>la</strong> violencia en momentos de emoción, tribal Seldon —expuso<br />

plácidamente Amo del Sol Catorce sin hacer el menor caso a Dors—, por humanitarios que<br />

puedan comportarse en ocasiones de calma. Y esto es real en todas <strong>la</strong>s culturas, como tu mujer,<br />

que se dice historiadora, sin duda conoce.<br />

—Sigamos siendo razonables, Amo del Sol Catorce —dijo Seldon—. Tú serás <strong>la</strong> ley en Mycogen<br />

sobre asuntos locales, pero no eres <strong>la</strong> ley respecto de nosotros, y lo sabes. Ambos no somos

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