09. Preludio a la Fundación
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
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Fue durante el desayuno del día siguiente, y no antes, cuando Dors p<strong>la</strong>nteó el asunto de una forma<br />
que Seldon encontró de lo más hiriente.<br />
—Bien, lo de ayer supuso un buen chasco.<br />
Seldon, que creía haberse librado de censuras, pareció malhumorado.<br />
—¿Dónde estuvo el chasco?<br />
—Nos echaron, así de sencillo. ¿Y por qué? ¿Qué sacamos en c<strong>la</strong>ro?<br />
—Sólo <strong>la</strong> certeza de que allí hay un robot.<br />
—Mycelium Setenta y Dos nos dijo que no había nada.<br />
—C<strong>la</strong>ro que lo dijo. Es un erudito, o cree serlo, y lo que él no sabe sobre el Sacratorium<br />
llenaría <strong>la</strong> biblioteca a donde va a leer. Ya viste <strong>la</strong> reacción del Anciano.<br />
—Por supuesto que <strong>la</strong> vi.<br />
—No habría reaccionado así si no hubiera un robot dentro. Estaba horrorizado de que nosotros<br />
lo supiésemos.<br />
—Es pura suposición tuya, Hari. Pero, incluso si lo hubiera, no podríamos entrar.<br />
—Pero sí intentarlo. Después del desayuno saldremos a comprar una banda para mí, una de esas<br />
obiahs. Me <strong>la</strong> pondré, mantendré los ojos devotamente bajos y entraré.<br />
—¿Con cubrecabeza y todo? Te descubrirán en un micro-segundo.<br />
—No, no lo harán. Entraremos en <strong>la</strong> biblioteca donde se guardan los datos tribales. De todos<br />
modos, me interesa ver<strong>la</strong>. De <strong>la</strong> biblioteca, que es el anexo del Sacratorium, por lo que creo<br />
recordar, habrá una entrada a éste...<br />
—Donde te cazarán al momento.<br />
—En absoluto. Ya oíste lo que Mycelium Setenta y Dos nos dijo. Todos mantienen los ojos bajos<br />
y meditan sobre su gran Mundo Perdido, Aurora. Nadie mira a nadie. Probablemente, hacerlo sería<br />
una terrible infracción de disciplina. Entonces, buscaré el nido de los Ancianos...<br />
—¿Y así de fácil?<br />
—En un momento dado, Mycelium Setenta y Dos me aconsejó que no subiera al nido de los<br />
Ancianos. Subiera. Debe estar en alguna parte de esa torre del Sacratorium, <strong>la</strong> torre central.<br />
Dors movió <strong>la</strong> cabeza.<br />
—No recuerdo <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras exactas del hombre y creo que tú tampoco. Nos basamos en una<br />
indicación demasiado débil para... Espera. —De pronto, calló, con el ceño fruncido.<br />
—¿Y bien?<br />
—Hay una pa<strong>la</strong>bra arcaica: «nido de águi<strong>la</strong>», que significa «un lugar en lo alto de <strong>la</strong>s rocas», ¡el<br />
nido de los Ancianos!<br />
—¿Lo ves? Hemos aprendido cosas vitales como resultado de lo que tú l<strong>la</strong>mas chasco. Y si puedo<br />
encontrar un robot que cuenta veinte mil años de edad, y si él puede decirme...<br />
—Supón que semejante cosa exista, lo cual sobrepasa en mucho lo creíble, y que no es muy<br />
probable, ¿cuánto tiempo crees que podrás hab<strong>la</strong>r con él antes de que tu presencia sea<br />
detectada?<br />
—No lo sé, pero si puedo demostrar su existencia y puedo encontrarlo, entonces pensaré en <strong>la</strong><br />
forma de hab<strong>la</strong>rle. Ahora, bajo ninguna circunstancial, puedo volverme atrás; es demasiado tarde.<br />
Hummin debió dejarme en paz cuando yo pensaba que no conseguiría desentrañar <strong>la</strong> psicohistoria.<br />
Ahora, que parece que puedo lograrlo, no dejaré que nada me lo impida..., a menos que me<br />
maten.<br />
—No, Hari. Mi obligación es cuidar de ti, y no puedo permitírtelo.<br />
—Debes dejarme. Encontrar <strong>la</strong> solución a <strong>la</strong> psicohistoria es más importante que mi seguridad.<br />
Ésta lo es porque puedo resolver <strong>la</strong> psicohistoria. Impídeme que lo haga y tu misión pierde su<br />
sentido... Piénsalo bien.<br />
Seldon se sentía imbuido de un renovado sentido de obligación. La psicohistoria, su nebulosa<br />
teoría, que poco tiempo atrás había creído que jamás probaría, se veía más cerca, más real. Ahora,<br />
tenía que creer en su posibilidad; lo sentía en sus entrañas. Las piezas iban encajando y, a pesar de<br />
que todavía no podía ver <strong>la</strong> imagen completa, estaba seguro de que el Sacratorium le<br />
proporcionaría una pieza más a su rompecabezas.<br />
—Bien, entonces, te acompañaré, idiota, para poder sacarte de allí llegado el momento.<br />
—Las mujeres no pueden entrar.<br />
—¿Y qué indica que soy una mujer? Sólo está <strong>la</strong> kirtle gris. No puedes ver mis senos debajo de<br />
el<strong>la</strong>. No voy peinada como una mujer debajo de este cubrecabeza. Tengo el mismo rostro,