09. Preludio a la Fundación
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
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—¿Lo sabes? ¿Cómo lo sabes?<br />
—Tenéis que serlo. Los únicos tribales tolerados en Mycogen son funcionarios Imperiales y<br />
diplomáticos, comerciantes importantes y eruditos... Para mí, vuestro aspecto es el de eruditos.<br />
Esto es lo que me ha hecho interesarme por vosotros. Eruditos reunidos... —y sonrió<br />
comp<strong>la</strong>cido.<br />
—En efecto. Yo soy matemático; Dors, historiadora. ¿Y tú?<br />
—Me especializo en... <strong>la</strong> cultura. He leído todas <strong>la</strong>s grandes obras de <strong>la</strong> literatura de <strong>la</strong>s tribus;<br />
Lissauer, Mentone, Novigor...<br />
—Y nosotros hemos leído <strong>la</strong>s grandes obras de vuestro pueblo, por ejemplo, he leído el Libro...<br />
Sobre el Mundo Perdido.<br />
Mycelium abrió los ojos, sorprendido. Su tez olivácea pareció palidecer.<br />
—¿Los has leído? ¿Cómo? ¿Dónde?<br />
—En nuestra universidad tenemos copias que podemos leer si se nos autoriza.<br />
—¿Copias del Libro?<br />
—Sí.<br />
—Quién sabe si los Ancianos están enterados.<br />
—Y he leído sobre los robots —insistió Seldon.<br />
—¿Robots?<br />
—Sí. Es por lo que me gustaría entrar en el Sacratorium. Me gustaría ver al robot.<br />
Dors dio una ligera patada a Seldon, pero éste <strong>la</strong> ignoró.<br />
—No creo en estas cosas —dijo Mycelium Setenta y Dos, inquieto—. Los eruditos no creen en ello.<br />
—Pero, por su expresión, parecía como si temiera que lo oyeran.<br />
—He leído que un robot se encuentra aún en el Sacratorium.<br />
—No quiero seguir hab<strong>la</strong>ndo de tanta tontería.<br />
—Y si realmente estuviera en el Sacratorium, ¿dónde lo tendrían?<br />
—Incluso suponiendo que hubiera uno, no podría decírtelo. No he entrado ahí desde que era<br />
niño.<br />
—A pesar de ello, estarías enterado si hubiera un lugar especial, un escondrijo.<br />
—Está el nido del águi<strong>la</strong> de los Ancianos. Sólo los ancianos pueden subir. Pero allí no hay nada.<br />
—¿Has estado alguna vez?<br />
—No, c<strong>la</strong>ro que no.<br />
—Entonces, ¿cómo lo sabes?<br />
—No sé que no hay un granado allí. No sé que no hay un órgano-láser allí. No sé que no hay<br />
ni una muestra de un millón de cosas allí. ¿Acaso mi falta de conocimiento de su ausencia,<br />
demuestra que están presentes?<br />
De momento, a Seldon no se le ocurrió nada que decir.<br />
Una sonrisa dulcificó <strong>la</strong> expresión preocupada de Mycelium Setenta y Dos.<br />
—Esto no es más que un razonamiento de erudito —dijo—. No soy un hombre fácil de<br />
embarul<strong>la</strong>r; de todos modos, os aconsejaría que no intentarais subir al nido de los Ancianos. No<br />
creo que os gustara lo que os pasaría si encontraban un tribal dentro... Bien. Lo mejor del<br />
Amanecer para vosotros. —Se levantó de pronto, sin previo aviso, y desapareció<br />
apresuradamente.<br />
Seldon lo contempló, pensativo, algo sorprendido.<br />
—¿Qué le ha hecho dispararse así?<br />
—Creo que porque alguien se acercaba —dijo Dors.<br />
Y alguien se estaba acercando. Un hombre alto con una lujosa kirtle b<strong>la</strong>nca y una no menos<br />
lujosa y adornada banda roja, se deslizaba con aire solemne hacia ellos. Tenía el aspecto<br />
inconfundible de alguien que está descontento.<br />
53<br />
Hari Seldon se puso en pie al acercarse el nuevo mycogenio. No tenía <strong>la</strong> menor idea de si aquél era<br />
el comportamiento correcto, pero tuvo <strong>la</strong> instintiva sensación de que no quedaría mal. Dors<br />
Venabili se levantó al mismo tiempo y mantuvo los ojos cuidadosamente bajos.<br />
El desconocido se p<strong>la</strong>ntó ante ellos. También era un anciano, pero de una vejez más sutil que <strong>la</strong> de<br />
Mycelium Setenta y Dos. La edad parecía prestarle distinción a su rostro todavía hermoso. Su<br />
cabeza calva estaba perfectamente formada y sus ojos eran de un sorprendente tono azul, que<br />
contrastaba con el resp<strong>la</strong>ndeciente rojo de <strong>la</strong> banda.