09. Preludio a la Fundación
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Seldon sacó el <strong>la</strong>bio inferior.<br />
—-¡Qué civilizados! Supongo que todo funciona sin tropiezos, no son atrasados, ni bárbaros, ni<br />
nada.<br />
Pero Dors le tocó con disimulo.<br />
—-Tu reg<strong>la</strong> ha fal<strong>la</strong>do —musitó—. Estamos siendo observados. El hombre, a tu derecha.<br />
52<br />
Los ojos de Seldon realizaron un movimiento fugaz. El hombre que se sentaba a su derecha era algo<br />
f<strong>la</strong>co y parecía bastante viejo. Tenía los ojos oscuros y <strong>la</strong> tez morena. Seldon estaba seguro de<br />
que si no lo hubieran depi<strong>la</strong>do, su cabello habría sido negro.<br />
Volvió a mirar ante sí, pensando. Aquel Hermano le resultaba algo atípico. Los pocos Hermanos<br />
en los que se había fijado eran bastante altos, de tez c<strong>la</strong>ra y ojos azules o grises. Desde luego,<br />
tampoco había visto tantos como para hacerse una idea general.<br />
Notó un ligero roce en <strong>la</strong> manga derecha de su kirtle. Seldon se volvió, indeciso, y se encontró<br />
con una cartulina en <strong>la</strong> que estaba escrito: ¡CUIDADO, MIEMBRO DE TRIBU!<br />
Seldon se sobresaltó y, en un gesto automático, se llevó <strong>la</strong> mano al cubrecabeza. El hombre<br />
sentado a su <strong>la</strong>do moduló en silencio: «Pelo.»<br />
La mano de Seldon lo localizó, unas pocas hebras sobre <strong>la</strong> sien. En un momento u otro del<br />
recorrido, debió habérsele desp<strong>la</strong>zado el cubrecabeza. Tan rápida y disimu<strong>la</strong>damente como pudo,<br />
se lo encasquetó mejor y, simu<strong>la</strong>ndo pasarse <strong>la</strong> mano por <strong>la</strong> cabeza, se aseguró de que estaba<br />
bien sujeto. Entonces, se volvió a su vecino de <strong>la</strong> derecha e inclinó imperceptiblemente <strong>la</strong><br />
cabeza.<br />
—Gracias —murmuró.<br />
El otro le sonrió.<br />
—¿Vais al Sacratorium? —preguntó en voz normal.<br />
—En efecto —asintió Seldon.<br />
—Era fácil adivinarlo. Yo también. ¿Bajamos juntos? —su sonrisa era amistosa.<br />
—Estoy con mi..., mi...<br />
—Tu mujer. C<strong>la</strong>ro. ¿Vamos los tres juntos?<br />
Seldon no sabía cómo reaccionar. Un vistazo en <strong>la</strong> otra dirección le mostró a Dors con los ojos<br />
fijos ante el<strong>la</strong>. Estaba demostrando que no se interesaba por <strong>la</strong> conversación masculina..., <strong>la</strong><br />
actitud apropiada de una Hermana. No obstante, Seldon notó una leve presión en <strong>la</strong> rodil<strong>la</strong> que<br />
supuso (quizá sin demasiada justificación) quería decir: «Está bien.»<br />
En cualquier caso, su natural sentido de <strong>la</strong> cortesía le llevó a decir:<br />
—Sí, por supuesto.<br />
No hubo más conversación hasta que <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ca direccional les indicó que estaban llegando al<br />
Sacratorium y el amigo mycogenio de Seldon se puso en pie para salir.<br />
El gravi-bus dio un amplio giro por el perímetro de <strong>la</strong> exp<strong>la</strong>nada del Sacratorium y, cuando se<br />
detuvo, hubo un éxodo general con los hombres pasando de<strong>la</strong>nte de <strong>la</strong>s mujeres para bajar<br />
primero. El<strong>la</strong>s los siguieron.<br />
—Es un poco pronto para almorzar..., amigos míos —anunció <strong>la</strong> voz del mycogenio, algo<br />
cascada por los años pero alegre—, pero os doy mi pa<strong>la</strong>bra de que dentro de poco todo estará<br />
lleno. ¿Queréis que compremos algo, ahora, y lo comamos ahí fuera? Estoy muy familiarizado con<br />
este lugar y conozco un buen sitio.<br />
Seldon se preguntó si no sería una trampa para inducir a inocentes miembros de tribu a<br />
embarcarse en algo improcedente o costoso, mas, aun así, decidió arriesgarse.<br />
—Eres muy amable. Nosotros no estamos familiarizados con el lugar, y nos encantará seguir tus<br />
consejos.<br />
Compraron el almuerzo, bocadillos y una bebida que parecía leche, en un puesto al aire libre.<br />
Como el día era precioso y ellos eran visitantes, dijo el viejo mycogenio, se acercarían a <strong>la</strong><br />
exp<strong>la</strong>nada del Sacratorium y comerían al aire libre, para que se familiarizaran mejor con lo que<br />
les rodeaba.<br />
Durante el trayecto, llevando el almuerzo, Seldon observó que, en pequeña esca<strong>la</strong>, el Sacratorium<br />
se parecía al Pa<strong>la</strong>cio Imperial, y que el terreno en que se asentaba era casi idéntico, en<br />
miniatura, al que rodeaba el Pa<strong>la</strong>cio Imperial. Le costaba creer que los mycogenios admiraran <strong>la</strong>s<br />
instituciones Imperiales, o quizá, <strong>la</strong>s odiaban y despreciaban de verdad, mas <strong>la</strong> atracción cultural<br />
no podía evitarse.