09. Preludio a la Fundación
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
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—Entonces, lee lo que dice.<br />
—Es lo que estoy intentando, pero está escrito para personas familiarizadas con el sistema.<br />
Tendremos que preguntar.<br />
—No, Dors. Esto lo haremos como último recurso. No quiero l<strong>la</strong>mar <strong>la</strong> atención. Preferiría que<br />
nos arriesgáramos y tratáramos de encontrar el camino, incluso aunque ello signifique perdernos<br />
un par de veces.<br />
Dors hojeó el folleto con suma atención.<br />
—Bueno, dedica toda tu atención al Sacratorium —acabó diciendo de ma<strong>la</strong> gana—. Es lo<br />
natural. Presumo que todo el mundo en Mycogen quiere llegar allí en un momento u otro. —<br />
Después de concentrarse un poco más, añadió—. Te diré algo. No hay modo de encontrar un<br />
transporte desde aquí para llegar hasta allá.<br />
—¿Cómo?<br />
—No te excites. Por lo visto, hay un medio de ir de aquí a otro medio de transporte que nos<br />
llevará allí. Tendremos que pasar de uno al otro.<br />
Seldon se re<strong>la</strong>jó.<br />
—Es natural. Ni en Trantor se puede tomar un expreso directo a <strong>la</strong> mayor parte de los sitios, hay<br />
que hacer transbordos.<br />
Dors le dirigió una mirada impaciente.<br />
—También yo lo sé. Es que estoy acostumbrada a tener objetos que me expliquen <strong>la</strong>s cosas.<br />
Cuando cuentas con que debes encontrarlo por tus propios medios, lo más sencillo se te escapa.<br />
—Está bien, querida. No te sulfures. Si conoces ya el camino, dirige. Yo te seguiré con toda<br />
humildad.<br />
Y así lo hizo hasta que llegaron a un cruce, donde se detuvieron.<br />
Tres varones de b<strong>la</strong>ncas kirtles y dos hembras de gris estaban en el mismo cruce. Seldon esbozó<br />
una sonrisa general en su dirección, pero no consiguió más que una mirada indiferente, desviada<br />
de inmediato.<br />
Por fin, el transporte llegó. Era una versión anticuada de lo que Seldon hubiera l<strong>la</strong>mado un<br />
gravi-bus en Helicón. Dentro había una veintena de asientos corridos tapizados, con capacidad<br />
para cuatro personas cada uno. Cada banco tenía sus propias puertas a ambos <strong>la</strong>dos del<br />
vehículo. Cuando paraba, los pasajeros se apeaban por el <strong>la</strong>do que les convenía. Seldon, por un<br />
momento, se sintió preocupado al ver que algunos se apeaban por el <strong>la</strong>do del tránsito, pero se<br />
fijó en que cada vehículo que se acercaba en una u otra dirección paraba al acercarse al gravibus.<br />
Ninguno se movía mientras éste no se pusiera en marcha.<br />
Dors empujó a Seldon y éste se acercó a un banco en el que había dos asientos contiguos<br />
vacíos. Dors entró detrás de él (los hombres pasaban siempre de<strong>la</strong>nte, observó).<br />
—Deja de estudiar a <strong>la</strong> humanidad —le advirtió Dors en un murmullo—. Fíjate en lo que te<br />
rodea.<br />
—Lo intentaré.<br />
—Por ejemplo... —dijo el<strong>la</strong>, seña<strong>la</strong>ndo un espacio liso en el respaldo del banco, directamente<br />
de<strong>la</strong>nte de ellos. Tan pronto como el vehículo empezó a moverse, aparecieron pa<strong>la</strong>bras iluminadas,<br />
indicando <strong>la</strong> próxima parada y <strong>la</strong>s estructuras o cruces cercanos.<br />
—Ahora es probable que esto nos diga el trasbordo que necesitamos. Por lo menos, el Sector<br />
no es bárbaro del todo.<br />
—Estupendo —exc<strong>la</strong>mó Seldon. Luego, pasado un momento, se inclinó hacia Dors y murmuró—:<br />
Nadie nos mira. Parece que los límites artificiales están para proteger <strong>la</strong> intimidad individual en<br />
los lugares abarrotados. ¿Te has dado cuenta?<br />
—Siempre lo he dado por sensato. Si esto va a ser una reg<strong>la</strong> de tu psicohistoria, no creo que<br />
nadie se impresione.<br />
Como Dors había supuesto, <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ca direccional que había frente a ellos anunció, poco después,<br />
que se acercaban al punto de trasbordo para cambiar a <strong>la</strong> línea directa que los llevaría al<br />
Sacratorium.<br />
Se apearon y también tuvieron que esperar. Varios gravi-buses ya habían dejado <strong>la</strong> intersección,<br />
pero otro gravi-bus se acercaba. Estaban en un trayecto bien comunicado, lo que no era<br />
sorprendente; el Sacratorium tenía que ser el centro neurálgico del Sector. Subieron al gravi-bus,<br />
y Seldon murmuró:<br />
—¿No pagamos?<br />
—Según el folleto, el transporte público es un servicio gratuito.