09. Preludio a la Fundación
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
sentido. —Contempló con cierta repugnancia el libro que tenía en <strong>la</strong>s manos—. Aunque hacerlo me<br />
llevaría mucho tiempo y no estoy seguro de que, al final, me sirviera de algo.<br />
—Lo siento de verdad, Hari. Pareces tan decepcionado.<br />
—Porque me siento decepcionado. La culpa es mía. Si no me hubiera hecho tantas ilusiones...<br />
Ahora recuerdo que, en un momento dado, se referían a su mundo como a «Aurora».<br />
—¿Aurora? —repitió Dors, enarcando <strong>la</strong>s cejas.<br />
—Parece un nombre propio. Sin embargo, por lo que he visto, tampoco parece tener sentido.<br />
¿Te dice algo?<br />
—Aurora —murmuró Dors pensando en ello con el ceño fruncido—. No puedo decir que haya oído<br />
algo sobre un p<strong>la</strong>neta de este nombre en el curso de <strong>la</strong> historia del Imperio Galáctico, o durante<br />
el período de su crecimiento, pero tampoco pretendo conocer el nombre de cada uno de los<br />
veinticinco millones de mundos. Podríamos mirarlo en <strong>la</strong> biblioteca de <strong>la</strong> Universidad..., si<br />
alguna vez regresamos a Streeling. Es inútil buscar una biblioteca aquí, en Mycogen. No sé por<br />
qué, tengo <strong>la</strong> impresión de que todos sus conocimientos se encierran en el Libro. Si algo no<br />
está en él, no les interesa.<br />
Seldon bostezó.<br />
—Creo que tienes razón. En todo caso, es inútil seguir leyendo, dudo que pueda mantener los<br />
ojos abiertos por más tiempo. ¿Te parece bien que apague <strong>la</strong> luz?<br />
—Te lo agradeceré, Hari. Y levantémonos un poco más tarde mañana.<br />
Y a oscuras, Seldon dijo a media voz:<br />
—C<strong>la</strong>ro que parte de lo que se dice en él es ridículo. Por ejemplo, hab<strong>la</strong> de que, en su<br />
mundo, <strong>la</strong> duración de <strong>la</strong> vida es de entre tres y cuatro siglos.<br />
—¿Siglos?<br />
—Sí, cuentan su edad por décadas más que por años. Y eso te produce una curiosa sensación<br />
porque mucho de lo que dicen es tan normal que cuando hab<strong>la</strong>n de algo que parece fuera de<br />
lo normal, te encuentras casi obligado a creerlo.<br />
—Si sientes que estás empezando a creerlo, entonces, deberías darte cuenta de que muchas<br />
leyendas de orígenes primitivos suponen <strong>la</strong>rgas vidas para los primeros caudillos. Si los presentan<br />
como increíblemente heroicos, parece natural que <strong>la</strong> duración de sus vidas sea también<br />
excepcional.<br />
—¿Lo crees así? —preguntó Seldon, con un nuevo bostezo.<br />
—Sí. Y el remedio para <strong>la</strong> excesiva credibilidad es dormirse y dejar el análisis del caso para el<br />
día siguiente.<br />
Y Seldon, parándose sólo el tiempo preciso para pensar que una <strong>la</strong>rga vida podía ser una<br />
simple necesidad para cualquiera que tratara de entender a <strong>la</strong> gente de una Ga<strong>la</strong>xia se quedó<br />
dormido.<br />
49<br />
A <strong>la</strong> mañana siguiente, Hari se sentía re<strong>la</strong>jado, refrescado y dispuesto a empezar su estudio del<br />
Libro.<br />
—¿Qué edad crees que tienen <strong>la</strong>s hermanas Gota de Lluvia? —preguntó a Dors.<br />
—No lo sé. ¿Veinte..., veintidós?<br />
—Bien, supón que viven tres o cuatro siglos...<br />
—Hari. Eso es ridículo.<br />
—He dicho supón. En matemáticas decimos supón todo el tiempo, y vemos si podemos terminar<br />
con algo manifiestamente incierto o contradictorio. Una extensa duración de vida significaría,<br />
casi con toda seguridad, un extenso período de desarrollo. Podían parecer en <strong>la</strong> veintena y estar<br />
en los sesenta en realidad.<br />
—Puedes intentar preguntarles qué edad tienen.<br />
—Debemos contar con que mentirán.<br />
—Comprueba sus certificados de nacimiento.<br />
Seldon esbozó una sonrisa torcida.<br />
—Te apuesto lo que quieras (un revolcón en <strong>la</strong> hierba, si te parece) a que asegurarán que no<br />
guardan los certificados o, si lo hacen, insistirán en que los certificados no están disponibles para<br />
los tribales.<br />
—No apuesto —dijo Dors—. Y si es cierto, entonces, sería inútil intentar suponer nada sobre<br />
su edad.