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09. Preludio a la Fundación

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

La historia comienza con la llegada de Hari Seldon al planeta-ciudad de Trántor desde su planeta natal, Helicón, para asistir a una Convención de Matemáticos. Allí se verá envuelto en un conflicto entre el alcalde de Wye, un Sector de Trántor, y el Emperador Galáctico Cleón I. Ambos quieren apoderarse de la psicohistoria que Seldon ha intuido que se puede desarrollar a partir de ciertas formulaciones matemáticas puramente teóricas. Así, se ve forzado a huir por varios Sectores del planeta Trántor (capital del Imperio Galáctico), en las que entra en contacto con las leyendas sobre la Tierra y los robots.

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Pero si Mycogen no tiene una religión, entonces...<br />

—Te he dicho que tenemos Historia<br />

—Por dos veces me lo has asegurado. ¿Muy antigua?<br />

—Empieza hace veinte mil años.<br />

—¿De verdad? Hablemos con franqueza. ¿Es Historia real o algo que ha ido degenerando en<br />

leyenda?<br />

—Es verdadera Historia, desde luego.<br />

Seldon estuvo en un tris de preguntarle cómo lo sabía, pero lo pensó mejor. ¿Existía <strong>la</strong><br />

posibilidad de que <strong>la</strong> Historia llegara a los veinte mil años y fuera auténtica? Él no era<br />

historiador, así que tendría que consultarlo con Dors.<br />

Pero sabía que en todos los mundos, <strong>la</strong>s historias más antiguas eran mezc<strong>la</strong>s de heroísmos y<br />

pequeños dramas, parecidos a representaciones morales, y no debían ser tomadas al pie de <strong>la</strong><br />

letra. Era del todo seguro en cuanto a Helicón; sin embargo, no se encontraba un solo<br />

heliconiano que no jurara e insistiera en que todo lo que se contaba era Historia verdadera.<br />

Aseguraban, como a tal, los re<strong>la</strong>tos perfectamente ridículos sobre <strong>la</strong> primera exploración de<br />

Helicón y los encuentros con grandes y peligrosos reptiles vo<strong>la</strong>dores..., aun cuando nada parecido a<br />

reptiles vo<strong>la</strong>dores había sido encontrado en ningún mundo explorado y colonizado por seres<br />

humanos.<br />

—¿Y dónde empieza <strong>la</strong> Historia? —preguntó él.<br />

Una expresión soñadora apareció en los ojos de <strong>la</strong> Hermana, una mirada que no veía a Seldon ni<br />

nada más de aquel<strong>la</strong> estancia.<br />

—Empieza con un mundo..., nuestro mundo —musitó—. Un solo mundo.<br />

—¿Un mundo? —repitió Seldon, y recordó que Hummin había hab<strong>la</strong>do de leyendas de un<br />

mundo único, original, de <strong>la</strong> Humanidad.<br />

—Un mundo. Después hubo otros. Mas el nuestro fue el primero. Un mundo con espacio, aire<br />

libre, con sitio para todos, campos fértiles, hogares acogedores y gente afectuosa. Habitamos<br />

allí durante miles de años, y luego tuvimos que marcharnos y malvivir en uno u otro lugar hasta<br />

que algunos de nosotros encontramos un rincón de Trantor donde aprendimos a cultivar un<br />

tipo de comida que nos proporcionó algo de libertad. Y aquí, en Mycogen, tenemos ahora<br />

nuestro modo de vida..., y nuestros sueños.<br />

—¿Y vuestra Historia da detalles completos sobre el mundo original? ¿El mundo único?<br />

—Oh, sí, todo está en un libro, y todos lo tenernos. Cada uno de nosotros. Lo llevamos siempre.<br />

No hay un solo momento en que uno de nosotros no pueda verlo, leerlo, recordar quiénes somos<br />

(y quiénes éramos) y llegar a pensar que algún día volveremos a recuperar nuestro mundo.<br />

—¿Sabes dónde está ese mundo, y quiénes viven ahora en él?<br />

Gota de Lluvia Cuarenta y Tres titubeó, luego, movió <strong>la</strong> cabeza violentamente.<br />

—No lo sabemos, pero algún día lo descubriremos.<br />

—¿Está ese libro ahora en tu poder?<br />

—¡Por supuesto!<br />

—¿Puedo verlo?<br />

Una sonrisa perezosa cruzó el rostro de <strong>la</strong> Hermana.<br />

—Así que esto es lo que quieres —dijo el<strong>la</strong>—. Sabía que buscabas algo cuando me pediste<br />

que te trajera a visitar <strong>la</strong>s microgranjas, lo único es que yo... —Parecía un poco desconcertada—.<br />

Nunca pensé que se tratara del Libro.<br />

—Es lo único que quiero —insistió Seldon—. En realidad, no pensaba en nada más. Si me trajiste<br />

aquí porque creíste que...<br />

El<strong>la</strong> no le permitió terminar.<br />

—Y aquí estamos. ¿Quieres o no quieres el Libro?<br />

—¿Me ofreces dejarme que lo vea?<br />

—Con una condición.<br />

Seldon hizo una pausa, pensando en <strong>la</strong> posibilidad de graves problemas si había vencido <strong>la</strong><br />

inhibición de <strong>la</strong> Hermana mucho más allá de lo que se había propuesto.<br />

—¿Qué condición? —preguntó.<br />

Gota de Lluvia Cuarenta y Tres se pasó rápidamente <strong>la</strong> lengua por los <strong>la</strong>bios.<br />

—Que te quites el cubrecabeza —pidió con voz temblorosa.

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