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La institución incendiaria en clave vergariana Mariana Alvarado ...

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<strong>La</strong> institución <strong>inc<strong>en</strong>diaria</strong> <strong>en</strong> <strong>clave</strong> <strong>vergariana</strong><br />

<strong>Mariana</strong> <strong>Alvarado</strong><br />

CONICET – UNCuyo<br />

marianaalvarado@yahoo.com<br />

Deslindes teórico-metodológicos<br />

Nuestro quehacer investigativo se inserta <strong>en</strong> el marco de la Historia de las Ideas. Esto<br />

supone no sólo una determinada manera de <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der la filosofía y su historia, sino también el<br />

s<strong>en</strong>tido que la filosofía ha t<strong>en</strong>ido y ti<strong>en</strong>e para un pueblo 1 . <strong>La</strong> filosofía puede desde su campo<br />

p<strong>en</strong>sar una historia que se pres<strong>en</strong>ta como un proceso. Su función crítica radica <strong>en</strong> la<br />

posibilidad de detectar y d<strong>en</strong>unciar sil<strong>en</strong>ciami<strong>en</strong>tos, exclusiones y ali<strong>en</strong>aciones pero también<br />

<strong>en</strong> advertir ciertos mom<strong>en</strong>tos de aut<strong>en</strong>ticidad y afirmación. Una actividad del p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to<br />

at<strong>en</strong>ta no sólo a la producción, circulación, aplicación, transfer<strong>en</strong>cia y consumo del<br />

conocimi<strong>en</strong>to sino además al sujeto que conoce su realidad histórica.<br />

De lo que se trata es de participar <strong>en</strong> la construcción del conocimi<strong>en</strong>to de un hombre<br />

concreto que quiere asumir desde sí mismo su propia historicidad. En este s<strong>en</strong>tido, la Historia<br />

de las Ideas se ha constituido como un saber que <strong>en</strong> su propia definición involucra el destino<br />

personal de qui<strong>en</strong> hace <strong>en</strong> y con ella. Un “saber de compromiso” alrededor del cual gira el<br />

problema de los límites y de los alcances de ese quehacer.<br />

<strong>La</strong>s nociones de “inv<strong>en</strong>ción”, “cuerpo de expresiones”, “<strong>en</strong>tretejimi<strong>en</strong>to”,<br />

“dialogismo”, “compr<strong>en</strong>sión conjetural” y “transformación” que se despr<strong>en</strong>d<strong>en</strong> de la<br />

r<strong>en</strong>ovación metodológica del historicismo gaosiano <strong>en</strong>marcan los supuestos teóricos para una<br />

Historia de las Ideas y anticipan, <strong>en</strong> parte, los aportes que desde la teoría del discurso –<br />

lingüística, semiótica, teoría de la comunicación, etc.- la desafían a explorar alternativas<br />

metodológicas.<br />

<strong>La</strong> novedad de la propuesta gaosiana no consiste sólo <strong>en</strong> afirmar la historicidad de las<br />

ideas y de los sujetos que las pi<strong>en</strong>san sino además el “<strong>en</strong>tretejido” histórico-social <strong>en</strong> el que<br />

ellas aparec<strong>en</strong>. <strong>La</strong>s ideas filosóficas se singularizan sobre el fondo de otras ideas a las que se<br />

<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran unidas como hilos de una trama.<br />

1 Es posible recorrer diversas nociones de filosofía e historia, historia de las ideas e historia de la filosofía,<br />

filosofía arg<strong>en</strong>tina y filosofía americana <strong>en</strong> los planteos desarrollados por Los esfuerzos teórico-prácticos de José<br />

Ing<strong>en</strong>ieros (Palermo, Italia-Bs. As., Arg<strong>en</strong>tina, 1877-1925), Alejandro Korn (San Vic<strong>en</strong>te-<strong>La</strong> Plata, Arg<strong>en</strong>tina,<br />

1860-1936), Francisco Romero (Sevilla, España-Arg<strong>en</strong>tina, 1891-1962), José Gaos (Gijón, España-México,<br />

1900-1969), Arturo Ardao (<strong>La</strong>valleja-Montevideo, Uruguay 1912-2003), Leopoldo Zea (México 1912-2004) y<br />

Francisco Miró Quesada (Perú, 1918) qui<strong>en</strong>es dotaron de argum<strong>en</strong>tos que sostuvieron la vig<strong>en</strong>cia de una<br />

tradición filosófica latinoamericana desde fines del siglo XIX hasta nuestros días. Específicam<strong>en</strong>te la noción de<br />

“normalización” filosófica que acuña Francisco Romero permite revisar la idea de filosofía, sus límites,<br />

condiciones, efectos y afecciones. Los debates <strong>en</strong> torno a la filosofía de América y la filosofía americana<br />

posibilitan ampliar la mirada al respecto así como la posibilidad de p<strong>en</strong>sar la Historia de las Ideas como una<br />

disciplina filosófica “de contornos indefinidos”, como “un movimi<strong>en</strong>to”, como “un proyecto colaborativo” vivo<br />

<strong>en</strong> las manos de p<strong>en</strong>sadores y p<strong>en</strong>sadoras: a Arturo Andrés Roig, Hugo Biagini, Horacio Cerutti Guldberg,<br />

Adriana Arpini, Clara Alicia Jalif de Bertranou, Francesca Gargallo, <strong>en</strong>tre otros.


Hacer Historia de las Ideas supone, <strong>en</strong>tonces, la inserción de las ideas filosóficas <strong>en</strong> el<br />

<strong>en</strong>tramado de las ideas efectivas de una época, lo que <strong>en</strong>t<strong>en</strong>demos como anticipo a la teoría de<br />

las historias mínimas, fr<strong>en</strong>te a la historia universal. No hace Historia de los filósofos<br />

consagrados, ni de las grandes obras universales canonizadas, sino que más bi<strong>en</strong> ati<strong>en</strong>de a las<br />

ideas de los hombres, de cualquiera de ellos, ya que todos y cada uno son sujetos de<br />

p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos y cada una de esas ideas vale lo que val<strong>en</strong> las otras. Una explicación emerge<br />

como válida <strong>en</strong>tre otras posibles. Con ello el transterrado da lugar a lo que se ha conocido<br />

como “compr<strong>en</strong>sión conjetural”. Si la historia de las ideas ti<strong>en</strong>e que vérselas con “cuerpos de<br />

expresiones 2 ”, la compr<strong>en</strong>sión t<strong>en</strong>drá lugar por medio de la interpretación de las expresiones<br />

ambiguas, equívocas y esquivas de ese cuerpo lingüístico. De allí que lo expresado <strong>en</strong> el texto<br />

no significa <strong>en</strong> modo alguno lo mismo para el autor que para el lector-historiador. Desde allí<br />

una inevitable desmitificación de la idea de originalidad e inmutabilidad absoluta de la<br />

filosofía.<br />

Así, la actividad de historiar las ideas es realizada por un sujeto condicionado por sus<br />

circunstancias desde las que <strong>en</strong>tra <strong>en</strong> diálogo con otro sujeto cuyas ideas quiere historiar. Se<br />

<strong>en</strong>tabla, <strong>en</strong> este s<strong>en</strong>tido, una relación dialógica <strong>en</strong> la cual el sujeto historiador historia las<br />

ideas del pasado interpretándolas desde un pres<strong>en</strong>te cambiante, el suyo, <strong>en</strong> el marco del cual<br />

confiere s<strong>en</strong>tido a un pasado.<br />

Nos interesa referirnos a las ideas pedagógicas de fines del siglo XIX y principios del XX<br />

<strong>en</strong> la República Arg<strong>en</strong>tina tal y como toman cuerpo <strong>en</strong> los discursos del m<strong>en</strong>docino Carlos<br />

Norberto Vergara. Abordaremos sus textos desde los supuestos categoriales aportados por la<br />

teoría del discurso, a partir de las recom<strong>en</strong>daciones de 1974 ratificadas <strong>en</strong> 1982 3 y de las<br />

ampliaciones metodológicas realizadas por Arturo Roig.<br />

De modo que nos las t<strong>en</strong>dremos que ver con “textos”. “Texto quiere decir Tejido”<br />

(Barthes, R., 2008: 84). Barthes y nosotros con él ac<strong>en</strong>tuamos desde la etimología de “Texto”<br />

la idea g<strong>en</strong>erativa de que el Texto se hace, se trabaja a través de un <strong>en</strong>trelazado, cuando se lee.<br />

Abrazando los neologismos se podría actuar el Texto como una hifología (hifos: es el tejido y<br />

la tela de la araña). <strong>La</strong>s ideas se tej<strong>en</strong> para escribir libros. Y los libros se escrib<strong>en</strong> por<br />

“incid<strong>en</strong>tes”. Cada incid<strong>en</strong>te de la vida puede dar lugar a un com<strong>en</strong>tario, una interpretación,<br />

un <strong>en</strong>sayo, una fabulación que puede dar lugar a un antes y un después narrativo. Vergara se<br />

la pasa acuñando incid<strong>en</strong>tes sobre los que da cu<strong>en</strong>ta narrando experi<strong>en</strong>cias. Nosotras<br />

int<strong>en</strong>taremos “tejer paulatinam<strong>en</strong>te un relato” <strong>en</strong> el relato, desde el relato, con lo relatado. El<br />

hilo del <strong>en</strong>tramado textual <strong>en</strong>tretejido <strong>en</strong>tre autor-lector remite a una trama previa. El<br />

<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro <strong>en</strong>tre Vergara y yo no es lineal. Se trata de la sujeción inexorable <strong>en</strong>tre prácticas de<br />

lectura y prácticas de escritura <strong>en</strong> lo que Barthes ha llamado “jugar”, “ejecutar” el texto. Un<br />

2 Con la noción “cuerpo de expresiones” José Gaos (1969) opera una ampliación <strong>en</strong> el modo <strong>en</strong> el que<br />

tradicionalm<strong>en</strong>te se ha <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido lo que sea un “texto”, lo que sean las “fu<strong>en</strong>tes”. <strong>La</strong> historia de las ideas se hace<br />

a base de fu<strong>en</strong>tes docum<strong>en</strong>tales y monum<strong>en</strong>tales. Libros, manuscritos, impresos, docum<strong>en</strong>tos públicos, cartas,<br />

etc. pero también obras de artes y esculturas vitales. <strong>La</strong>s fu<strong>en</strong>tes atañ<strong>en</strong> a toda “expresión, <strong>en</strong> muy variadas<br />

formas, de ideas que pued<strong>en</strong> historiarse”. En este s<strong>en</strong>tido, también son fu<strong>en</strong>tes las ideas expresadas oralm<strong>en</strong>te,<br />

los gestos, la mímica. De donde, cabría la posibilidad de hacer una Historia de los gestos <strong>en</strong> el marco de lo que<br />

Adriana Arpini ha <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido como “<strong>en</strong>sayo gestual” (Arpini, A., 2007).<br />

3 En 1982, <strong>en</strong> el C<strong>en</strong>tro de Estudios <strong>La</strong>tinoamericanos de la Universidad Católica de Quito se reunió el “Comité<br />

de Historia de las Ideas” y confirmó las recom<strong>en</strong>daciones metodológicas que habían sido sugeridas <strong>en</strong> 1974<br />

cuando la UNESCO convocó a un grupo de expertos que discutió el temario para la obra América <strong>La</strong>tina <strong>en</strong> sus<br />

ideas (Cfr. Zea, L., 1986). Entre ellos Arpini docum<strong>en</strong>ta Leopoldo Zea, Arturo Ardao, Abelardo Villegas, María<br />

El<strong>en</strong>a Rodríguez, Guillermo Francovich, Roberto Fernández Retamar, José Antonio Portuondo, Arturo Andrés<br />

Roig, Francisco Miró Quesada, Luis Navarro Brito, Javier Ocampo, Elías Pino y Ramón Xirau.


“<strong>en</strong>tre” <strong>en</strong> el que se actúa el Texto, se ejecuta la difer<strong>en</strong>cia, el lugar del <strong>en</strong>g<strong>en</strong>drami<strong>en</strong>to<br />

(Barthes, R. 1987).<br />

Nos interesa acometer el modo de buscar <strong>en</strong> los textos no sólo las ideas allí<br />

expresadas sino las “refracciones”, los “reflejos” <strong>en</strong> s<strong>en</strong>tido voloshiniano. Esto es, una<br />

lectura-escritura que ati<strong>en</strong>da la relación intertextual y el diálogo texto-contexto. Aludi<strong>en</strong>do al<br />

modo <strong>en</strong> el que se lleva a cabo la asimilación de otro discurso, señalando los eludidos, at<strong>en</strong>tas<br />

a los excluidos o sil<strong>en</strong>ciados. Para ello incorporamos las perspectivas de Arturo Andrés Roig<br />

<strong>en</strong> el marco de lo que ha concebido como “universo discursivo” y la de Adriana Arpini <strong>en</strong> lo<br />

que ha dado <strong>en</strong> llamar “<strong>en</strong>sayo gestual” (Roig, A. A., 1993; Arpini, A., 1998).<br />

Producción discursiva de Carlos Norberto Vergara <strong>en</strong> la primera década del siglo XX<br />

Ley<strong>en</strong>do un Texto de Carlos Norberto Vergara “Hechos realizados <strong>en</strong> el distrito<br />

escolar X” 4 , re<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro detalles mínimos desde los que es posible tejer un relato que pone <strong>en</strong><br />

vínculo escritor-lector, texto-contexto, <strong>en</strong> un movimi<strong>en</strong>to que atraviesa el “cuerpo de<br />

expresiones” para acercarse al “universo discursivo”, esto es, a la totalidad de los discursos<br />

actuales y posibles <strong>en</strong> una época y lugar determinados (Roig, A. A., 1993).<br />

Este texto como otros, ti<strong>en</strong>e huecos por donde se cuelan voces; fisuras que la mirada<br />

del lector puede transitar. En él hay niveles, tonos, quiebres, inflexiones, resquicios, señales<br />

que adviert<strong>en</strong>, anticipan, solapan, expon<strong>en</strong>, sil<strong>en</strong>cian, d<strong>en</strong>uncian. De allí que no sólo pueda<br />

ser leído sino además reformulado, transformado, re-escrito.<br />

Pero el texto no sólo da lugar al mom<strong>en</strong>to de producción o al de su lectura, consumo,<br />

uso sino también a su circulación, traslación y aplicación. <strong>La</strong>s condiciones institucionales <strong>en</strong><br />

las que ti<strong>en</strong>e lugar y <strong>en</strong> las que se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra el destinatario, el lector también, escritor.<br />

Así <strong>en</strong>tonces, es posible leer <strong>en</strong> ese texto a Fröebel y a Pestalozzi. Dos pedagogos de<br />

fines del XIX que habían ingresado a la Arg<strong>en</strong>tina <strong>en</strong> la Escuela Normal de Paraná a través de<br />

José María Torres (1876-1885) y Sara Eccleston (1840-1916) con qui<strong>en</strong>es Vergara compartió<br />

tiempos <strong>en</strong> los que allí estudió. Algunas pistas krausistas practicadas por el mismo Vergara a<br />

cu<strong>en</strong>to de haberlo t<strong>en</strong>ido a Pedro Sacalabrini 5 (1849-1916) como maestro. Algunos<br />

“incid<strong>en</strong>tes” lo vinculan con las experi<strong>en</strong>cias de allegadas como Ana C. de Uranga, Elisa<br />

Viale, Paula Fernández y María Mercedes de la Vega. De la misma manera puedo vislumbrar<br />

<strong>en</strong> Vergara antecedes de lo que más tarde desde perspectivas y prácticas difer<strong>en</strong>tes animaron<br />

las posturas de Olga y Leticia Cossetini, Luis Iglesias, José Rezzano, Clotilde Guillén de<br />

Rezzano, Celia Ortiz de Montoya, Bernardina Dabat de López Elitchery, Flor<strong>en</strong>cia Fossati y<br />

Angélica M<strong>en</strong>doza. Incluso <strong>en</strong> esas pistas pued<strong>en</strong> advertirse los rasgos de un proyecto común<br />

que adquirió magnitud contin<strong>en</strong>tal –el de la “Escuela Nueva” con las particularidades de la<br />

región- <strong>en</strong> cuyas int<strong>en</strong>ciones se apoyó el saber legitimado y legitimador para destituir,<br />

perseguir y acusar. Saboreo una g<strong>en</strong>ealogía que trastrueca los oríg<strong>en</strong>es de la Escuela<br />

4 Se trata de un breve escrito de unas nueve páginas que forma parte de otro un poco más ext<strong>en</strong>so sino el más<br />

ext<strong>en</strong>so de Vergara, Revolución Pacífica de 1911. Esta selección ha sido incorporada, <strong>en</strong> parte, al volum<strong>en</strong> dos<br />

de la colección Diversidad e integración <strong>en</strong> nuestra América dirigida por Adriana M. Arpini y Clara Jalif de<br />

Bertranou.<br />

5 Scalabrini, educador de orig<strong>en</strong> italiano, introductor de la filosofía de Comte <strong>en</strong> la Arg<strong>en</strong>tina. Sus discípulos<br />

ext<strong>en</strong>dieron sus ideas por todo el país. <strong>La</strong> mayoría de ellos <strong>en</strong> la línea del positivismo a excepción de C. N.<br />

Vergara, repres<strong>en</strong>tante del krauso-positivismo.


sarmi<strong>en</strong>tina <strong>en</strong> la des<strong>en</strong>voltura que hace prev<strong>en</strong>ir <strong>en</strong> el texto otros textos anteriores al texto<br />

ulterior. En este texto son absorbidos y replicados otros textos.<br />

Así, compr<strong>en</strong>do que para mí la obra de Vergara es la obra de refer<strong>en</strong>cia, toda una<br />

cosmogonía pedagógica, para historiar una educación alternativa <strong>en</strong> la Arg<strong>en</strong>tina de fines del<br />

siglo XIX y principios del XX. Pero esto no quiere decir que yo sea una “especialista” <strong>en</strong><br />

Vergara, Vergara es lo que me llega, ap<strong>en</strong>as un vestigio. “Esto es precisam<strong>en</strong>te el intertexto:<br />

la imposibilidad de vivir fuera del texto infinito” (Barthes, R. 2008).<br />

“El instructor 6 ” inconformista<br />

Crítico de su tiempo, el educador arg<strong>en</strong>tino Carlos Norberto Vergara, reseña el estado de<br />

la educación. Para ello ati<strong>en</strong>de por un lado, a las instituciones educativas y, por otro, a los<br />

discursos que las sosti<strong>en</strong><strong>en</strong>.<br />

“<strong>La</strong> Pedagogía pret<strong>en</strong>de trazar de antemano el plan de lo que debe ser y hacer<br />

el niño, mediante programas, métodos y procedimi<strong>en</strong>tos, por lo que tal ci<strong>en</strong>cia<br />

resulta completam<strong>en</strong>te absurda, haci<strong>en</strong>do destrozos incalculables <strong>en</strong> los cerebros<br />

infantiles, porque del niño hay que decir lo mismo que hemos dicho de las<br />

instituciones sociales; nadie puede fijar el camino, determinándolo con precisión<br />

exacta: lo necesario es proporcionar el medio adecuado para que el hombre <strong>en</strong> la<br />

sociedad y el niño <strong>en</strong> la escuela sea lo que debe y puede ser, sin que nadie lo<br />

toque: el medio bi<strong>en</strong> organizado ti<strong>en</strong>e más influ<strong>en</strong>cias que el garrote para dirigir”<br />

(Vergara, C. N., 1913: 531).<br />

Planes, programas, reglam<strong>en</strong>tos, horarios interfier<strong>en</strong> <strong>en</strong> la espontaneidad. Educar no es<br />

determinar. Educar ti<strong>en</strong>e más bi<strong>en</strong> que ver con “dejar ser”, con dar lugar a lo que “se debe”,<br />

con hacer sitio a lo que “se puede”. ¿A qué estrategias pedagógicas recurriría una educación<br />

cuya meta no sea la de unificar, homog<strong>en</strong>izar, masificar?<br />

“<strong>La</strong> Pedagogía trata de dar los caracteres fijos y completos de lo que debe ser<br />

una casa de educación, <strong>en</strong> lo que ha fracasado porque descuida el problema<br />

fundam<strong>en</strong>tal, que es el de buscar el medio <strong>en</strong> que la escuela debe ser colocada,<br />

para que sea lo que debe ser y evolucione incesantem<strong>en</strong>te, sin que nadie pueda de<br />

antemano determinar <strong>en</strong> detalle lo que será” (Vergara, C. N., 1913: 532).<br />

El problema, <strong>en</strong> todo caso radica, <strong>en</strong> que ese “se” (deja, debe, puede) no es uniforme.<br />

Varía <strong>en</strong> cada caso, <strong>en</strong> cada región, <strong>en</strong> cada municipio, <strong>en</strong> cada escuela, <strong>en</strong> cada infante. Para<br />

la Pedagogía reserva la tarea de vérselas con “el medio adecuado”. Lo que la Pedagogía no ha<br />

podido ver hasta ahora y que es imperioso que ati<strong>en</strong>da es el de “disponer el medio”, “hacer<br />

sitio” para que t<strong>en</strong>ga lugar la diversidad. Pero ¿cómo “sost<strong>en</strong>er”, “articular”, “diversificar”<br />

incluso “trastocar” espacios sin programa? más aún ¿cómo sería una institución “móvil”, un<br />

establecimi<strong>en</strong>to sin “límites definidos”, una escuela “difusa”?<br />

“Difícilm<strong>en</strong>te puede señalarse mal mayor, que el de obligar a la niñez y a la<br />

juv<strong>en</strong>tud a seguir un camino trazado de antemano, con un programa detallado, que<br />

6 El Instructor Popular fue el nombre de la revista pedagógica que Vergara fundó y de la que tuvo a cargo la<br />

editorial desde 1883 hasta 1885. En aquellas páginas inauguró la campaña pedagógica krausista que bi<strong>en</strong> pudo<br />

ser eco de la labor de la Institución Libre de Enseñanza creada por Giner de los Ríos (1839-1915) y Francisco<br />

Salmerón (1838-1908) <strong>en</strong>tre otros profesores destacados de España.


sujeta a todos <strong>en</strong> un mismo cartabón, obligándoles a avanzar a tanto por mes, por<br />

semana y hasta por día, estudiando <strong>en</strong> un ord<strong>en</strong> ya fijo, una serie de asuntos,<br />

muchos de los cuales ningún interés despiertan <strong>en</strong> los alumnos” (Vergara, C. N.,<br />

1913: 555).<br />

Un lugar para todos <strong>en</strong> el que cada uno t<strong>en</strong>ga su tiempo, su espacio, su ritmo. ¿A qué<br />

llamaría aula, cuáles serían los criterios de agrupación y qué tipo de mobiliario requeriría una<br />

institución educativa que aloje los tiempos, los espacios y los ritmos de cada uno para que<br />

todos t<strong>en</strong>gan su lugar? ¿Cómo circularían los alumnos <strong>en</strong> un sistema que hospede tantos<br />

sistemas como individuos? ¿Qué difer<strong>en</strong>ciaría los estudios primarios de los secundarios?<br />

¿Habría lugar para este tipo de escisiones?<br />

“Formar, pues, el medio que reúna mejores condiciones para que la niñez y la<br />

juv<strong>en</strong>tud desarroll<strong>en</strong> mayor espontaneidad e iniciativa individual, es todo el<br />

problema de la ci<strong>en</strong>cia de la educación (…) Y para la solución de este problema<br />

lo primero que debe consultarse son las t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias legítimas de las almas<br />

juv<strong>en</strong>iles. En un ambi<strong>en</strong>te de ord<strong>en</strong> y de respeto, donde presida un noble deseo,<br />

los mismos alumnos hac<strong>en</strong> ver donde debe llevárseles” (Vergara, C. N., 1913:<br />

556).<br />

¿Se trataría de otra escuela para una misma educación o de otra educación para una<br />

misma escuela? ¿Qué nombre recibiría ese lugar <strong>en</strong> el que “presida el deseo” y que ahora<br />

llamamos escuela? ¿Sería la escuela el lugar <strong>en</strong> el que los mismos alumnos “hac<strong>en</strong> ver”? ¿Qué<br />

ojos verían a dónde señalan los alumnos? ¿Hacia dónde transmutarían las instituciones si las<br />

atravesara el deseo? ¿Sería legítimo hacer proyecciones para determinar una “institución<br />

deseante”?<br />

“Si la Pedagogía ha fracasado por querer formar hombres completos de este o<br />

2aquel modo, cuando lo que debe hacer es colocar al alumno <strong>en</strong> un medio favorable<br />

para que él se forme a sí mismo, por su propia iniciativa, respetándolo como a un<br />

ser sagrado, si la escuela, como el niño, lo que más necesita es ser colocada <strong>en</strong> su<br />

verdadero medio para que innumerables iniciativas populares la adapt<strong>en</strong><br />

incesantem<strong>en</strong>te a las necesidades de la comunidad, si<strong>en</strong>do erróneo todo lo que se ha<br />

hecho para establecer una forma perman<strong>en</strong>te e invariable <strong>en</strong> la <strong>en</strong>señanza, t<strong>en</strong>emos,<br />

pues, que, también <strong>en</strong> esta ci<strong>en</strong>cia, las mejores conquistas conduc<strong>en</strong> a reconocer el<br />

error dañosísimo de cuantos pret<strong>en</strong>d<strong>en</strong> que se amold<strong>en</strong> a un determinado modo de<br />

ser y de p<strong>en</strong>sar los individuos y las instituciones.” (Vergara, C. N., 1913: 534).<br />

Vergara arroja señales de una teoría educativa como “pedagogía de y para la libertad”. Un<br />

método que no anegue a los niños y las niñas <strong>en</strong> una multitud de cont<strong>en</strong>idos, que no lo<br />

<strong>en</strong>aj<strong>en</strong>e <strong>en</strong> pluralidad de espacios curriculares, sino que abra un espacio para sí mismo, para<br />

hacer lugar a sus fuerzas, <strong>en</strong> el ejercicio de sus facultades, guiado por sus intereses. <strong>La</strong>s<br />

prácticas vinculadas a “la calesita”, es decir, a “lo cíclico”, “lo concéntrico” se acercan a la<br />

propuesta <strong>vergariana</strong>. Una especie de “eterno retorno sobre lo mismo” con mayores o<br />

m<strong>en</strong>ores niveles de int<strong>en</strong>sidad <strong>en</strong> cada vuelta propiciaría que cada niña que cada niño sea<br />

capaz de acuerdo a su edad, a su desarrollo m<strong>en</strong>tal, a sus afectos y afecciones 7 .<br />

7 Si bi<strong>en</strong> es posible id<strong>en</strong>tificar <strong>en</strong> algunos textos de Vergara su filiación con el vitalismo nietzscheano, las<br />

propuestas “cíclicas”, “progresivas”, “concéntricas” e “int<strong>en</strong>sivas” que dan lugar a “a la difer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> lo mismo”<br />

y, que, desati<strong>en</strong>d<strong>en</strong> la escisión naturalizada <strong>en</strong>tre la <strong>en</strong>señanza primaria, secundaria y universitaria para propiciar<br />

una “educación armónica”, lo acercan a la “Institución Libre de Enseñanza” fundada por Giner los Ríos. En este


“[…] ni el más sabio de los hombres puede decidir lo que se hará <strong>en</strong> cuestiones<br />

sociales, ni tampoco muchos sabios reunidos, pues el único con capacidad para<br />

decidir <strong>en</strong> esto con acierto es el pueblo” (Vergara, C. N., 1913: 533)<br />

Con el principio de la espontaneidad, pres<strong>en</strong>te <strong>en</strong> todos los niveles de la <strong>en</strong>señanza,<br />

Vergara propugnaba para los infantes, los jóv<strong>en</strong>es, los maestros y directivos, a p<strong>en</strong>sar y obrar,<br />

gobernándose por sí mismos, tal como lo exig<strong>en</strong> las instituciones republicanas. El maestro<br />

estimula acción conci<strong>en</strong>te y libre de los alumnos, el director con los maestros, los inspectores<br />

con los directivos. A su vez todos los gobiernos estimularán las <strong>en</strong>ergías populares para que<br />

todos pi<strong>en</strong>s<strong>en</strong> y cooper<strong>en</strong>. Una escuela puertas abiertas capaz de dejar salir la escuela a la<br />

comunidad y de dejar <strong>en</strong>trar la comunidad a la escuela.<br />

a. Una educación inc<strong>en</strong>diada<br />

El problema de la educación, lo dice Vergara con palabras crudísimas, radica <strong>en</strong> los<br />

“bu<strong>en</strong>os servidores del país”, “hombres estériles”.<br />

“ese nombre despreciable (imbécil) debe aplicarse, más particularm<strong>en</strong>te, a los<br />

que llegan a altas posiciones y dispon<strong>en</strong> de grandes recursos sin producir ningún<br />

bi<strong>en</strong>, mi<strong>en</strong>tras otros luchando con toda clase de dificultades realizan obra gloriosa”<br />

(Vergara, C. N., 1913: 653)<br />

<strong>La</strong> época de los “imbéciles” es la época de los “bufones” y de los “incondicionales”, de<br />

los “aduladores”, de las “g<strong>en</strong>tes sin originalidad ni carácter”. Tiempos de falso brillo<br />

intelectual, de apari<strong>en</strong>cias vanas, superficiales y <strong>en</strong>gañosas. Un sistema que pres<strong>en</strong>ta dos<br />

v<strong>en</strong>tajas: halagar a los déspotas irresponsables que dispon<strong>en</strong> de sueldos y honores, a la vez<br />

que agrandar la propia personalidad ante los ojos de los inferiores, es decir, de los capaces, de<br />

los hombres de carácter, de qui<strong>en</strong>es están dispuestos a los cambios.<br />

Los tiempos de la educación eran los de “la noche de la <strong>en</strong>señanza”. Qui<strong>en</strong>es ocupaban<br />

cargos directivos no eran aptos para ocupar tales cargos. Enti<strong>en</strong>de Vergara que pocas son las<br />

posibilidades de una institución cuya dirección no esté puesta <strong>en</strong> manos de maestros o<br />

profesores, es decir, de un educador. Por <strong>en</strong>tonces, qui<strong>en</strong>es señalaban los destinos de la<br />

educación d<strong>en</strong>tro y fuera del gobierno, <strong>en</strong> la dirección de la <strong>en</strong>señanza o desde la formación<br />

de la opinión pública <strong>en</strong> diarios y revistas debían ser removidos.<br />

Ahora bi<strong>en</strong>, aunque la educación necesitaba confiarse a educacionistas, éstos debían de<br />

ser señalados por la opinión pública <strong>en</strong> vista de sus servicios, sus aptitudes. En este s<strong>en</strong>tido<br />

educación y política no se pres<strong>en</strong>tan escindidos <strong>en</strong> el discurso vergariano. <strong>La</strong> d<strong>en</strong>uncia que<br />

señala a políticos que aj<strong>en</strong>os al magisterio acced<strong>en</strong> a cargos decisivos desde los que no operan<br />

ningún tipo de transformación ni innovación proyecta que esos cargos sean ocupados por<br />

votación.<br />

El país contaba con educacionistas y un sistema capaz de garantizar la circulación del<br />

magisterio <strong>en</strong> el mismo. <strong>La</strong> República Arg<strong>en</strong>tina habituada a marcar el paso <strong>en</strong> innovaciones<br />

educativas no pudo luego de Sarmi<strong>en</strong>to hacer nada semejante y la g<strong>en</strong>eralidad de los<br />

s<strong>en</strong>tido además de los presupuestos krausistas que animan a ambos educadores es válido m<strong>en</strong>cionar que Vergara<br />

t<strong>en</strong>ía noticias del experim<strong>en</strong>to madrileño e hizo su propia experi<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> la Escuela Normal de Mercedes <strong>en</strong><br />

Bu<strong>en</strong>os Aires.


dirig<strong>en</strong>tes se habitúo a la tarea de repetir los ejemplos del maestro. Se llegó a creer que era<br />

imposible salir de aquel molde y a concebir las reformas, las transformaciones e innovaciones<br />

como un gran peligro. Los hombres dispuestos a realizar reformas fueron reemplazados por<br />

“elem<strong>en</strong>tos cómodos”, por “imbéciles”, por “bufones”, los “hombres estériles”, por qui<strong>en</strong>es<br />

conservarían las prácticas innovadoras de otras épocas pésimas <strong>en</strong> los tiempos<br />

contemporáneos a Vergara (Vergara, C. N., 1913: 645-648).<br />

Este diagnóstico que Vergara elabora con datos que le vi<strong>en</strong><strong>en</strong> de primera mano <strong>en</strong> el<br />

marco de su ejercicio como Inspector Nacional de Enseñanza de la Superint<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de<br />

Escuelas de Instrucción Primaria <strong>en</strong> M<strong>en</strong>doza hacia 1883 y, luego como Inspector Técnico de<br />

Escuelas <strong>en</strong> Bu<strong>en</strong>os Aires hacia 1885 (Vergara, C. N., 1911: 681 y 780-781) da cu<strong>en</strong>ta de la<br />

profunda corrupción política y económica por la que atravesaba el país. Motivos principales<br />

de su campaña educativa propulsora de la reg<strong>en</strong>eración moral y la revolución pacífica. En ese<br />

marco anima las iniciativas como la del Ministros de instrucción pública qui<strong>en</strong> tomó la<br />

“Investigación sobre la segunda <strong>en</strong>señanza” 8 . Con ello señala la necesidad de p<strong>en</strong>sar<br />

críticam<strong>en</strong>te las prácticas y los discursos educativos. <strong>La</strong> <strong>en</strong>señanza, el sistema educativo, el<br />

cuerpo doc<strong>en</strong>te, los métodos de <strong>en</strong>señanza, las materias y su distribución, la administración<br />

escolar, el gobierno escolar, la disciplina así como la ci<strong>en</strong>cia de la educación, la pedagogía<br />

requier<strong>en</strong> de una lectura filosófica.<br />

“Los latinos somos muy hábiles para hacer reglam<strong>en</strong>tos, planes y programas, que<br />

impid<strong>en</strong> p<strong>en</strong>sar y hacer a los demás […]Y la obra de la educación, no sólo exige la<br />

cooperación de los educacionistas, sino también la del pueblo todo. Así la obra de la<br />

autoridad es despertar todas las fuerzas oficiales y populares, <strong>en</strong> vez de aplastarlas<br />

con reglam<strong>en</strong>tos y programas estrechos.” (Vergara, C. N. 1913: 573-574).<br />

Habi<strong>en</strong>do “importado” las ideas más adelantadas <strong>en</strong> educación extraídas de otros países<br />

correspondía hacer obra propia. Vergara no escatimaba <strong>en</strong> nombres y reseña las obras de<br />

Máximo Victoria <strong>en</strong> Santiago, Pedro N. Arias <strong>en</strong> Córdoba y Manuel Antequera <strong>en</strong> Entre Ríos<br />

qui<strong>en</strong>es habían logrado dotar a las escuelas de terr<strong>en</strong>os, acercándose al ideal de que las casas<br />

de educación se costeas<strong>en</strong> con lo que producían. En ese recu<strong>en</strong>to de prácticas novedosas no<br />

puede dejar de m<strong>en</strong>cionar-se como el anteced<strong>en</strong>te de las mismas:<br />

“Baste recordar aquí que las ideas más adelantadas sobre gobierno propio del<br />

niño, sobre educación práctica, (para que la <strong>en</strong>señanza llegue a costearse por sí<br />

misma), fueron iniciadas teórica y prácticam<strong>en</strong>te por profesores arg<strong>en</strong>tinos.”<br />

(Vergara, C. N., 1913: 576).<br />

b. Revolución pacífica<br />

“El maestro que oprimido por programas y reglam<strong>en</strong>tos se ve imposibilitado<br />

para obrar con espontaneidad y realizar iniciativas, obrando de acuerdo con lo que<br />

pi<strong>en</strong>sa y si<strong>en</strong>te, lejos de ser maestro será un miserable esclavo, que vive para<br />

aplicar ideas aj<strong>en</strong>as, muchas de las cuales cree absurdas y despreciables”<br />

(Vergara, C. N. 1913: 557-558).<br />

8 Una síntesis de esa investigación que involucró a rectores y profesores de colegios nacionales fue publicada <strong>en</strong><br />

1909 <strong>en</strong> el diario arg<strong>en</strong>tino <strong>La</strong> pr<strong>en</strong>sa. At<strong>en</strong>to a ese trabajo investigativo Vergara sostuvo que no bastaba con la<br />

modificación del plan y los programas si los que debían aplicarlos <strong>en</strong> las aulas no estaban <strong>en</strong> aptitud de<br />

cumplir con su obligación, el problema fundam<strong>en</strong>tal es que se había confiado la <strong>en</strong>señanza <strong>en</strong> hombres<br />

completam<strong>en</strong>te nulos <strong>en</strong> la materia (Vergara, C. N., 1913: 571-572).


<strong>La</strong> ley de acción espontánea aplicada a la <strong>en</strong>señanza produciría, <strong>en</strong> términos de Vergara,<br />

cambios radicalísimos <strong>en</strong> los establecimi<strong>en</strong>tos de educación. Una amplitud para la Arg<strong>en</strong>tina<br />

y la América que conduciría prácticas saludables, como la de habituar a los alumnos a que<br />

obr<strong>en</strong> y se des<strong>en</strong>vuelvan por sí mismos, cooperando <strong>en</strong> su propia educación, “como obreros<br />

consi<strong>en</strong>tes y libres de la tarea que realiza cada establecimi<strong>en</strong>to”.<br />

“<strong>La</strong> anulación de la personalidad <strong>en</strong> los educadores, corresponde a las épocas<br />

de mayor c<strong>en</strong>tralización <strong>en</strong> política; mejorando la suerte de la <strong>en</strong>señanza cuando<br />

reviv<strong>en</strong> las libertades públicas” (Vergara, C. N., 1913: 504-505).<br />

De lo que se trata es de realizar iniciativas y hacer obra propia y original. Recuerda las<br />

propuestas de “los obreros como Jacques, Cosson, Torres y <strong>La</strong>rroque <strong>en</strong> Uruguay, así como la<br />

de José Manuel Zapata <strong>en</strong> M<strong>en</strong>doza <strong>en</strong> el Colegio Nacional” (Vergara, C. N., 1913: 505).<br />

“Aquí vi<strong>en</strong><strong>en</strong> las utopías sublimes de Tolstoi y de Francisco Parker, el fuerte<br />

espíritu de indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia personal que anima a la educación alemana, el <strong>en</strong>érgico<br />

individualismo de la cultura inglesa, y el carácter práctico y positivo de la escuela<br />

norteamericana, para <strong>en</strong>g<strong>en</strong>drar un sistema superior <strong>en</strong> el nuevo ambi<strong>en</strong>te de la<br />

América española y a la luz del insuperable g<strong>en</strong>io latino, que con Roma propagó<br />

la religión cristiana y dio leyes al mundo, y mediante España descubre la América<br />

y salva a la humanidad de la asfixia, que la am<strong>en</strong>azaba, por falta de expansión”<br />

(Vergara, C. N., 1913: 499).<br />

<strong>La</strong> respuesta no estaba, según Vergara, <strong>en</strong> hacer una traslación de lo foráneo, tampoco<br />

se trataba de una adaptación. <strong>La</strong> cuestión estaba <strong>en</strong> “disponer el medio” y eso supone “hacer<br />

escuela” desde, <strong>en</strong> y para la escuela. En este s<strong>en</strong>tido, no había moldes que trasladar, ni recetas<br />

que copiar. Cada escuela at<strong>en</strong>dería a su comunidad <strong>en</strong> relación al municipio, a la provincia y<br />

al país.<br />

<strong>La</strong> Universidad de <strong>La</strong> Plata, por ejemplo, adoptó algunas reformas hacia la<br />

indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia personal. Los alumnos podían elegir temas para exponer oralm<strong>en</strong>te y para sus<br />

monografías m<strong>en</strong>suales escritas. Variadas iniciativas propiciaban la libertad del alumno:<br />

hábitos de acción propia y de investigación autónoma, que lo del estudio rutinario y<br />

esclavizador del texto único. Antes de pret<strong>en</strong>der saberlo todo <strong>en</strong> pocas materias era, al parecer<br />

de Vergara, más b<strong>en</strong>éfico profundizar <strong>en</strong> un ramo de acuerdo a los intereses del estudiante,<br />

dominar puntos fundam<strong>en</strong>tales vinculados al ambi<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el que cada uno vive. Ese espíritu<br />

reformador que animaba a la Universidad de <strong>La</strong> Plata se veía también <strong>en</strong> la Escuela Normal<br />

anexa y <strong>en</strong> la Escuela de Aplicación que la complem<strong>en</strong>taba <strong>en</strong> la que ya estaban aplicando las<br />

prácticas de gobierno propio de los niños.<br />

En Santa Fé, también se estaban haci<strong>en</strong>do lo propio, los niños interv<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> las<br />

escuelas elem<strong>en</strong>tales <strong>en</strong> el mejorami<strong>en</strong>to de la disciplina y <strong>en</strong> su propia educación; todas las<br />

escuelas estaban dotadas de talleres <strong>en</strong> las que se apr<strong>en</strong>día haci<strong>en</strong>do. En el sur de la Patagonia<br />

los alumnos de las escuelas de Comodoro Rivadavia habían publicado un periódico con<br />

trabajos de propia autoría para hacerlos circular <strong>en</strong>tre ellos. En Entre Ríos la escuela se<br />

costeaba con lo que ella producía. A eso mismo aspiraba la Escuela Alberdi para maestros<br />

rurales con sus 400 hectáreas de tierra para crianzas y cultivos. Los maestros salían de allí<br />

prácticos <strong>en</strong> industrias rurales e iban a las escuelas primarias a aplicar sus conocimi<strong>en</strong>tos<br />

(Vergara, C. N., 1913: 499-503).


Los ideales de acción propia y del trabajo espontáneo como sistema de educación t<strong>en</strong>ían<br />

asegurado el éxito con la nueva política que ha <strong>en</strong>trado al país. Vergara confiaba pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te<br />

<strong>en</strong> los tiempos por v<strong>en</strong>ir: los ideales pedagógicos de la vida republicana.<br />

“También ha llegado la hora de nueva vida para la <strong>en</strong>señanza como para la<br />

política; pero ya no será una Pedagogía extranjera, traída de Francia, de Inglaterra o<br />

de Estados Unidos, será un sistema que surgirá de lo mejor que el país ha recibido<br />

de todos los otros países; mas, esa nueva ci<strong>en</strong>cia de la educación t<strong>en</strong>drá alma<br />

republicana, democrática y reformadora, como la jov<strong>en</strong> América, alma ll<strong>en</strong>a de fe y<br />

de esperanzas infinitas, como la gloriosa Patria Arg<strong>en</strong>tina, será una educación<br />

original y nacional, cuyos principios t<strong>en</strong>drán algo de la altura de nuestras montañas,<br />

de la amplitud de la llanura inm<strong>en</strong>sa, de la pureza y de la abnegación de nuestros<br />

héroes […]” (Vergara, C. N., 1913: 503).<br />

c. Educación <strong>inc<strong>en</strong>diaria</strong><br />

“Apagar el fuego sagrado del alma del maestro de verdad, con múltiples<br />

planillas, fórmulas y reglam<strong>en</strong>tos, es lo que se hace con los sistemas dominantes<br />

<strong>en</strong> la raza latina, para dirigir la <strong>en</strong>señanza” (Vergara, C. N., 1913: 295).<br />

Para dar impulso a la <strong>en</strong>señanza, bastaría ap<strong>en</strong>as una disposición que estableciera:<br />

1º Quedan derogados los programas, reglam<strong>en</strong>tos y horarios vig<strong>en</strong>tes.<br />

2º Todo maestro debe saber que al aceptar su cargo, lo hace con el compromiso<br />

contraído ante las autoridades y ante la nación, de transmitir a sus alumnos los<br />

más puros s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos morales, no sólo con el precepto, de las virtudes privadas<br />

y públicas que constituy<strong>en</strong> el honor y la fuerza de los individuos y de las<br />

naciones.<br />

3º El maestro de la escuela común conseguirá que sus alumnos salgan de 4º<br />

grado sabi<strong>en</strong>do, por lo m<strong>en</strong>os, leer bi<strong>en</strong>, resolver los problemas más comunes de<br />

la aritmética, escribir con bu<strong>en</strong>a letra y redactar con corrección. El adelanto de los<br />

alumnos se juzgará <strong>en</strong> lo que han hecho aplicando sus conocimi<strong>en</strong>tos a labores<br />

útiles <strong>en</strong> la vida diaria.” (Vergara, C. N., 1913: 295-296).<br />

Esta disposición se veía animada por la “necesidad de dar a la educación un sello<br />

propio, que corresponda al espíritu nacional” (Vergara, C. N., 1913: 378). Se pregunta<br />

Vergara por los caracteres que debía t<strong>en</strong>er la <strong>en</strong>señanza verdaderam<strong>en</strong>te arg<strong>en</strong>tina. P<strong>en</strong>saba el<br />

problema <strong>en</strong> el marco de una “educación nacional”, una “educación americana”, “educación<br />

humana”. Si bi<strong>en</strong> la educación arg<strong>en</strong>tina debía estar d<strong>en</strong>tro del espíritu nuevo del nuevo<br />

mundo americano, espíritu que v<strong>en</strong>ía de la humanidad y de sus esfuerzos, esa educación<br />

físicam<strong>en</strong>te estaba <strong>en</strong> América y “Americana es, <strong>en</strong> este caso, como decir republicana”. De<br />

modo que la educación sería nacional cuando el espíritu del pueblo cal<strong>en</strong>tase el recinto de las<br />

esuelas.<br />

Una escuela nacional respondería a una educación republicana y se nutriría de las<br />

aspiraciones del pueblo. En esta línea Vergara señala t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias prácticas, morales y<br />

republicanas que sintetiza <strong>en</strong> la línea de los “propósitos patrióticos” establecidos <strong>en</strong> el primer


congreso pedagógico libre celebrado <strong>en</strong> América (Vergara, C. N., 1913: 378- 384). A<br />

continuación una síntesis de esas t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias:<br />

- T<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias prácticas:<br />

1º la educación verdadera sólo se adquiere <strong>en</strong> el trabajo fructífero y <strong>en</strong> la acción fecunda. <strong>La</strong><br />

teoría ha de apr<strong>en</strong>derse t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do <strong>en</strong> vista el trabajo para realizarlo mejor.<br />

2º debe tratarse de que las escuelas y colegios sean c<strong>en</strong>tros de producción, <strong>en</strong> que los alumnos<br />

actú<strong>en</strong> como colabores de los maestros, <strong>en</strong> los diversos trabajos. <strong>La</strong> labor debe dirigirse a<br />

satisfacer las más importantes necesidades de la comunidad.<br />

3º el adelanto de los alumnos debe apreciarse por lo que cada uno ha hecho <strong>en</strong> b<strong>en</strong>eficio de si<br />

mismo de la familia o de la sociedad.<br />

4º las ci<strong>en</strong>cias exactas y naturales las apr<strong>en</strong>derá el alumno al trabajar con los elem<strong>en</strong>tos de la<br />

naturaleza para utilizarlos y las ci<strong>en</strong>cias filosóficas y sociales <strong>en</strong> su acción por esforzarse a sí<br />

mismo por mejorar a su familia y por contribuir al progreso social.<br />

5º el maestro ha de <strong>en</strong>señar más que con la palabra con el ejemplo.<br />

- Entre las t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias morales señala:<br />

1º todos los caracteres de la educación física e intelectual deb<strong>en</strong> siempre dirigirse a formar la<br />

personalidad moral del alumno.<br />

2º para recibir un alumno <strong>en</strong> la escuela, debe exigirse que los padres o tutores contraigan el<br />

compromiso de darle bu<strong>en</strong>os ejemplos <strong>en</strong> el hogar.<br />

3º los empleados escolares que of<strong>en</strong>dan a la moral privada o pública deb<strong>en</strong> ser inhabilitados<br />

para ocuparse de la <strong>en</strong>señanza por 15, 10 o 20 años según la falta.<br />

- T<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias republicanas:<br />

1º <strong>en</strong> un país como el nuestro, el pueblo debe interv<strong>en</strong>ir <strong>en</strong> la marcha de la <strong>en</strong>señanza para lo<br />

que deb<strong>en</strong> tomarse algunas medidas:<br />

- que vuelva a establecerse la ley de subv<strong>en</strong>ciones a la instrucción primaria de las<br />

provincias, para recibir la cooperación nacional las provincias d<strong>en</strong> cada día más<br />

inger<strong>en</strong>cia al pueblo <strong>en</strong> la administración de las escuelas.<br />

- el gobierno federal debe estimular la fundación de escuelas populares mediante<br />

subv<strong>en</strong>ciones y auxilios de toda clase.<br />

2º la educación popular educa a los niños y al pueblo<br />

3º la educación sólo dará frutos por el concurso material y moral de los ciudadanos, ningún<br />

hombre, por sabio que sea puede reemplazar el esfuerzo de todo un pueblo <strong>en</strong> pro de la<br />

educación<br />

4º la educación sólo t<strong>en</strong>drá carácter nacional cuando el espíritu del pueblo ali<strong>en</strong>te y vivifique<br />

la obra escolar y cuando cada localidad t<strong>en</strong>ga escuelas que reflej<strong>en</strong> sus t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias<br />

particulares, para que <strong>en</strong> la <strong>en</strong>señanza se vea una gran variedad de caracteres d<strong>en</strong>tro de un<br />

mismo espíritu nacional.<br />

5º debe hacerse que los consejos escolares sean elegidos por el pueblo<br />

6º dar libertad a los directores para que realice sus iniciativas personales<br />

7º El espíritu republicano exige que el dinero del pueblo se dedique a educar por igual a todos<br />

los hijos del pueblo, mediante la escuela común “para todos y costeada por todos”. El<br />

desarrollo de la <strong>en</strong>señanza primaria necesita, como base, las escuelas normales que forman los<br />

maestros compet<strong>en</strong>tes.<br />

8º la escuela debe proponerse educar a la sociedad al educar a los niños, mediante la<br />

influ<strong>en</strong>cia de estos <strong>en</strong> la familia y exigi<strong>en</strong>do al os padres el compromiso de hacer cuanto<br />

puedan para mejorar la moral pública que forma el ambi<strong>en</strong>te <strong>en</strong> que vivirá el niño al salir de la<br />

escuela.


9º los gobiernos están obligados a concurrir a la obra educadora mejorando el medio y<br />

obrando de acuerdo con las autoridades.<br />

10º el gobierno ti<strong>en</strong>e el derecho de contar con la acción de las escuelas y colegios para que<br />

éstos contribuyan a establecer la pureza del sufragio y las virtudes públicas y privadas,<br />

mediante la palabra y el ejemplo de los profesores.<br />

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