Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works
Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works
Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
cosas tan extintas como los pájaros dodó.<br />
Terrible.<br />
Pero los viejos camaradas se comportaban con tanta naturalidad y educación conmigo<br />
que ni siquiera ahora podría <strong>de</strong>cir que me estuviesen castigando por lo que le había hecho<br />
a Leland Clewes... si no hubiese pedido ayuda al fin a un viejo arrogante que no trabajaba<br />
en el gobierno, quien, ante mi asombro, se mostró muy <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> manifestar el<br />
<strong>de</strong>sprecio que sentía por mí y <strong>de</strong> explicarlo con <strong>de</strong>talle. Me refiero a Timothy Beame.<br />
Había sido viceministro <strong>de</strong> Agricultura con Roosevelt antes <strong>de</strong> la guerra. Me había<br />
ofrecido mi primer trabajo en el gobierno. Era también un hombre <strong>de</strong> Harvard y había<br />
tenido una beca Rho<strong>de</strong>s. Tenía por entonces setenta y cuatro años y era presi<strong>de</strong>nte en<br />
activo <strong>de</strong> Beame, Mearns, Weld & Weld, el <strong>de</strong>spacho jurídico más prestigioso <strong>de</strong><br />
Washington.<br />
Le pregunté por teléfono si quería comer conmigo. Rechazó la invitación. Casi todos<br />
se negaban a comer conmigo. Dijo que podía verme media hora al final <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, pero<br />
que no veía <strong>de</strong> qué podríamos tener que hablar.<br />
—Le seré franco, señor —dije—. Busco trabajo... quizás una fundación o un museo,<br />
algo así.<br />
—Ooooooohhh... así que busca trabajo, ¿eh? —dijo—. Sí... <strong>de</strong> eso podríamos hablar.<br />
Bueno, pues venga. ¿Cuántos años hace que no teníamos una buena charla usted y yo?<br />
—Trece años, señor —dije.<br />
—Ha llovido mucho en trece años.<br />
—Sí, señor —dije yo.<br />
—Ta-ta —dijo él.<br />
Fui lo bastante imbécil para asistir a la cita.<br />
Me recibió con una actitud esmeradamente cordial y falsa <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio. Me<br />
presentó a su joven secretario, le explicó que yo había sido un joven muy prometedor,<br />
dándome al mismo tiempo palmadas en la espalda. Aquel hombre quizás no hubiese dado<br />
palmadas en la espalda a nadie en toda su vida.<br />
Cuando entramos en su empanelada oficina, Timothy Beame me indicó una silla <strong>de</strong><br />
club <strong>de</strong> cuero, diciendo: «Siéntese, siéntese.» He aludido recientemente a esa misma<br />
expresión supuestamente humorística, como habrán advertido, en el relato <strong>de</strong> ciencia<br />
ficción <strong>de</strong>l doctor Bob Fen<strong>de</strong>r, sobre el juez <strong>de</strong> Vicuna que quedó unido para siempre a<br />
mí y a mi <strong>de</strong>stino. También: dudo que Timothy Beame hubiese dirigido jamás tan necia<br />
expresión a nadie nunca. Era un viejo torpe y tosco, por otra parte... majestuoso por<br />
acci<strong>de</strong>nte como yo era por acci<strong>de</strong>nte pequeño. Sus gran<strong>de</strong>s manos sugerían la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que<br />
hubiese esgrimido un espadón <strong>de</strong> doble hoja mucho tiempo atrás, y que ahora se moviese<br />
en <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> la verdad y <strong>de</strong> la justicia. Sus cejas blancas eran una espesura<br />
ininterrumpida <strong>de</strong> un lado a otro, y cuando se sentó al escritorio, agachó la cabeza para<br />
mirarme y hablarme a través <strong>de</strong> aquel seto.<br />
—Es innecesario que le pregunte qué ha estado haciendo usted últimamente —dijo.<br />
—Lo es, señor... creo que lo es —dije.<br />
—Usted y el joven Clewes han logrado hacerse tan famosos como Mutt y Jeff —dijo.<br />
—Muy a nuestro pesar —dije yo.<br />
—Eso espero. Espero, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, que haya habido bastante pesar —dijo.<br />
Y a este hombre sólo le quedaban unos dos meses <strong>de</strong> vida. No había tenido ni un<br />
indicio, que yo sepa. Se <strong>de</strong>cía, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte, que le habrían nombrado para el<br />
Tribunal Supremo si hubiera logrado vivir hasta cuando llegase otro <strong>de</strong>mócrata a la<br />
60