Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works
Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works
Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
pronto mi mujer se murió.<br />
Y luego encontraron el baúl. La policía vino a verme. Yo conocía a quienes habían<br />
llevado el baúl a mi oficina y sabía por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> quién actuaban. Todos eran personas <strong>de</strong><br />
alto rango, algunos <strong>de</strong> ellos trabajando como simples porteadores. No lo dije en el juicio<br />
ni a mis propios abogados, ni a nadie, no dije quiénes eran. Por eso hube <strong>de</strong> pasar una<br />
temporada en la cárcel.<br />
Eso había aprendido precisamente tras mi <strong>de</strong>sastre mutuo con Leland Clewes: que era<br />
repugnante mandar a la cárcel a otro pobre imbécil. No había nada como <strong>de</strong>clarar bajo<br />
juramento para hacer que la vida pareciese ya siempre trivial y mezquina.<br />
A<strong>de</strong>más, acababa <strong>de</strong> morir mi mujer. Me daba igual lo que pasase. Era un zombi.<br />
Ni siquiera ahora nombraré a los malhechores <strong>de</strong>l baúl. Da igual.<br />
Sin embargo, no puedo hurtar a la historia norteamericana lo que dijo uno <strong>de</strong> los<br />
malhechores <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> colocar el baúl en mi oficina. Fue esto: «¿A quién cojones se le<br />
ocurrió la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> traer esta mierda a la Casa Blanca?»<br />
—La gente como tú —dijo Cly<strong>de</strong> Carter— siempre se ve ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> millones <strong>de</strong><br />
dólares. Si yo hubiese ido a Harvard, quizás me hubiese pasado lo mismo.<br />
Ya se oía la música. Nos acercábamos a la sala <strong>de</strong> suministros, y la música salía <strong>de</strong> un<br />
fonógrafo que había allí. Non, je ne regrette rien, cantaba Edith Piaf. Esto significa,<br />
claro: «No, yo no lamento nada.»<br />
La canción terminó justo cuando Cly<strong>de</strong> y yo entrábamos en la sala <strong>de</strong> suministros, así<br />
que el doctor Robert Ten<strong>de</strong>r, encargado <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> suministros y con<strong>de</strong>nado a ca<strong>de</strong>na<br />
perpetua, pudo explicarnos apasionadamente lo muy <strong>de</strong> acuerdo que estaba con la<br />
canción.<br />
—Non! —dijo, rechinando los dientes, echando chispas por los ojos—, je ne regrette<br />
rien! Rien!<br />
Como ya he dicho, era veterinario y el único norteamericano convicto <strong>de</strong> traición<br />
durante la guerra <strong>de</strong> Corea. Podrían haberle fusilado por lo que hizo, pues por entonces<br />
era teniente <strong>de</strong>l Ejército <strong>de</strong> los Estados Unidos y servía en el Japón inspeccionando la<br />
carne que pasaba para los soldados <strong>de</strong> Corea. En un gesto <strong>de</strong> misericordia, el tribunal<br />
militar que le juzgó le con<strong>de</strong>nó a ca<strong>de</strong>na perpetua sin posibilidad <strong>de</strong> libertad condicional.<br />
Este traidor norteamericano se parecía muchísimo a un gran héroe norteamericano,<br />
Charles Augustus Lindbergh. Era alto y huesudo. Era <strong>de</strong> origen escandinavo. Era <strong>de</strong>l<br />
campo. Hablaba bastante bien una especie <strong>de</strong> francés quejumbroso, <strong>de</strong> haber escuchado<br />
tanto a Edith Piaf. En realidad, no había estado prácticamente en ningún sitio fuera <strong>de</strong> la<br />
cárcel, salvo Ames, Iowa y Osaka, Japón. Era tan tímido con las mujeres, me explicó una<br />
vez, que cuando llegó a Osaka aún era virgen. Y luego se enamoró fatalmente <strong>de</strong> una<br />
cantante <strong>de</strong> un club nocturno que se hacía pasar por japonesa y cantaba imitaciones<br />
literales <strong>de</strong> los discos <strong>de</strong> Edith Piaf. Era a<strong>de</strong>más espía <strong>de</strong> Corea <strong>de</strong>l Norte.<br />
—Mi querido amigo, mi querido Walter Starbuck —dijo—. Dime, ¿cómo te ha ido el<br />
día <strong>de</strong> hoy hasta ahora?<br />
En fin, le expliqué que había estado sentado en el catre con la misma canción<br />
rondándome insistente en la cabeza, la canción <strong>de</strong> Sally en el jardín revolviendo en la<br />
ceniza.<br />
Se echó a reír. Luego, nos incluiría a mí y al inci<strong>de</strong>nte en uno <strong>de</strong> sus relatos <strong>de</strong> ciencia<br />
ficción que, lo digo con orgullo, aparecerá precisamente este mes en Playboy, una revista<br />
<strong>de</strong> la RAMJAC. Figura como autor Frank X. Barlow. El relato trata <strong>de</strong> un antiguo juez<br />
<strong>de</strong>l planeta Vicuna, situado a dos galaxias y media <strong>de</strong> la Tierra, que ha tenido que <strong>de</strong>jar<br />
50