17.11.2012 Views

Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works

Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works

Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

tuvieron mucho éxito antes <strong>de</strong> que le metiesen en un tanque hermético con ventanas y le<br />

hicieran respirar gas <strong>de</strong> cianuro.<br />

Y sus últimas palabras fueron realmente, como <strong>de</strong>cía Cly<strong>de</strong>, «da igual».<br />

—Bueno, ahora escucha —dijo Cly<strong>de</strong>—. Cuando consigas entrar <strong>de</strong> encargado en un<br />

bar allá en Nueva York, sé que acabarás siendo el dueño <strong>de</strong>l bar en dos años.<br />

Era amabilidad suya y no sincero optimismo. Cly<strong>de</strong> intentaba ayudarme a ser valiente.<br />

—Y cuando hayas conseguido el bar más popular <strong>de</strong> Nueva York —continuó—,<br />

espero que te acuer<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Cly<strong>de</strong> y man<strong>de</strong>s a buscarme. Y no sólo puedo aten<strong>de</strong>r el bar:<br />

puedo encargarme también <strong>de</strong>l aire acondicionado. Y para entonces podré arreglarte<br />

también las cerraduras.<br />

Yo sabía que estaba pensando si apuntarse a un curso <strong>de</strong> cerrajería <strong>de</strong>l Instituto <strong>de</strong><br />

Instrucción <strong>de</strong> Illinois. Ya se había <strong>de</strong>cidido, al parecer.<br />

—¿Así que te <strong>de</strong>cidiste? —dije.<br />

—Me <strong>de</strong>cidí, sí —dijo—. Hoy recibí la primera lección.<br />

La prisión era un cuadrado hueco <strong>de</strong> barracones militares normales <strong>de</strong> dos plantas.<br />

Cly<strong>de</strong> y yo cruzábamos el inmenso campo <strong>de</strong> instrucción <strong>de</strong>l centro, yo con la ropa <strong>de</strong><br />

cama al brazo. Era allí don<strong>de</strong> los jóvenes soldados <strong>de</strong> infantería, la gloria <strong>de</strong>l país, habían<br />

hecho instrucción en otros tiempos, <strong>de</strong>mostrando sus ansias <strong>de</strong> vencer o morir.<br />

También yo, pensé, había servido a la patria <strong>de</strong> uniforme, había hecho en todo<br />

momento, durante dos años, exactamente lo que la patria me pedía. Me pidió que sufriese<br />

y no que muriese.<br />

Había rostros en algunas ventanas: débiles y viejos reclusos con el corazón mal, los<br />

pulmones mal, el hígado mal, lo que fuese. Pero sólo había otro individuo más en el<br />

campo <strong>de</strong> instrucción propiamente dicho. Arrastraba una bolsa gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> basura e iba<br />

recogiendo papeles con una púa fijada al extremo <strong>de</strong> un palo largo. Era un individuo<br />

pequeño y viejo como yo. Cuando vio que nos acercábamos, se situó entre nosotros y el<br />

edificio <strong>de</strong> oficinas, y me apuntó con la púa, indicando que tenía que <strong>de</strong>cirme algo muy<br />

importante. Era el doctor Carlo Di Sanza, doctor en <strong>de</strong>recho por la Universidad <strong>de</strong><br />

Nápoles. Se había nacionalizado norteamericano y cumplía su segunda con<strong>de</strong>na por<br />

utilizar el correo para organizar un Plan Pomzi. Era un feroz patriota.<br />

—¿Te vas a casa? —dijo.<br />

—Sí —dije yo.<br />

—No olvi<strong>de</strong>s una cosa —dijo—. Este país, te haga lo que te haga, sigue siendo el país<br />

más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong>l mundo. ¿Verdad que no lo olvidarás?<br />

—Claro, señor... no puedo olvidarlo —dije.<br />

—Fuiste un imbécil por haber sido comunista —dijo él.<br />

—Fue hace ya mucho tiempo —dije yo.<br />

—En un país comunista, no hay oportunida<strong>de</strong>s —dijo—. ¿Por qué querías vivir en un<br />

país sin oportunida<strong>de</strong>s?<br />

—Fue un error juvenil, señor —dije yo.<br />

—En Norteamérica yo he sido millonario dos veces —dijo—. Y volveré a serlo.<br />

—Estoy seguro —dije. Y lo estaba.<br />

Simplemente iniciaría su tercer Plan Pomzi... consistente, como antes, en ofrecer a los<br />

imbéciles unos intereses enormes por el uso <strong>de</strong> su dinero. Como las veces anteriores,<br />

utilizaría la mayor parte <strong>de</strong>l dinero en comprarse mansiones y Rolls Royces y lanchas<br />

rápidas y <strong>de</strong>más, pero <strong>de</strong>volviendo parte como los elevados intereses que había<br />

prometido. E irían acudiendo a él cada vez más, al enterarse por los satisfechos receptores<br />

48

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!