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Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works

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Polonia, los húngaros a Hungría, los estonianos a Estonia, y así sucesivamente. Todos<br />

<strong>de</strong>bían volver a casa, pasase lo que pasase.<br />

Yo tenía curiosidad por saber <strong>de</strong> qué tipo <strong>de</strong> intérpretes se estaba valiendo la policía<br />

militar, pues me era difícil encontrar buenos intérpretes para mis propias operaciones.<br />

Necesitaba sobre todo individuos trilingües, que hablasen bien alemán e inglés y, a<strong>de</strong>más,<br />

francés o ruso. Tenía que ser, a<strong>de</strong>más, gente digna <strong>de</strong> confianza, educada y presentable.<br />

Así que salí <strong>de</strong>l coche a ver más <strong>de</strong> cerca los interrogatorios. Para mi sorpresa, <strong>de</strong>scubrí<br />

que los realizaba lo que parecía un gitanillo. Era mi Ruth, claro. Le habían cortado el pelo<br />

al cero en un centro <strong>de</strong> <strong>de</strong>sinfección. Llevaba un mono militar sin ninguna insignia <strong>de</strong><br />

unidad o rango. Era maravilloso verla intentando <strong>de</strong>spertar un chispeo <strong>de</strong> comprensión en<br />

un vagabundo andrajoso que le habían puesto <strong>de</strong>lante los policías militares. Debió probar<br />

con él siete u ocho lenguas, pasando <strong>de</strong> una a otra con la misma facilidad con que cambia<br />

un músico <strong>de</strong> compases y claves. No sólo eso, sino que, a<strong>de</strong>más, cambiaba la<br />

gesticulación también, <strong>de</strong> modo que sus manos hacían siempre los movimientos<br />

correspondientes a cada idioma.<br />

Y <strong>de</strong> pronto, las manos <strong>de</strong>l hombre también empezaron a danzar como las suyas, y los<br />

sonidos que salían <strong>de</strong> su boca eran parecidos a los que emitía ella. Según me contó Ruth<br />

más tar<strong>de</strong>, era un campesino macedonio <strong>de</strong>l sur <strong>de</strong> Yugoslavia. El idioma común que<br />

habían encontrado era el búlgaro. Le habían cogido prisionero los alemanes, aunque él<br />

nunca había sido soldado, y le habían enviado a las brigadas <strong>de</strong> trabajos forzados que<br />

reforzaban las fortificaciones <strong>de</strong> la Línea Sigfrido. No había llegado a apren<strong>de</strong>r alemán.<br />

Y quería irse a Norteamérica, según le dijo a Ruth, para llegar a hacerse muy rico. Le<br />

facturaron otra vez para Macedonia, supongo.<br />

Ruth tenía entonces veintiséis años... pero llevaba siete comiendo tan mal, patatas y<br />

nabos sobre todo, que era un palito asexual. Ella, por su parte, había acudido a aquel<br />

puesto <strong>de</strong> control sólo una hora antes que yo, y los policías militares la habían obligado a<br />

hacer aquel servicio <strong>de</strong>bido a los muchos idiomas que sabía. Pregunté a un sargento <strong>de</strong> la<br />

policía militar qué edad le echaba y dijo: «Quince.» Creía que era un muchacho al que<br />

todavía no le había cambiado la voz.<br />

Conseguí meterla en el asiento trasero <strong>de</strong> mi Merce<strong>de</strong>s e interrogarla. Me enteré <strong>de</strong><br />

que la habían librado <strong>de</strong>l campo <strong>de</strong> concentración en primavera, hacía unos cuatro meses<br />

y que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces había eludido a todos los organismos que la habrían ayudado muy<br />

gustosamente. Debería estar, por entonces, en un hospital para personas extraviadas. Pero<br />

ya no tenía el menor interés en confiar su <strong>de</strong>stino a nadie. Su propósito era vagar sola por<br />

el campo eternamente, <strong>de</strong> un sitio a otro, en una especie <strong>de</strong> éxtasis religioso alucinante.<br />

«Nadie me roza nunca —<strong>de</strong>cía— y yo nunca rozo a nadie. Soy como un ave en pleno<br />

vuelo. Es tan hermoso. Sólo existimos Dios... y yo.»<br />

Yo pensé esto <strong>de</strong> ella: Que se parecía a la gentil Ofelia <strong>de</strong> Hamlet, que se volvió lírica<br />

y visionaria cuando la vida se volvió <strong>de</strong>masiado cruel y ya no pudo soportarla. Tengo a<br />

mano un ejemplar <strong>de</strong> Hamlet y refresco mi recuerdo <strong>de</strong>l disparate que cantaba Ofelia<br />

cuando ya no podía respon<strong>de</strong>r inteligentemente a quienes le preguntaban cómo estaba:<br />

La canción era así:<br />

¿Cómo tu amor sincero<br />

podré distinguir?<br />

Por las sandalias,<br />

por el sombrero,<br />

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