Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works
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mientras era inocente espectador <strong>de</strong>l robo <strong>de</strong> una estación <strong>de</strong> lavado <strong>de</strong> coches <strong>de</strong> la<br />
RAMJAC en Hollywood. Mi hijo ha adoptado a los niños, <strong>de</strong> modo que legalmente ahora<br />
son mis nietos, mis únicos nietos.<br />
La vida sigue.<br />
Mi difunta esposa Ruth, la abuela <strong>de</strong> esos niños, nació en Viena. Su familia tenía allí<br />
una librería <strong>de</strong> libros raros... antes <strong>de</strong> que se la quitaran los nazis. Era seis años más joven<br />
que yo. A su padre, a su madre y a sus dos hermanos, les mataron en los campos <strong>de</strong><br />
concentración. A ella la escondió una familia cristiana, pero la <strong>de</strong>scubrieron y la<br />
<strong>de</strong>tuvieron, junto con el cabeza <strong>de</strong> familia, en Milnovecientos Cuarentaidos, así que pasó<br />
los dos últimos años <strong>de</strong> guerra en un campo <strong>de</strong> concentración, cerca <strong>de</strong> Munich, que<br />
liberaron al fin las tropas norteamericanas. Moriría mientras dormía, en Milnovecientos<br />
Setentaicuatro, <strong>de</strong> angina <strong>de</strong> pecho, dos semanas antes <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>tención. Adon<strong>de</strong> fuese yo,<br />
y no importaba cómo, allí iba mi Ruth... mientras pudo. Si me maravillaba yo <strong>de</strong> esto en<br />
voz alta, ella <strong>de</strong>cía: «¿En qué otro sitio podría estar? ¿Qué otra cosa podría hacer?»<br />
Podría haber sido una gran traductora, por ejemplo. Se le daban tan bien los idiomas<br />
como mal a mí. Yo me pasé cuatro años en Alemania <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la Segunda Guerra<br />
Mundial y no conseguí dominar el alemán. Pero no había idioma europeo <strong>de</strong>l que Ruth<br />
no pudiese hablar por lo menos un poco. En el campo <strong>de</strong> concentración se pasó todo el<br />
tiempo, mientras esperaba la muerte, intentando que los <strong>de</strong>más presos le enseñasen sus<br />
idiomas si no los conocía. Así logró hablar con flui<strong>de</strong>z el caló, la lengua <strong>de</strong> los gitanos, y<br />
aprendió incluso la letra <strong>de</strong> algunas canciones en vascuence. Podía haber sido retratista.<br />
Fue otra cosa que hizo en el campo <strong>de</strong> concentración. Untaba un <strong>de</strong>do en carbonilla y<br />
dibujaba en las pare<strong>de</strong>s retratos <strong>de</strong> la gente. Podía haber sido fotógrafa famosa. Cuando<br />
sólo contaba dieciséis años, tres antes <strong>de</strong> que Alemania se anexionase Austria, fotografió<br />
a unos cien mendigos en Viena, todos los cuales eran veteranos <strong>de</strong> la Primera Guerra<br />
Mundial con heridas terribles. Estas fotos se vendieron en portafolios, y encontré<br />
recientemente uno <strong>de</strong> ellos, ante mi <strong>de</strong>solado asombro, en la colección <strong>de</strong>l Museo <strong>de</strong> Arte<br />
Mo<strong>de</strong>rno <strong>de</strong> Nueva York. A<strong>de</strong>más, sabía tocar el piano, mientras que yo soy un negado<br />
para la música. Ni siquiera puedo cantar Sally en el jardín sin <strong>de</strong>safinar.<br />
Yo era, pues, inferior a Ruth.<br />
Cuando empezaron a irme las cosas mal <strong>de</strong> veras, en los años cincuenta y en los<br />
sesenta, en que no era capaz <strong>de</strong> conseguir un trabajo <strong>de</strong>cente en ningún sitio, pese a los<br />
altos cargos que había ocupado en el gobierno, pese a conocer a tanta gente importante,<br />
fue Ruth quien salvó a aquella impopular y pequeña familia <strong>de</strong> Chevy Chase. Empezó<br />
con dos fracasos, que la <strong>de</strong>primieron al principio, pero que luego le harían reír hasta<br />
saltársele las lágrimas. Su primer fracaso fue como pianista en un salón <strong>de</strong> cócteles. El<br />
propietario le dijo cuando la <strong>de</strong>spidió que era <strong>de</strong>masiado buena, que la clientela que él<br />
tenía... «no apreciaba las cosas <strong>de</strong>licadas <strong>de</strong> la vida». Su segundo fracaso fue como<br />
fotógrafa <strong>de</strong> bodas. Sus fotografías siempre tenían un aire <strong>de</strong> catástrofe prebélica que<br />
ningún retoque podía borrar. Era como si todos los <strong>de</strong> la boda fueran a acabar en las<br />
trincheras o en la cámara <strong>de</strong> gas al poco tiempo.<br />
Pero luego se hizo <strong>de</strong>coradora <strong>de</strong> interiores, seduciendo a los futuros clientes con<br />
acuarelas <strong>de</strong> las habitaciones que le gustaría hacerles. Y yo era su torpe ayudante:<br />
colgaba tapices, sujetaba muestras <strong>de</strong> empapelado en la pared, anotaba los avisos<br />
telefónicos <strong>de</strong> los clientes, hacía recados, recogía muestras <strong>de</strong> una cosa y otra... etc., etc.<br />
En una ocasión, quemé tapicerías <strong>de</strong> terciopelo azul por valor <strong>de</strong> mil cien dólares. No es<br />
raro que mi hijo nunca me respetase.<br />
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