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Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works

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ompía la canción, que yo oía sonora y claramente, cantada en mi pensamiento por una<br />

voz ajena, y que había <strong>de</strong> completar con las tres palmadas. A mí, la letra me pareció<br />

sumamente pecaminosa cuando la oí por primera vez, que fue en una fiesta beoda, sólo<br />

para hombres, en mi primer curso en Harvard. Era una canción que había que guardar en<br />

secreto y no <strong>de</strong>círsela a las mujeres. Quizás no la hubiese oído ninguna mujer, ni la haya<br />

oído aún siquiera, a estas alturas. Lo que el autor <strong>de</strong> la letra se proponía era sin duda<br />

embrutecer los sentimientos <strong>de</strong> los varones que cantaban la canción <strong>de</strong> modo que los tales<br />

cantores no pudieran volver a creer jamás lo que la mayoría <strong>de</strong> nosotros creíamos por<br />

entonces con todo el corazón: que las mujeres eran más espirituales, más sagradas que los<br />

hombres.<br />

Yo todavía lo creo. ¿Es eso también cómico? Sólo he amado a cuatro mujeres en mi<br />

vida: mi madre, mi difunta esposa, una mujer con la que estuve prometido en<br />

matrimonio, y otra más. Las <strong>de</strong>scribiré a todas más tar<strong>de</strong>. Pero digamos ahora que las<br />

cuatro me parecieron más virtuosas que yo, con más valor en la vida, y más próximas a<br />

los secretos <strong>de</strong>l universo <strong>de</strong> lo que nunca haya podido estar yo.<br />

De cualquier modo, incluiré ahora la letra <strong>de</strong> esa canción terrible. Y, aunque yo haya<br />

sido técnicamente responsable, <strong>de</strong>bido a mi elevado posición en una estructura<br />

corporativa en época reciente, <strong>de</strong> la publicación <strong>de</strong> algunos <strong>de</strong> los libros más soeces sobre<br />

mujeres que se hayan escrito, veo que aún me cuesta trabajo poner sobre el papel, don<strong>de</strong><br />

quizás nunca haya estado, la letra <strong>de</strong> la canción. Diré, por otra parte, que la cantábamos<br />

con la música <strong>de</strong> una melodía muy antigua que yo llamo Rubén, Rubén. Debe tener<br />

muchos otros nombres sin duda.<br />

Quienes lean la letra han <strong>de</strong> tener en cuenta que yo se la oí cantar no a viejos o a gente<br />

<strong>de</strong> mediana edad, sino a universitarios, a chavales, en realidad, que, con una Gran<br />

Depresión en marcha y con una Segunda Guerra Mundial en perspectiva, escarnecidos la<br />

mayoría por su propia virginidad, tenían razones para sentirse petrificados ante todas las<br />

cosas que esperaban <strong>de</strong> ellos las mujeres <strong>de</strong> aquella época. Las mujeres esperaban que<br />

ganasen buen dinero en cuanto acabaran la carrera y ellos no veían cómo iban a po<strong>de</strong>r<br />

conseguirlo con todas las empresas cerradas. Las mujeres esperaban también que fuesen<br />

soldados valerosos y había, al parecer, muchas posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> que acabaran <strong>de</strong>strozados<br />

cuando la metralla y las balas volasen. ¿Quién podía ser absolutamente responsable <strong>de</strong><br />

sus acciones cuando volasen la metralla y las balas? Habría lanzallamas y gases<br />

asfixiantes. Se oirían unos estampidos aterradores. Podían volarle la cabeza al que estaba<br />

a tu lado... su garganta sería como una fuente.<br />

Y las mujeres, cuando se convertían en esposas, esperaban <strong>de</strong> ellos que fuesen unos<br />

amantes perfectos ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la misma noche <strong>de</strong> bodas... sutiles, tiernos, picaros,<br />

respetuosos y cosquilleantemente libertinos, y que supiesen tanto <strong>de</strong> los órganos <strong>de</strong><br />

reproducción <strong>de</strong> ambos sexos como la Facultad <strong>de</strong> Medicina <strong>de</strong> Harvard.<br />

Recuerdo lo que <strong>de</strong>cía un audaz artículo <strong>de</strong> revista que se publicó por aquella época.<br />

Hablaba <strong>de</strong> la frecuencia <strong>de</strong> las relaciones sexuales <strong>de</strong> los norteamericanos varones <strong>de</strong><br />

diversas profesiones y activida<strong>de</strong>s. Los más ardientes eran los bomberos, que hacían el<br />

amor diez veces por semana. Los profesores universitarios eran los menos. Sólo hacían el<br />

amor una vez al mes. Y un compañero mío <strong>de</strong> clase, al que, por cierto, mataron luego en<br />

la Segunda Guerra Mundial, movió quejumbroso la cabeza y dijo: «Ay... ojalá fuera yo<br />

profesor universitario.»<br />

La terrible canción quizá fuese, en realidad, por entonces, una forma <strong>de</strong> honrar el<br />

po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> las mujeres, <strong>de</strong> afrontar los miedos que inspiraban. Podría compararse sin duda<br />

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