17.11.2012 Views

Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works

Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works

Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

en la segunda planta <strong>de</strong> su cochera. Y cuando se hizo viejo, me convertí en su compañero<br />

<strong>de</strong> juegos, siempre en casa con él. Me enseñó a jugar a «los corazones» y a la mona, a las<br />

damas y al dominó... y al ajedrez. Muy pronto jugamos sólo al ajedrez. Él no jugaba bien.<br />

Ganaba yo casi todas las partidas, y pue<strong>de</strong> que él estuviese secretamente borracho. Creo<br />

que nunca se esforzaba por ganar. En cualquier caso, y muy pronto, empezó a <strong>de</strong>cirme y<br />

a <strong>de</strong>cir a mis padres que yo era un genio, lo cual <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego no era cierto, y que me<br />

mandaría a estudiar a Harvard. Debió <strong>de</strong>círselo un millar <strong>de</strong> veces por lo menos a mis<br />

padres a lo largo <strong>de</strong> los años: «Seréis algún día los orgullosos padres <strong>de</strong> un perfecto<br />

caballero <strong>de</strong> Harvard.»<br />

Con ese fin, y cuando yo tenía diez años, nos hizo cambiar nuestro apellido<br />

Stankiewicz por Starbuck. Me recibirían mejor en Harvard, dijo, si tenía un apellido<br />

anglosajón. Así que pasé a llamarme Walter F. Starbuck.<br />

A él le había ido muy mal en Harvard, había superado la prueba a duras penas.<br />

A<strong>de</strong>más, socialmente se burlaban <strong>de</strong> él, no sólo por su tartamu<strong>de</strong>z sino por ser el hijo <strong>de</strong><br />

un emigrante escandalosamente rico. Había toda clase <strong>de</strong> razones para que él odiara<br />

Harvard, pero comprobé que, a medida que pasaban los años, se iba haciendo más<br />

sentimental y romántico al respecto, y tal llegó a ser su culto a Harvard que, por la época<br />

en que yo estudiaba bachillerato, había llegado a convencerme <strong>de</strong> que los profesores <strong>de</strong><br />

Harvard eran los hombres más sabios <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong>l mundo. Norteamérica podía ser un<br />

paraíso sólo con que los altos cargos <strong>de</strong>l gobierno estuvieran en manos <strong>de</strong> hombres <strong>de</strong><br />

Harvard.<br />

Y la verdad es que cuando yo fui a trabajar para el gobierno como joven inteligente y<br />

prometedor en el Ministerio <strong>de</strong> Agricultura <strong>de</strong> Franklin Delano Roosevelt, había cada vez<br />

más hombres <strong>de</strong> Harvard en el gobierno. Por entonces, esto a mí me parecía<br />

perfectamente natural. Ahora me parece un poco cómico. Ni siquiera en la cárcel, como<br />

digo, tienen nada <strong>de</strong> especial los hombres <strong>de</strong> Harvard.<br />

Cuando yo era estudiante, captaba a veces el soplo <strong>de</strong> una promesa <strong>de</strong> que, una vez<br />

graduado, sería mejor que la media explicando cuestiones importantes a gente que fuese<br />

torpe para enten<strong>de</strong>r. Las cosas no resultaron <strong>de</strong> ese modo.<br />

En fin, yo estaba allí sentado en la cárcel en Milnovecientos Setentaisiete, esperando<br />

que llegase el guardia. No estaba enfadado por su retraso, que era ya <strong>de</strong> una hora. No<br />

tenía prisa por ir a ningún sitio, no tenía ningún sitio concreto a don<strong>de</strong> ir. Aquel guardia<br />

se llamaba Cly<strong>de</strong> Carter. Fue uno <strong>de</strong> los pocos amigos que hice en la cárcel. Lo que más<br />

nos unía era que habíamos hecho el mismo Curso <strong>de</strong> Coctelería por correspon<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong><br />

una fábrica <strong>de</strong> diplomas <strong>de</strong> Chicago, el Instituto <strong>de</strong> Instrucción <strong>de</strong> Illinois, sección <strong>de</strong> la<br />

RAMJAC Corporation. Ambos habíamos recibido el mismo día y en el mismo correo<br />

nuestros títulos <strong>de</strong> doctor en coctelería. Cly<strong>de</strong> me había superado haciendo luego un<br />

curso <strong>de</strong> acondicionamiento <strong>de</strong> aire en el mismo instituto. Cly<strong>de</strong> era primo tercero <strong>de</strong>l<br />

presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> los Estados Unidos, Jimmy Carter. Y, aunque unos cinco años más joven<br />

que el presi<strong>de</strong>nte, era por lo <strong>de</strong>más su vivo retrato. Tenía los mismos modales<br />

encantadores, la misma sonrisa <strong>de</strong>slumbrante.<br />

A mí me bastaba con el título <strong>de</strong> doctor en coctelería. Era lo que me proponía hacer el<br />

resto <strong>de</strong> mi vida: llevar un bar tranquilo en cualquier sitio, a ser posible un club <strong>de</strong><br />

caballeros.<br />

Y alcé mis manos queridas <strong>de</strong> la ropa <strong>de</strong> cama doblada y di tres palmadas.<br />

Saltó otro caza al fondo <strong>de</strong> una pista cercana, hizo añicos el cielo. Yo pensé: «Al<br />

menos, ya no fumo.» Era verdad. Yo, que fumaba cuatro paquetes <strong>de</strong> Palmall sin filtro<br />

24

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!